Columna de Tammy Pustilnick: Reformar la Constitución, ¿cuál, qué cambios y cuándo hablamos de ello?

Nueva Constitución.

*Tammy Pustilnick es abogada y fue convencional constituyente por Independientes No Neutrales.

Llevamos semanas en las que se vienen levantando voces, cada vez con más fuerza, que dicen que independiente del resultado del plebiscito del 4 de septiembre es importante que se realicen reformas, ya sea a la nueva Constitución, en caso de ganar la opción del Apruebo, o la actual de 1980, en caso de ganar el Rechazo.

Hace meses me hicieron esta pregunta: ¿reformar? Y si es así, ¿cuál? Lo primero que es importante señalar es que ambas opciones, aprobar o rechazar “con apellido”, son meras hipótesis, es decir, pueden como no ocurrir.

Si queremos caer en estas hipótesis es importante reflexionar sobre ellas: La primera, “rechazar para reformar”, me parece poco creíble (y eso que peco de ingenua muchas veces). El hecho de que en durante más de 30 años no se hicieron los cambios reales que ha demandado la ciudadanía me hace dudar que ahora sí existirá la voluntad política por parte del Congreso, sobre todo considerando la conformación actual del mismo.

Sobre la segunda: “aprobar para reformar”, desde hace meses sostengo que por supuesto que esta propuesta va a requerir reformas, y no lo digo porque no sea buena, sino porque requerirá de adecuaciones para su propia implementación en el corto, mediano y largo plazo para lograr que la institucionalidad funcione mejor. Fui una de aquellas personas que sostuvo que el actual Congreso debía no solo tener la posibilidad de reformar la propuesta constitucional, sino que debía ser con los mismos quórums que establecen las normas permanentes, ya que la democracia debe seguir funcionando.

Si ponemos sobre la papeleta imaginaria estas dos nuevas opciones, por supuesto que elijo aprobar para reformar, y por tres razones: (1) Este texto tiene muchas virtudes que robustecen nuestra democracia y avances significativos en comparación con la Constitución actual y que deben ser parte basal de una democracia moderna, como lo es en materia de descentralización, protección ambiental y naturaleza, derechos de las mujeres y participación incidente y vinculante de la ciudadanía, entre otras. (2) El quórum para reformar la propuesta es menor que la Constitución actual y, además, estas reformas pueden ser impulsadas directamente por la ciudadanía a través de un referéndum. (3) La propuesta merece una oportunidad y, si bien hay materias que son perfectibles, pues ninguna constitución es perfecta, tomar este texto como base donde se consagra un Estado social y democrático de derecho me parece el camino adecuado para que nuestra democracia, a través de sus instituciones, siga funcionando y adecuando.

Finalmente, ¿cuándo hablamos de ello? ¡Pues ahora! No solo porque prima la libertad de expresión, sino porque dentro del mundo de los “indecisos” hay quienes legítimamente quieren tener certezas de ciertos cambios o adecuaciones, y ello es exactamente lo que una propuesta constitucional y nuestro país debe otorgar: una propuesta que no solo fortalezca nuestra democracia, sino que además le dé certeza a las personas.

He leído las diversas propuestas de reforma y coincido en varios puntos: fijar expresamente los límites al pluralismo jurídico, evaluar adecuaciones al sistema político o incluir sistema electoral. No fue fácil llegar a acuerdos dentro del proceso, sobre todo con al menos 103 personas con experiencias de vida diversas, pero se logró y en el tiempo exigido. Esto fue resultado de una conversación democrática y, en tal sentido, van a existir cosas que queramos reformar, pues nadie queda 100% satisfecho, sino hubiese sido una imposición. Los acuerdos son necesarios y el llamado es a no perdernos en el camino, a recordar que de aprobarse la propuesta constitucional los desafíos serán enormes y que debemos seguir trabajando colaborativamente para avanzar con éxito.

Tammy Pustilnick

Exconvencional constituyente

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