El perfil del votante indeciso en las elecciones de EEUU

Es probable que sean mujeres (63%), más probable que tengan estudios inferiores a preparatoria, menos probable que tengan título de licenciatura y más probable que su ingreso familiar sea de menos de 30.000 dólares al año.<br><br>




Las caricaturas florecen. Quienes no pueden ponerse de acuerdo en nada político encuentran terreno común en un punto: los votantes indecisos son insípidos, indiferentes y dan un poco de miedo.

Y pese a todo, aquí están, todavía como parte del electorado. En las últimas semanas, los datos del Proyecto Cooperativo de Análisis de Campaña me han servido para explorar los pensamientos y sentimientos de los votantes que estaban indecisos en diciembre del año pasado. La idea general ha sido que están menos interesados en la política, que no ponen mucha atención a las noticias en general y que es más probable que tengas ideas moderadas en asuntos de política contemporánea (aunque un 30% dice que no tiene ideas políticas de ningún tipo). Hasta ahora, la caricatura se ha mantenido bastante bien.

También es más probable que sean mujeres (63%), más probable que tengan estudios inferiores a preparatoria, menos probable que tengan título de licenciatura y más probable que su ingreso familiar sea de menos de 30.000 dólares al año.

Los datos también revelan que casi la mitad de los indecisos se consideran demócratas o republicanos. Pero ni siquiera esa indicación es fuerte para ellos: sólo 65% llegan a elegir al candidato de su partido (a diferencia del 95% de los partidarios que se deciden pronto).

Es posible que los indicios políticos como la afiliación partidaria signifiquen menos para quienes deciden al final, pues la política es un dominio extraño para ellos. Pero otra posibilidad es que algunas de sus ideas estén en conflicto con las posiciones que asume su supuesto partido.

He aquí un ejemplo: a la pregunta de si han de cobrarse impuestos a las familias que ganen más de 200.000 dólares al año, la mayoría de los demócratas dicen que sí; más o menos 80% de los decididos y de los indecisos están en favor de esta medida. Pero entre los republicanos, 60% de los decididos se opone a esta medida mientras que sólo 25% de los indecisos se oponen. Incluso en los niveles más altos de ingresos (más de 100.000 dólares al año), la diferencia entre los decididos y los indecisos republicanos en este tema es de más de 30%.

Pueden encontrarse diferencias semejantes en la cuestión de si los inmigrantes indocumentados que han estado viviendo en Estados Unidos deberían tener un camino a la ciudadanía. Entre los demócratas decididos y los indecisos que favorecen esa medida hay una diferencia de más de 30 puntos; entre los republicanos esa diferencia es de 20 puntos.

Pero estos semi-partidarios que se deciden a última hora no siempre abandonan a su partido en la urna electoral. Los demócratas conflictivos e indecisos tienen más posibilidades de inclinarse por Mitt Romney que por Barack Obama (de 75 sobre 25%) si se oponen a aumentarles los impuestos a los ricos, pero no lo harían si se opusieran al camino a la ciudadanía. Lo opuesto también se aplica a los republicanos conflictivos e indecisos: es más probable que elijan a Obama si no están de acuerdo con los republicanos en el tema de la inmigración, pero no sería probable que votaran por el presidente si no están de acuerdo con Romney en gravar a los ricos.

Mirado bajo esta luz, el indeciso de hecho ejemplifica un tipo de flexibilidad que pretendemos admirar pero que denigramos en la práctica.  Una porción saludable de votantes indecisos parecen entender que están fuera de sintonía con su partido y eso a veces los arroja en brazos del candidato opositor. Quizá no estén tan interesados en las noticias o en la política como lo está usted, pero consideran sus preferencias en relación con la postura de su partido cuando van a tomar una decisión. Hay que ajustar la caricatura.

Otro motor canónico de las decisiones del votante en las elecciones estadounidenses: la actitud ante la raza. A pesar de la prevalencia del tema en 2008, cuando el colapso económico auguraba una sólida victoria demócrata, la discusión sobre la raza ha brillado por su ausencia en 2012, o al menos ha estado fuera de foco. El problema con esto es que la elección de 2012 va a ser mucho más cerrada. La actitud ante la raza podría ser decisiva de una forma en que casi con seguridad no hubiera podido serlo en 2008, cuando no podíamos dejar de hablar de eso.

He hecho modelos de voto para Obama y para Romney respecto de los votantes decididos y para los votantes inicialmente indecisos usando sólo la identificación con un partido, la ideología, las evaluaciones retrospectivas de la economía del país y una medida llamada resentimiento racial.

El resentimiento racial es una de una serie de medidas usadas regularmente en ciencias políticas para medir las actitudes ante la raza. Surge del concepto de racismo simbólico, que tiene su buena ración de críticos. En esencia, es una escala de cuatro preguntas sobre si las "generaciones de esclavitud" le dificultan a los negros trabajar para ascender en la escala económica, o si los negros estarían económicamente tan bien como los blancos si "se esforzaran más".

El resentimiento racial está relacionado con la decisión del votante en todas las elecciones presidenciales de la historia moderna. Es interesante señalar que incluso en las primarias demócratas del 2008, esas actitudes predijeron sólidamente una elección entre Obama y Hillary Clinton. Las evidencias de 2008 también señalan que el resentimiento racial desempeña un papel importante cuando Obama es candidato en relación con otros que han aspirado a la presidencia anteriormente.

Al igual que la filiación partidista, las actitudes hacia la raza entre los indecisos están relacionados con sus decisiones, pero la relación es más débil de lo que es para quienes se deciden desde un principio. En otras palabras, las actitudes raciales de los votantes indecisos no afectan su voto a favor o en contra de Obama de manera tan espectacular como esas mismas actitudes afectan a los votantes decididos.

Por otra parte, esto podría interpretarse como más buenas noticias; como otro golpe a la caricatura. Quizá los votantes indecisos realmente sean postraciales. Si la raza les importara tanto como a los decididos, ya habrían tomado una decisión como hacen los más partidistas. Quizá esos votantes sean los que hayan ido más allá de la raza, al menos en términos de la selección de su candidato.

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