Roberto Cavalli: Animal de la Moda

<img alt="" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200911/586904.jpg" style="padding: 0pt; margin: 0pt;" width="50" border="0" height="15"> El diseñador italiano celebra 40 años como modisto y anuncia que, si muere, su casa de moda se irá con él. Nada de herederos ni sucesores. Intuye, suponemos, que nadie sería capaz de lograr una elegancia tan salvaje como la de los diseños que crea junto a Eva Duringer, su esposa desde hace 30 años.




No es casual que la cantante colombiana Shakira haya escogido diseños de Roberto Cavalli para entonar su pegajoso himno Waka Waka en las presentaciones de apertura y cierre del pasado Mundial de Fútbol. Este diseñador italiano es un aventurero de la moda que trabaja como si quisiera meter todo el parque Kruger -el más famoso destino para safaris de Sudáfrica- en cada look.

El exceso nunca ha estado tan cerca del buen gusto como en su universo creativo. Qué duda cabe: hay que ser dueño de un talento extraordinario para vestir a una modelo de pelo aleonado con una chaqueta de tigresa, pantalones con estampado de leopardo, largas botas llenas de flecos y cintas, una blusa sin espacio para más vuelos y una cartera de cuero de cocodrilo, sin generar una gota de cansancio. Al contrario: en sus diseños, la suma de las partes da lugar a una sinergia muy fluida que hasta parece simple con toda su abundancia.

Además, la ropa de Cavalli no es sólo ultrasexi, es incluso erótica, pero aun así se ve elegante. Salvajemente elegante. Tal vez porque no recurre a los clásicos elementos fetichistas -cuero negro, corsets y demases- sino porque sus diseños nos recuerdan que, finalmente, los seres humanos somos animales de carne y hueso, obligados a competir para procrear y subsistir en nuestra propia jungla. Y por eso lo aman las mujeres dueñas de una sensualidad que es a la vez romántica y felina, como sus fieles clientas Catherine Zeta-Jones, Jennifer López, Sharon Stone o Victoria Beckham. Todas mujeres con garra, de esas que no tienen el menor interés en pasar inadvertidas.

A sus 69 años (el 15 de noviembre cumple 70), este verdadero animal de la moda descansa sobre una envidiable montaña de oro, que le permite no escatimar en lujos. Desde 1974 vive en una costosa villa de piedra del siglo XVI, levantada en una colina en las afueras de Florencia, su ciudad natal. Ahí se rodea de gatos, loros, plantas exuberantes y objetos de deseo que van desde una Harley Davidson de culto hasta una colección de esferas de cristal, otra de esculturas con forma de cabezas de caballo, otra de íconos rusos y otra de osos de peluche. Ahí, además, tiene su estudio, donde no sólo diseña ropa sino que también es el centro de operaciones de su nueva pasión, la fotografía, que lo tiene viajando por el mundo en busca de nuevos objetivos para su lente. "Siempre estoy soñando con hacer algo diferente. Soñar no tiene edad y el dinero es sólo un precio", ha dicho.

El creador italiano comparte este mundo privado desde hace casi 30 años con su segunda mujer y actual directora creativa del imperio Cavalli, Eva Duringer, a quien conoció en 1977, cuando él era jurado del Miss Universo y ella llevaba el cetro de Miss Austria. Después de cada desfile, ambos suelen salir a recibir los aplausos del público, dando cuenta no sólo de su fuerte lazo personal sino también del gran trabajo que hacen juntos. "Ella ama mi gusto y yo amo el suyo. Nunca discutimos sobre una colección", declaró recientemente.

Con Eva disfruta paseando celebridades amigas -que no son pocas- por el Mediterráneo en su yate gigante. Uno donde, con toda seguridad, sólo se sirven el vodka y el vino con etiqueta Cavalli que el propio diseñador produce y comercializas.

Se dice que Cavalli es un gran anfitrión que va de fiesta en fiesta, que uno de sus más apreciados emprendimientos es el Club Cavalli, un verdadero tributo a la vida nocturna con sedes en Florencia, Milán y Dubai. Pero este afán por la buena vida no es nuevo. Ya en los años 70, cuando Brigitte Bardot y Sofía Loren solían dejarse caer por la muy visitada boutique que abrió en la playa de Saint Tropez, un joven Cavalli dijo con esa voz rasgada que aún no lo abandona: "La fiesta soy yo". Esta declaración no hizo más que expandir su fama de gozador, pero también le sirvió para echar a correr su nombre hasta bastante más allá de las fronteras de la Riviera Francesa.

Stampa Cavalli
El camino de Cavalli hacia la fama comenzó en los años 60 cuando, con una licenciatura en Bellas Artes bajo el brazo, decidió juntar los dos mundos creativos que había visto en su familia: el modelaje de ropa, asunto al que se dedicaba su madre con una cierta cuota de prestigio en Florencia, y el arte, que aprendió de su abuelo, pintor impresionista cuyas obras aún se pueden ver en la famosa y centenaria Galería de los Uffizi.

Su investigación derivó en un nuevo tipo de estampado -conocido como Stampa Cavalli- que imprime un diseño en algunas partes de la tela o cuero, pero deja otras libres, respetando el tramado del material original. El resultado es un diseño algo desmembrado, pero muy seductor, que imita la naturaleza, pero a la vez aporta un giro creativo.

Cavalli patentó su invento y trabajó al comienzo sobre seda. Pero luego potenció aun más su creatividad utilizando cuero, que por entonces se usaba sólo para hacer chaquetas deportivas, en una gran variedad de prendas. El éxito fue tal que se atrevió a dar el gran paso: desfilar en París. En 1970, hace exactamente 40 años, Cavalli presentó en la capital de la alta costura una colección prêt-à-porter, protagonizada por vestidos de cuero, trajes de baño y los jeans más ceñidos que hasta entonces se habían visto. Fue la piedra que sentó las bases de su éxito internacional, y por eso el diseñador ha decidido que ese desfile marque el comienzo de su carrera. Y hoy, 40 años después, celebra con un nuevo logo que alude a este aniversario, un atractivo museo virtual instalado en su página web oficial y una serie de entrevistas-homenaje en las revistas de moda más importantes del mundo.

"Me alegro de haber empezado en los 70", confiesa con algo de nostalgia en Harper´s Bazar, mientras fuma uno de esos nuevos cigarros electrónicos. "Fueron años estupendos. Entonces la moda era un arte, mucho más que hoy. Las mujeres compraban vestidos porque eran piezas bonitas y querían lucirlas, no por una etiqueta. Con la moda de hoy pasa como con la pintura: la gente compra un cuadro sólo por la firma que lleva. Además, es decepcionante que me copien. Entiendo que lo haga Zara o H&M, pero no diseñadores grandes. Yo no soy un gran pez de la moda, soy un pez mediano, pero hay muchos peces chicos que son venenosos", dice. Y agrega una potente confesión: que si el día de mañana lo atropella un auto, nadie lo sucederá en la casa de moda Cavalli. El nombre, dice, morirá con él.

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