Stéphanie Alenda: “José Antonio Kast fue ungido por Chile Vamos”

Socióloga francesa, experta en la derecha chilena, plantea que la coalición equivocó al pactar con el Partido Republicano cuando iba rumbo al centro político.


Cuando la francesa Stéphanie Alenda llegó a Chile hace unos 15 años, no pensaba quedarse. Pero siendo magíster en Sociología en la EHESS de París y PHD en la Universidad de Lille, llegaron las ofertas de trabajo y empezó a echar raíces aquí. Tampoco pensaba entonces que terminaría convertida en experta en la derecha chilena. Necesitaba presentar un tema para un proyecto Fondecyt, y tanto la elección de Sebastián Piñera en 2010 que reabrió el debate en torno al advenimiento de una “nueva derecha” como la aparición de un ala más liberal -Amplitud, Evópoli- entre esos partidos le pareció interesante. Creyó entonces que era bueno explorar en el sector que hoy es gobierno. Y lo ganó.

Así como en ese momento le llamó la atención ese eje más liberal, Alenda hoy pone su mirada en el ala más hacia la derecha, encabezada por José Antonio Kast y su Partido Republicano. De hecho, le sorprende la suerte de “normalización” que se dio en los partidos de Chile Vamos al pacto que se hizo para una lista de candidatos a la convención constitucional. Para la académica de la Universidad Andrés Bello, esto no es algo meramente electoral: al pactar con Kast, la coalición instala “un régimen de igualdad” y acepta tener mínimos comunes con él. Y revaloriza su posición.

-Chile ha tenido una suerte de revolución silenciosa, como la llama Inglehart, un cambio acelerado en la escala de valores como consecuencia del crecimiento económico. Hace poco más de una década Chile no tenía ley de divorcio. Ahora tiene LasTesis, ¿no? Y la derecha tampoco es la misma. Ha experimentado un proceso de moderación desde los años 2000, del cual Joaquín Lavín ha sido un impulsor fundamental, para captar un electorado más centrista y lograr construir mayorías electorales. El hecho de que Sebastián Piñera haya llegado dos veces al poder también refleja otra etapa de ese mismo proceso. Apareció también con Evópoli una propuesta más liberal en lo valórico y una sensibilidad socialcristiana, plasmada en la “derecha social”. Al final, la derecha ha transitado hacia el centro.

¿Por eso le llama tanto la atención el pacto con Kast?

Claro, por la naturalización que se produjo. “¿Cuál es el problema? Hay que ampliar la coalición”. Y es ahí donde esto puede ser discutible. Primero, porque hay que ver cuáles van a ser las consecuencias de ese pacto. Por ahora, a mi parecer, el gran ganador fue José Antonio Kast. Ese acuerdo se da en torno a la definición de candidatos que tienen que redactar la próxima Constitución, que es la madre de todas las batallas ideológicas. Esto implica reconocer la existencia de mínimos comunes, lo cual es bastante complicado. La declaración de principios del Partido Republicano defiende la idea de un orden natural que no puede ser modificado ni por autoridad política alguna, ni por ninguna mayoría electoral o parlamentaria circunstancial, lo que parece cerrar la puerta al debate legítimo entre puntos de vista entre distintas sensibilidades que pueden existir al interior del conservadurismo, para empezar. Además, en el mundo actual, los partidos que tienden a reconocerse en este tipo de ideas pertenecen a la extrema derecha. Cuando uno empieza a ver la referencia al derecho natural en una declaración de principios, después viene la defensa de los valores patrióticos, morales, civilizacionales y un proyecto de renacimiento nacional. Algunos de esos partidos se definen a sí mismos como “lobby católico tradicionalista”. Por lo tanto, lo que llama la atención, y que esto no parece haber generado resistencias más fuertes, cuando estamos hablando de una alianza con un colectivo que se acerca a esas posturas.

Por eso creo que el gran ganador es Kast, cuando su proyecto no tenía mucho piso en el Chile de hoy, en el que la mayoría de la ciudadanía, incluida una parte no menor de la derecha, pide un mayor liberalismo en temas morales y un piso mínimo de seguridad social.

De alguna manera, recibió la bendición de la centroderecha.

Fue ungido por ella. Además, esto implicó sembrar vientos y cosechar tempestades. Al día siguiente, el presidente de Renovación Nacional tuvo que retroceder sobre ciertas declaraciones y pedir disculpas. Kast supo hábilmente sacar provechos comunicacionales de esas desavenencias. Dio un nuevo aire a su proyecto. Tiene ahora un mayor margen para pautear a la coalición, por ejemplo en relación a la salida de Briones del gabinete. Esto enturbia finalmente el proceso que se estaba dando. Y esto es lo que uno más tiene que lamentar: si hay un tipo de colectivo que da cabida a ciertas declaraciones odiosas, por ejemplo, ¿eso entra dentro de los mínimos comunes?

De hecho, declaró hace poco a La Tercera que él obviamente para apoyar a un candidato presidencial tenía que asegurarse de que cumpliera con los principios que defiende. Entonces, hay una suerte de presión por la radicalización sobre la coalición, que no era tan palpable antes de ese pacto. Antes, estaba claro que CHV se había inclinado hacia un proyecto moderado de centroderecha y no de derecha radical. Ahora todo eso no parece estar tan zanjado.

Cuando habla de giros moderados, ¿podría hablarse de algo más progresista?

Sí, esa es una palabra que, por lo general, pertenece a la izquierda, pero que ha sido retomada por la derecha en el mundo para referirse a los líderes del sector que promovieron reformas sociales financiadas por el Estado, como por ejemplo en el Partido Conservador británico de las primeras décadas del siglo XX. Se habló de un nuevo conservadurismo a la vez tradicionalista y progresista, cuyos principios de base debían ser puestos en práctica en un espíritu de apertura. Obviamente, en el sector siempre hay luchas entre posiciones más o menos liberales o conservadoras, más o menos reformistas u ortodoxas. Entonces, ese progresismo no hay que entenderlo necesariamente como adoptar un discurso de izquierda, sino más bien como acercarse a posiciones más moderadas, más reformistas. El estallido social abrió en ese sentido una oportunidad histórica como para que los sectores más reformistas puedan revertir la hegemonía de la ortodoxia económica que prevaleció en Chile todo este tiempo.

El año pasado presentó un trabajo en el CEP que planteaba la existencia de tres derechas: que era la subsidiaria, la solidaria y la ultraliberal. ¿Sigue siendo la misma? ¿Dónde se ubican las candidaturas actuales?

En nuestra categorización, el grupo mayoritario era los que llamamos “subsidiarios” o liberal-católicos, quienes defendían un gasto social focalizado en los más necesitados, pero se oponían al aumento de la carga tributaria personal para financiar políticas de protección social. Otro grupo, que llamamos “solidarios”, representaba un tercio de la muestra y era el más pro reformas, más dispuesto a avanzar en una agenda más progresista. Entonces, ahí teníamos un tipo de respuesta sorprendente para el sector. Y un tercer grupo, minoritario, eran los libertarios, a favor de un Estado minimalista.

Ahora resulta difícil ubicar a las candidaturas en una u otra categoría debido a ese consenso sobre un proyecto de centro que mencionábamos. Observamos una suerte de gama de posiciones centristas, aunque traten de diferenciarse. Todos son en mayor o menor grado solidarios, aunque existan en la coalición dos grandes vertientes doctrinarias: el comunitarismo y el liberalismo.

Pero vamos por parte. Joaquín Lavín.

Él ha sido la punta de lanza de la moderación del sector. En su caso tenemos, además, una ambivalencia, pues representa por un lado los sectores más conservadores, aunque se haya abierto a la adopción homoparental, por ejemplo. Fue también un defensor acérrimo de las reformas neoliberales. Esta dualidad le permite llegar a un electorado más amplio en la medida en que logra mantener los equilibrios.

Ya, o sea usted dice que ese cambio en su trayecto es más bien una ventaja.

Puede ser una ventaja en la medida en que no va a asustar a los sectores conservadores y puede convencer a los sectores empresariales de los cambios necesarios que se deben realizar.

Sebastián Sichel introduce un matiz liberal en esta misma propuesta, que él llama de “centro liberal”. Por un lado, pretende atraer más electores centristas por su pasado ex DC, ex Ciudadanos, pero por otro -de nuevo una ambivalencia interesante- es el candidato que es asociado con el mundo empresarial más ortodoxo, entonces podría también seducir a varios grupos.

Ahora, ¿qué diferencia ideológica vemos entre Sebastián Sichel e Ignacio Briones, por ejemplo?

Vemos bastantes coincidencias: pertenecen a generaciones cercanas, son ambos liberales. La única diferencia es que Briones ha demostrado una capacidad de gestión en su cartera, con una responsabilidad fiscal que no hace de él un liberal ortodoxo de la vieja escuela, pues tiene otra dimensión de compromiso social. Ahora, ambos están mucho más cercanos ideológicamente al liberalismo como doctrina dentro de la derecha.

En el caso de los candidatos de Renovación Nacional, Mario Desbordes o Francisco Chahuán, son claramente solidarios.

Sí, pero aquí con algo específico que es que RN desde 2014 empezó a acercarse al socialcristianismo, lo que se plasmó en la revisión de la declaración de principios del partido para inscribir la colectividad dentro de esos principios doctrinarios. Esta es una diferencia con Lavín, que siempre fue más libre en relación a la UDI. En RN se gestó un proyecto institucional hacia el reformismo, el cual no para de desatar pugnas internas con quienes quieren seguir un camino más ortodoxo. Chahuán, por su lado, puso en marcha en 2018 la Federación Social Cristiana, por lo que parecen disputarse un mismo terreno, aunque con recursos distintos.

¿Y Evelyn? ¿Dónde está?

Ahí hay un cruce entre un liberalismo valórico -porque ahí se desprende del núcleo duro del sector- y un posicionamiento más ortodoxo que Lavín en otras materias, pero que no está exento de ambigüedades pues apareció recientemente cuestionando la ortodoxia neoliberal. En eso se acercaría también a los “solidarios”.

Si todos los candidatos, sobre todo posestallido, aparecen en una corriente de derecha más solidaria, ¿qué es lo que va a marcar la primaria?

Creo que se van a ir cruzando dos grandes vertientes doctrinarias: el liberalismo y el comunitarismo. Detrás de esta derecha social o solidaria está un sistema ideológico más complejo, el comunitarismo, que tiene por lo menos tres ventajas respecto del liberalismo. La primera es que hace énfasis en lo social, lo que le permite estar mucho más en sintonía con las demandas ciudadanas, aunque su conservadurismo moral abre una brecha con la ciudadanía. Otra ventaja es que rehabilita la política, lo cual lo convierte en un recurso en contra del discurso tecnócrata-economicista. El comunitarismo rehabilita, por último, la subsidiariedad en su sentido positivo, vale decir, fiel al espíritu de la doctrina social de la Iglesia, según el cual el Estado tiene la obligación de intervenir en la economía corrigiendo los defectos de la iniciativa privada.

El comunitarismo busca mantener un equilibrio entre el Estado, el mercado y la comunidad. Por eso que es, a mi juicio, la doctrina que guarda mayor sintonía con nuestro contexto.

Y de estos candidatos, ¿cuáles son comunitaristas?

Te diría que todos lo son un poco, en la medida en que el comunitarismo va a defender principios en los cuales se reconocen bastante todos, como una mayor solidaridad o la integración social. Si bien esta última noción es característica de Lavín, todos están de acuerdo con esa necesidad.

La segunda gran vertiente es el liberalismo. Este se puede entender desde las posiciones sobre el eje Estado-mercado, pero también sobre los valores. Ahí podemos distinguir, por un lado, una derecha más liberal en lo valórico, que es Evópoli. Y a través de candidatos como Sichel y eventualmente Briones, se encuentran los gérmenes de la defensa de un liberalismo más adaptado a los tiempos actuales, más progresista, más de justicia social. Por lo tanto, puede construirse una narrativa potente en torno al liberalismo, que vaya reivindicando ese concepto, diferenciándolo del neoliberalismo mercantilista de los años 80-90. Vale decir, una suerte de propuesta de refundación del capitalismo, que busque atacar el problema de las desigualdades.

¿Y se pueden combinar ambas vertientes? Suenan contradictorias, en teoría.

Eso también es una suerte de propuesta liberal renovada: liberalismo y comunitarismo como dos vertientes doctrinarias complementarias. Efectivamente, unos serán más liberales que los otros, los otros más comunitaristas o socialcristianos, pero en términos por lo menos de posicionamiento en el eje Estado- mercado hay muchas coincidencias. Los comunitaristas son pro-mercado y los liberales se reconocen en el principio de justicia social.

¿Liberal en lo valórico y comunitarista en lo económico?

Claro, pero por lo general los comunitaristas son siempre conservadores en lo valórico. Así que en una de esas, una de las diferencias principales puede darse en materias valóricas. El conservadurismo moral versus el liberalismo moral, defendido por un lado más por la UDI y por otro por Evópoli.

Volver a la misma discusión en la derecha.

Ahí hay que ver finalmente quién logra hegemonizar al sector en la materia para fijar una posición mayoritaria. La influencia final es la gran pregunta.

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