Venezuela: un país atrapado entre dos "Presidentes"

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Un niño en el barrio de Cotiza acarrea agua, tras las protestas de los últimos días.

Algunos habitantes de los barrios más pobres apenas conocen el rostro de Juan Guaidó, el "Presidente encargado". La censura y los escasos recursos impiden estar al tanto de los actos de la oposición. Eso sí, por primera vez, el rechazo a Maduro va al alza en los bastiones chavistas.


Beatriz Figuera, una ama de casa residenciada en un deteriorado barrio de San Félix, al sur de Venezuela, no ha visto nunca el rostro del juramentado como "Presidente encargado" de Venezuela, Juan Guaidó, de apenas 35 años y desconocido en las altas esferas de la política venezolana hasta hace un par de semanas, cuando asumió la conducción de la Asamblea Nacional.

La televisión, golpeada por la censura en los últimos años, ha silenciado sus discursos, lo que dificulta que los estratos más empobrecidos sin acceso a internet conozcan con detalle la cotidianidad política.

En cambio, para llegar a su casa y en la vía principal, hay murales de Nicolás Maduro, quien pese a haber asumido un segundo mandato el 10 de enero no ha sido reconocido por parte de la comunidad internacional debido a las irregularidades del proceso en el que fue electo el 20 de mayo de 2018.

A Maduro se le escucha en largas cadenas de radio y televisión. Defiende cada uno de sus votos. Carga contra quienes se oponen a él. A la par, entes reguladores de las telecomunicaciones han ordenado a diales y programas de alta sintonía abstenerse de mencionar a Guaidó como "Presidente encargado" de Venezuela.

La mujer de 63 años observa desde la puerta de su casa los humeantes restos de cauchos incendiados la noche previa, en protesta para exigir la renuncia de Maduro. No hay energía eléctrica y la caja de alimentos subsidiados tiene más de un mes y medio que no llega. En el abasto de la esquina no hay ni arroz ni pasta para el almuerzo y el precio de un kilo de papas supera el poco efectivo en sus manos.

A pocas cuadras, un grupo de habitantes, en medio de la euforia, incendió, derrumbó y partió en dos una estatua de Hugo Chávez. "Esa estatua era una maldición", señala una joven, que asegura haber participado en la destrucción de la efigie.

Tanto Figuera como millones de venezolanos se enteraron solo por radio y a cuentagotas de la noticia de la juramentación de Guaidó. "Lo que entiendo es que tenemos dos Presidentes porque Maduro no quiere irse y tiene el apoyo de los militares", dijo Figuera, quien no duda en quejarse. "Hemos conocido la peor miseria en estos últimos años. Yo voté por Chávez y también por Maduro, pero estamos muriendo de hambre y no hay medicinas. No podemos seguir apoyando esto", expresó, al detallar que tiene meses sin cumplir con el tratamiento para tratar la neuropatía que la aqueja.

En su calle, no era común escuchar el toque de cacerolas en rechazo a Maduro, pero en las últimas noches el sonido del metal ha sido ensordecedor, cuenta. "Hasta a eso se le ha perdido el miedo porque ¿qué más vamos a perder? En esta calle, todos eran chavistas y quizás lo siguen siendo de corazón, pero ahora cacerolean y se quejan de Maduro", advierte.

"Dos Presidentes"

El 10 de enero, cuando Maduro asumió su segundo mandato hasta 2025, fue el punto de quiebre. El especialista en derecho procesal penal y exmagistrado, Perkins Rocha, explica que en Venezuela no hay dos Presidentes. "Hay un Presidente que el 10 de enero empezó formalmente a ocupar la Presidencia y otro que el 23 de enero asumió su disposición de asumir el cargo. El artículo 333 determina una eventualidad para garantizar el deber de restablecer las garantías constitucionales, toda vez que las elecciones de mayo no pueden considerarse válidas. Eso debe resolverse como si fuera una falta absoluta del Presidente y siendo una falta absoluta, el que está llamado a asumir el cargo es el titular del Parlamento, Juan Guaidó. Eso ocurrió automáticamente, no hacía falta ningún acto. Sin embargo, por razones políticas, sociales, populares y de legitimidad, Guaidó lo asume el 23 de enero frente a todo el país", explicó.

Iván Angulo, un obrero electricista de 51 años, comparte con Figuera lo poco que sabe del Presidente interino, pero es escéptico. "Si Guaidó es el nuevo Presidente y el mundo lo reconoce, puede haber luz al final del túnel, pero en este momento es Maduro el que está en Miraflores y maneja los ingresos petroleros, las armas y todo. Así, esto no camina", indica, mientras espera uno de los escasos transportes en la calle para ir a trabajar.

El inesperado reavivamiento de la política venezolana, tras un 2018 de profunda crisis económica y letargo político, ha sorprendido a los más incrédulos, debido a la rebelión popular que se ha enlazado con manifestaciones en los sectores más empobrecidos.

Pese a que las protestas registradas el año pasado representan el mayor número durante la gestión de Nicolás Maduro y superaron el índice de las dos grandes olas de protestas desarrolladas en Venezuela, en los años 2014 y 2017, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, las manifestaciones por derechos civiles y políticos abarcaron solo 11% del total.

"Vivimos de infarto"

La profunda crisis es lo que ahora hace que Figuera entienda que la protesta social y la que la oposición ha emprendido en tantas oportunidades tenía la misma raíz: la ineficiencia gubernamental en todos los ámbitos. "Mientras la clase media protestaba, el barrio siempre estaba callado, pero los bonos y las cajas de comida no alcanzan; ayer se metieron en una casa de la calle, saquearon la panadería, le robaron el carro a un primo. Vivimos de infarto y lo más saludable es que Maduro se vaya", apunta.

La protesta que ha sumado, en este 2019, a los sectores populares, desdibuja la polarización política que hasta hace unos años caracterizó la dinámica venezolana, destaca Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello. "No existe polarización, es básicamente todos contra Maduro. El porcentaje de respaldo es ínfimo, alrededor de un 15% en el mejor de los escenarios. Es un país contra Maduro básicamente", reitera.

En la casa de Figuera, tanto su esposo como sus dos hijos estaban casados con el oficialismo, pero todos han cambiado de parecer. Los hijos migraron a Perú y Argentina; y la pareja hace los más mínimos cálculos para sobrevivir en un país caracterizado por la hiperinflación, el declive de la producción petrolera, la dolarización informal de bienes y servicios y la violencia.

La fórmula de la oposición ha sumado a la comunidad internacional y a la ciudadanía, pero la fuerza militar, el poder de las armas, ha manifestado su subordinación a Maduro, pese a la amnistía ofrecida por el Poder Legislativo. "Sin esta pata, la mesa que ha ideado Guaidó está falla. Sin esa pata, Guaidó estará haciendo equilibrio", concluye Rocha.

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