Columna de Ascanio Cavallo: El hombre que hace uso

Aleuy



El subsecretario del Interior podrá haber hecho uso de su feriado legal -la frase contiene más eufemismos que una de Quevedo-, pero está claro que no lo hizo con la alegría de quien se va a descansar a una playa lejana según un plan largamente postergado. ¡Filfa!

El subsecretario Mahmud Aleuy se fue a su feriado legal enojado, furioso, inusualmente molesto, como lo saben hasta las moscas de La Moneda, y es probable que a estas horas ande por México, un lugar que, terremoteado y todo, parece menos ingrato que Santiago. Otra cosa es que el gobierno lo quiera ignorar. La Presidenta, por ejemplo, dijo que nadie le ha presentado una renuncia. Esto ha de ser cierto, pero ya sabemos que no son las renuncias las únicas modalidades que determinan el final de una gestión en la administración Bachelet. Siempre está el citófono que no responde, la no invitación, las cinco llamadas perdidas, el "silencio administrativo" ad hominem.

A Aleuy no le pasaron sólo esas cosas, sino también otra, anterior, mientras estaba trabajando en Buenos Aires. Sin consultarle nada, en el curso de unas pocas horas, la propia Presidenta decidió que era indispensable poner fin a la huelga de hambre de cuatro comuneros mapuches aceptando sus condiciones. Esto significaba desautorizar las anteriores decisiones del subsecretario, pero tal parte no ocupó la primera consideración del gobierno.

Lo que tomó prioridad fue, parece, la condición de médico de la Presidenta, que debió apreciar como cierto el riesgo de muerte o daño irreversible en alguno de los comuneros después de 116 días de huelga de hambre. Digamos que la medicina estima que una huelga de hambre verdadera puede resultar mortal entre 60 y 90 días, y que un hombre de 70 kilos de constitución media podría resistir unos 74 días.

La más famosa víctima contemporánea, el irlandés Bobby Sands, murió en 1981 después de 66 días sin alimentos. Sands se convirtió en un ícono de la reivindicación nacionalista y republicana en Irlanda del Norte. Pero era miembro del IRA, una organización que usó los más salvajes métodos terroristas hasta que fue derrotado en el 2005. Es imaginable que la Presidenta no quisiera ser comparada con la primera ministra inglesa Margaret Thatcher, cuya negativa a ceder ante el IRA fue uno de los elementos por los cuales llegó a ser conocida como la "Dama de Hierro".

Los comuneros mapuches, arrestados hace más de un año bajo la acusación de quemar una iglesia evangélica mientras había feligreses en el interior, reclamaban el término de su prisión preventiva y la recalificación de la querella que aplicaba la Ley Antiterrorista. El ministro del Interior ejecutó ambas cosas (sin éxito la primera, porque la Corte de Apelaciones de Temuco decidió mantener la prisión preventiva), justo después de que la policía, respaldada por Aleuy, detuviera a los dirigentes de la CAM como responsables de la quema de camiones y de ciertos planes inconsumados. Como suelen hacer, los jefes de la CAM niegan las acusaciones, pero entran a los tribunales enarbolando sus señales de lucha. No parecen Mahatma Gandhi saludando a Tolstoi.

No cabe ninguna duda de que este gobierno, como varios anteriores, enfrenta el desafío mapuche con dobleces, contradicciones y desacuerdos. La reivindicación étnica confunde a los altos funcionarios (y a los políticos), que ya enteran muchos meses discutiendo si los actos violentos que ocurren en La Araucanía pueden ser considerados "terrorismo" o merecen una denominación menos ignominiosa, menos infectada, un poco más aceptable, moderada, ¿comprensiva? Hay un cierto aire de parestesia en el debate: el cerebro parece desconectado de las sensaciones, lo que se ve es distinto de lo que se denomina.

Y, sin embargo, se trata de una discusión ya muy vieja: se hizo en España, en Irlanda, en Italia, en Rusia, en los países árabes, en el África negra. En el supuesto de que nada parecido ocurre en La Araucanía, algún nombre han de tener los ataques a hogares y propiedades, los incendios masivos de camiones y, en el último año, la quema de iglesias católicas y protestantes. Algún nombre ha de tener el hecho de que en amplios territorios de La Araucanía no se vive ni se duerme en paz, a veces por ser mapuche, a veces por no serlo.

Hay indicios de que la huelga de hambre -que es a la vez una medida de presión y una señal de fracaso-, en conjunto con el arresto de los jefes de la CAM, estaban alentando un clima de rencor en algunas comunidades mapuches, con expresiones de rechazo a la consulta étnica encargada al Ministerio de Desarrollo Social. Esto podría explicar la intempestiva irrupción del ministro Marcos Barraza, que desarrolló la opinión del PC para, aparentemente, liberarse de los problemas y sospechas que enfrentaría en el desarrollo de su consulta.

Hace mucho rato que se rompieron en el gobierno las lealtades propias del proyecto compartido. El ministro Rodrigo Valdés no supo, en su momento, que el gobierno se había puesto ambientalista en la zona concreta de un proyecto concreto. El subsecretario Aleuy no supo, ahora, que el gobierno prefería rendirse ante los riesgos icónicos de una huelga concreta. Y tampoco supo que, no existiendo terrorismo –según el juicio de otro ministro- no cabía la aplicación de una ley ni el "exceso mediático" de la policía.

Como resultado de tanto desconocimiento y desafección, se ha abierto ahora la posibilidad de que el subsecretario haga uso permanente de su feriado; o que lo suspenda si existe alguna señal de que su trabajo tiene algún significado.

Uf.

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