Columna de Diana Aurenque: “Menos Twitter, más pies en el barro”



Más o menos esas fueron las palabras del Presidente Boric en una de sus últimas visitas a una de las comunas más golpeadas por el sistema frontal en la Región del Maule. La interpelación es potente y debería ser pensada en toda su amplitud -más allá de alabanzas oficialistas o críticas de la oposición. Más allá de cualquier oportunismo de lado y lado, la demanda envía un mensaje que debería ser oído especialmente por la política: basta de abstracciones y más política con los pies en la tierra.

La interpelación llama a “volver a la tierra” -y nos recuerda así ese famoso imperativo al que nos invitaba Nietzsche con su Zaratustra-. Una invitación que puede sonar extraña, pues, ¿no es obvio que en la tierra siempre estamos?, ¿que es el fundamento elemental que posibilita toda nuestra existencia material?, ¿cómo llamarnos a volver a lo que ya nos sostiene? Por paradójico que sea, la tierra tiende a olvidarse. Y esto no solo lo advierte la filosofía, sino también la política.

Un ejemplo claro de aquel olvido lo planteó agudamente Hugo Herrera en su libro Octubre en Chile (2019). En su diagnóstico sobre las causas del estallido social, Herrera lo comprende como el desajuste entre la “institucionalidad política y económica”, por un lado, y “el pueblo”, sus “anhelos y pulsiones”, por el otro. Concretamente, aquella escisión sería el origen del descontento social, y tendría dos responsables políticos claros: en una vereda estaría la “nueva izquierda” (paradigmáticamente representada por el Frente Amplio) con su moralismo progresista-academicista, y, por la otra, ubica a la derecha economicista que reduce lo político a mera administración técnico-económica. Ambas cometerían el mismo error al comprender al pueblo desde abstracciones y no desde su concreción -sean las idealizadas de la izquierda, o las porcentuales de la derecha-. La crítica merece oídos de ambos lados porque, en resumidas cuentas, nos recuerda que en ambos se olvidó la tierra.

Hoy, más calmado de momento el cielo, donde el barro se seca y se vuelve más firme, aparece la tierra -y de nuevo se olvida-. Peor, la política la olvida. Y se activa de nuevo Twitter por el deplorable caso de Democracia Viva e inicia un nuevo circo simbólico de renuncias, cacerías de brujas y amenazas de acusaciones constitucionales.

Pero abajo sigue la tierra, sosteniéndonos como mejor puede, cayéndose y desmoronándose a veces; recalentada, erosionada y sucia. Una tierra de la que se retiraron 700 toneladas de basura agrupada en las laderas del río Mapocho. Una tierra que dejó en emergencia agrícola a seis regiones del país desde Valparaíso a Biobío y que traerá nuevos gastos por parte del gobierno para evitar el impacto en los precios. Y en esa misma tierra, están los más de 13.000 damnificados por el desborde de ríos y canales. Todos estos permanecen en la tierra, aguardando porque la política no los olvide -de nuevo.

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile

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