La inflación y su compleja repercusión en el mercado
Curso: Entorno Económico de la Empresa

<b>Profesor:&nbsp;</b>Francine Nualart Vittini&nbsp;<br><br>La inflación provoca incertidumbre respecto de los precios de venta y de los costos de producción, haciendo que las actividades productivas sean un negocio más riesgoso. Es por ello que un ambiente inflacionario aumenta los riesgos de emprender o invertir.




La economía es una ciencia que estudia los recursos, la creación de riqueza, su distribución, la producción y el consumo de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas. Entendiendo esto, podemos comprender por qué sentimos que la economía nos afecta en tantos aspectos de nuestro entorno empresarial o personal. En este curso, nos enfocaremos en entender algunos de los principales aspectos de la macroeconomía y cómo estos afectan la realidad de los negocios.

Uno de los fenómenos que ocupa mayor parte del tiempo y recursos de las autoridades, es la estabilidad en el nivel de precios. La variación que estos sufren es lo que conocemos como inflación o deflación.

La inflación

La inflación se define como un aumento generalizado y persistente en el nivel de precios a través del tiempo. Es importante entender a cabalidad esta definición, para lo cual debemos aclarar primero dos elementos:

1. Es generalizada, porque corresponde al incremento en algún indicador agregado de precios de una agrupación de bienes y servicios.

2. Es persistente, porque refleja una tendencia en ascenso que se repite en el tiempo. Ello, a diferencia de los incrementos específicos, como podrían ser una modificación tributaria al consumo (cambio en el IVA) o un cambio puntual en un precio fijado por la autoridad (tarifas de telefonía o agua).

Durante algunos períodos de la historia, la inflación llegó a niveles muy preocupantes para muchos gobiernos, poniendo en riesgo el crecimiento de mediano plazo y provocando una intensa sensación de empobrecimiento en gran parte de la población. Tal es el caso de Alemania y Hungría tras las dos Guerras Mundiales, y de Argentina, Bolivia, Brasil y Perú durante los años ’80, períodos con una inflación que superó el 100% anual. También ocurrió en Chile, entre 1972 y 1976, cuando se superó ampliamente el 200% anual. Actualmente, en la región de Venezuela y Argentina, atraviesan por una crisis de inflación, aunque las cifras reales se desconocen. Los períodos mencionados son las llamadas crisis hiperinflacionarias.

Ciertamente, un incremento de esta naturaleza en los precios empeora significativamente la capacidad adquisitiva de los consumidores, ya que normalmente los precios de los salarios no se ajustan a la misma velocidad con la que lo hacen los precios de los bienes. En un ambiente inflacionario, la incertidumbre respecto de los precios de venta, así como de los costos de producción, hace que las actividades productivas sean un negocio mucho más riesgoso, pues hay mayores probabilidades de error al decidir continuar con los procesos productivos vigentes o al emprender un nuevo proyecto. Como consecuencia de lo anterior, se produce un desincentivo a la inversión, reasignándose los recursos financieros hacia activos que permitan cubrirse del riesgo inflacionario.

La deflación

Otra consecuencia de la volatilidad en el nivel de precios es la deflación. Esta realidad no es muy diferente de la descrita anteriormente en términos de las consecuencias para la economía. Se entiende como deflación al fenómeno donde los precios comienzan a caer de manera sostenida. Una de las consecuencias más indeseables de la deflación es que las personas comenzarán a sustituir su consumo presente por uno futuro. Es decir, decidirán consumir exclusivamente lo necesario, dejando para más adelante la compra de otros bienes en la espera de un menor valor.

Esta dinámica también afecta a las decisiones de inversión de los empresarios, quienes al observar una caída en los precios, probablemente pospondrán sus proyectos debido a que sus productos no serán vendidos inmediatamente, provocando un incremento de inventarios y baja productividad. ¿Usted acaso no esperaría para adquirir una máquina de gran costo si sabe que en unas semanas o meses ésta costará menos?

Como podemos ver, el comportamiento inestable de los precios (al alza o a la baja) se transforma en un elemento distorsionador en la economía, debido a su rol de informar a los consumidores y productores de las potenciales necesidades del mercado.

Para evitar estas situaciones volátiles, la autoridad establece normalmente un objetivo inflacionario, el cual permite un nivel de alza de precios bajo que incentiva la actividad en el corto plazo, sin introducir un efecto de empobrecimiento. En el caso del Banco Central de Chile, el objetivo está anclado en el 3% de inflación anual, con desviaciones esperadas en torno al 2 y 4%.

¿Cuáles son las formas de frenar la inflación?

Las políticas enfocadas en frenar la inflación se conocen como políticas de estabilización (o anti-inflacionarias). La creatividad respecto de estas políticas es infinita, pero lo fundamental para implementar una política adecuada va a depender de que se haya identificado correctamente la causa del alza de los precios. A continuación presentaremos dos tipos de estrategias que se han implementado para controlar la inflación.

El primer tipo es conocido como control directo. Esta política “prohíbe” expresamente que suban los precios. Esta solución puede tener un cierto efecto a corto plazo, pero si no se corrigen las causas o los desequilibrios subyacentes, en cuanto se levanten los controles la inflación resurgirá con más fuerza. Es muy probable que una política de fijación de precios incentive la aparición de “mercados negros”, es decir, que se produzca la comercialización de bienes a un precio distinto al fijado por la autoridad, y que se genere escasez de esos mismos bienes en el mercado abierto. Por este motivo, este tipo de control inflacionario no es muy efectivo y no es utilizado como sistema anti-inflacionario serio.

El segundo tipo corresponde a Políticas de rentas o ingresos. Son aquellas que establecen límites al crecimiento de sueldos, salarios y beneficios, afectando negativamente la productividad de la economía con el consiguiente efecto negativo en la oferta agregada de bienes y servicios. Políticas de esta naturaleza generan distorsiones, al no dejar que opere libremente la oferta y la demanda, generando condiciones propicias para eludir y evadir estos límites a los sueldos. En una economía donde mayoritariamente los trabajadores definen sus salarios como consecuencia de la oferta y la demanda, este tipo de políticas no tiene espacio de efectividad y por lo demás requiere de un monitoreo y control que no compensa los beneficios de implementar tales medidas.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.