Terremoto en Nepal: la lucha contra el tiempo de los rescatistas

Cientos de personas trabajan frenéticamente en la búsqueda de sobrevivientes bajo las ruinas de las ciudades.




Alojamientos, combustibles, alimentos, medicinas, electricidad, noticias, socorristas: todo escaseaba el lunes en la capital de Nepal, donde la gente buscaba a sus seres queridos, removí­a escombros en busca de sus pertenencias y buscaba satisfacer de cualquier manera las necesidades de sus familias. En el campo la situación era aún peor.

La cifra de ví­ctimas mortales del terremoto de Nepal superó las 3.700 personas, y el macabro recuento podrí­a dispararse aún más dependiendo del estado en que se encuentren las vulnerables localidades de montaña a las que los rescatistas intentan acceder todaví­a dos dí­as después del potente terremoto que arrasó este paí­s del Himalaya.

Los reportes recibidos hasta el momento por el gobierno y grupos de ayuda sugieren que muchas comunidades ubicadas en las laderas de las montañas están devastadas o intentando hacer frente a la situación. Udav Prashad Timalsina, el máximo funcionario del distrito de Gorkha, cerca del epicentro del sismo del sábado, dijo que necesitaban ayuda desesperadamente.

"Hay gente que no está recibiendo comida ni refugio. He tenido informes de pueblos donde el 70% de las casas quedaron destruidas", explicó.

Agregó que en el distrito se ha conformado la muerte de 223 personas, pero cree que "el número podrí­a aumentar porque hay miles que están heridos".

El terremoto del sábado, de magnitud 7,8, sembró el terror en Katmandú, en localidades más pequeñas e incluso en las laderas del monte Everest, donde provocó una avalancha que enterró parte del campamento base lleno de escaladores extranjeros listos para intentar hacer cumbre en el pico más alto del mundo.

Timalsina dijo que en su región no se habí­a recibido suficiente ayuda del gobierno central, pero Jagdish Pokhrel, un vocero de ejército claramente agorado, dijo que casi todos los 100.000 soldados de que dispone estaban implicados en operaciones de rescate.

"Tenemos al 90% del ejército ahí­ fuera trabajando en búsquedas y rescates", declaró. "Estamos centrando nuestros esfuerzos en eso, en salvar vidas".

La policí­a de Nepal dijo el lunes en un comunicado que el ní­mero de ví­ctimas mortales en el paí­s subió a 3.617. Esta cifra no incluye los 18 muertos confirmados tras la avalancha del Everest, de quienes lleva la cuenta una asociación de montañeros. Otras 61 personas fallecieron en la vecina India y China reportó 20 muertes en Tí­bet.

De las ví­ctimas, bastantes más de 1.000 se registraron en la capital, Katmandú, donde el lunes se impuso una extraña calma.

Decenas de miles de familias durmieron al aire libre por segunda noche consecutiva, por temor a las réplicas del sismo que no han cesado. Acampados en parques, plazas abiertas e incluso en un campo de golf, se tumbaron cerca de sus hijos pequeños o mascotas para soportar mejor las frí­as temperaturas nocturnas del Himalaya.

Se despertaron con el sonido de perros aullando y martillos percutores. A medida que la primera luz del dí­a se extendí­a por los lugares donde hay edificios derrumbados, voluntarios y rescatistas desplazaban con cuidado losas de concreto y ladrillos rotos que se mezclan con las humildes pertenencias de quienes allí­ viví­an: ollas y sartenes, un cuaderno morado decorado con mariposas, un poster de un culturista enmarcado y muchos zapatos.

"Es abrumador. Hay demasiado en lo que pensar", dijo Bijay Nakarmi, de 55 años, lamentando la muerte de sus padres, cuyos cuerpos fueron recuperados entre los escombros del que un dí­a fue un edificio de tres plantas. Su madre falleció electrocutada por un cable de alta tensión en la azotea mientras que su padre quedó aplastado al caerle encima una escalera.

Pasaron solo unos dí­as desde la última vez que los vio — para el Dí­a de la Madre en Nepal — cuando compartieron una alegre comida familiar.

"Tengo sus cuerpos en el rí­o. Están descansando hasta que los familiares puedan venir al funeral", contó Nakarmi mientras los operarios seguí­an buscando a otras cinco personas enterradas bajo los escombros.

El administrador jefe del distrito de Katmandú, Ek Narayan Aryal, dijo que el lunes se estaban entregando tiendas de campaña y agua en 10 puntos en la ciudad, pero que las réplicas elevaron el nivel de nerviosismo de la población.

"Ha habido casi 100 terremotos y replicas, que están dificultando las labores de rescate. Incluso los rescatistas tienen miedo y huyen de ellas", explicó.

"No nos sentimos para nada seguros. Ha habido muchas réplicas. No paran", declaró Rajendra Dhungana, de 34 años, que pasó el dí­a con la familia de una sobrina a la que incineraron en el Templo Pashuputi Nath en Katmandú.

Humo blanco y acre salí­a del templo hindú, el más venerado de Nepal. "He visto arder a cientos de cuerpos", apuntó Dhungana.

La capital nepalí­ se compone de una colección de pequeños y mal construidos edificios de apartamentos. Sin embargo, fuera de los vecindarios más viejos, muchos en Katmandú estaban sorprendidos por la manera en que algunas estructuras modernas se derrumbaron en el terremoto.

El lunes por la mañana, algunas farmacias y tiendas de alimentos básicos abrieron sus puertas mientras panaderí­as empezaban a ofrecer pan fresco. Con las lí­neas eléctricas todaví­a caí­das, conexiones telefónicas irregulares y casi sin acceso a internet, los residentes estaban especialmente ansiosos por comprar los periódicos de la mañana.

Grandes filas de personas desesperadas por conseguir combustible esperaban fuera de las gasolineras; los precios son los mismos que antes del terremoto.

"No estamos subiendo los precios", dijo Shyam Jaiswal, un vendedor de fruta. "Ese serí­a un beneficio ilegal e inmoral".

A medida que empieza a llegar ayuda de una docena de paí­ses, trabajadores de emergencias advirtieron también de que la situación podrí­a ser mucho peor cerca del epicentro. El Instituto Geológico de Estados Unidos dijo que el foco del sismo estuvo cerca de Lamjung, a unos 80 kilómetros (50 millas) al noroeste de Katmandú. Aunque no está muy lejos, las malas carreteras y las escarpadas montañas complican el acceso a Lamjung. Incluso antes del sismo, el viaje en coche desde Katmandú a determinadas zonas de la región podí­a tomar seis horas. Ahora, se cree que la mayorí­a de las pocas carreteras existentes están cortadas por pequeños deslaves.

El temblor fue el peor de los registrados en el paí­s en más de 80 años. Destruyó áreas completes en los vecindarios más antiguos de la capital y fue lo suficientemente fuerte como para hacerse sentir en partes de India, Bangladesh, la región china de Tí­bet y en Pakistán. Hasta el momento el peor sismo en la historia nepalí­ era el de 1934, de magnitud 8,0 y que destruyó casi por completo las ciudades de Katmandú, Bhaktapur y Patan.

La tragedia ha puesto una enorme presión sobre los recursos de este paí­s pobre más conocido por el Everest, el pico más alto del mundo. La economí­a de Nepal, una nación de 27,8 millones de habitantes, se basa principalmente en el turismo de montaña y los ascensos al Himalaya.

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