El "puzzle" para dar con el nuevo arzobispo de Santiago

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Frontis de la Catedral Metropolitana, en Santiago. Foto: Reuters

Por experiencia y "hoja de vida", las miradas apuntan a Fernando Chomali, jefe de la Iglesia de Concepción. Pero ¿y si el Papa buscara un cambio, un sacerdote no obispo? ¿O extranjero?


Que no genere división. En el mundo eclesiástico esa es la frase -o concepto- que más se repite a la hora de especular sobre el perfil que debiera tener el próximo arzobispo de Santiago, quien sucederá al cardenal Ricardo Ezzati, de 75 años ya cumplidos hace rato, como edad límite para el cargo. Tal vez se trate, en época de crisis y cambios en la Iglesia Católica criolla, de la mayor incógnita por resolverse. Su nuevo rostro.

"Quien asuma debe venir con mucho espíritu de comunión, ser referente y puente, en una Iglesia que ha sufrido muchas complicaciones", dice el sacerdote Andrés Moro, actual vicario para la educación, en Santiago.

Hasta ahora, el Papa ha procedido de forma cautelosa. Sin grandes aspavientos ni cambios radicales. Ya les aceptó la renuncia a tres de los cuatro prelados con más de 75 años (Alejandro Goic, Gonzalo Duarte y Cristián Caro), y en cuatro de las cinco diócesis vacantes destinó a obispos auxiliares como administradores apostólicos: Talca, Valparaíso, Rancagua y Osorno.

¿Ahora viene Santiago? Para algunos sería inminente. Antes de que se desate el verano europeo, cuando las grandes decisiones tienden a quedar en stand by durante algunos meses, similar a lo que acá ocurre entre diciembre y marzo. ¿El nombre que más ha sonado? Fernando Chomali, arzobispo de Concepción, por experiencia, hoja de vida impecable (requisito sine qua non hoy en día) y un ejecutivo manejo de su diócesis, quien además acaba de estar en Roma. En esa mima lógica se habló también de Fernando Ramos (ya en Rancagua) y, sobre todo, de Galo Fernández, destinado como administrador apostólico de Talca. También de Santiago Silva, presidente de la Conferencia Episcopal.

Pero también habría otras posibles líneas de acción en el horizonte, que salen del tradicional espectro de candidatos "históricos" del Episcopado. Una es que el Papa dejara como administrador apostólico al único obispo auxiliar que queda en la capital, Cristián Roncagliolo, quien, aunque lleva menos de un año como prelado, ya trabajó con Francisco (entonces cardenal Bergoglio) en la redacción del texto final de la V Conferencia del Celam en Aparecida, Brasil (2007).

El sacerdote jesuita Fernando Montes sostiene que "el futuro arzobispo debería tener total autoridad religiosa, pero también mucha cercanía con los jóvenes y con el clero, y ser abierto al cambio de los nuevos tiempos".

Otra posibilidad, bastante más transgresora, es que Francisco designara en Santiago a un sacerdote no obispo como administrador apostólico, para "ordenar la casa". En el clero hay dos nombres que se repiten y generan alta empatía: el jesuita Juan Díaz, exsuperior provincial de la compañía y quien conoce muy bien el tejemaneje del arzobispado, ya que fue vicario para la educación, y Carlos Irarrázabal, el actual párroco de El Bosque, cuya gestión "moderna y ordenada" ha recibido elogios.

Y existe también otra variante, para los expertos más lejana, pero no imposible: un cura que conozca muy bien la diócesis, pero que no sea de ella ni de Chile. Un extranjero. Aunque durante algún tiempo se rumoreó sobre la venida del mismo Jordi Bertomeu, viene a la memoria el obispo uruguayo Carlos María Collazzi, actual prelado de Mercedes y quien en 2012 "visitó" la Unión Sacerdotal de Karadima, a sugerencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del Vaticano.

Según Alejandro Álvarez, canonista de la Fundación Voces Católicas, "el elegido debe ser un pastor que congregue al clero y a feligresía, para recomponer la confianza rota (...), que conozca las diferentes realidades de Santiago y que sea capaz de relacionarse con los distintos actores de una sociedad plural y diversa".

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