Columna de Jaime Bellolio: Caminante no hay camino



Se hace camino al andar, dice la canción de Joan Manuel Serrat, uno de los condecorados en la reciente gira a Europa del Presidente Boric, junto al expulsado juez y activista Garzón.

El caminar zizagueante del Presidente, ese camino que choca de lado a lado entre la tesis de la izquierda socialdemócrata versus la frenteamplista y comunista, se ve como el intento de una improvisada ruta hacia un destino que se desconoce.

Este ir y venir se vio ya en la aprobación del TPP y las side-letters; en el salto desde la retórica de “perseguir por cielo, mar y tierra a los delincuentes” a indultar a delincuentes del octubrismo; en el salto de “no eran 30 pesos sino 30 años” a recordarlos como los que permitieron que seamos “un país que ha mejorado significativamente los últimos años”.

El Presidente usa esta última frase en un encuentro con la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, buscando e impulsando potenciales inversiones en nuestro país, pero luego, como si la ruta estuviese dibujada en la sinuosidad, reconoce en una entrevista a la BBC que “una parte de mí” quiere derrocar el capitalismo. No es superarlo, reformarlo. No. Se trata de derrocarlo.

Salta a la vista la contradicción de querer convocar al país a invertir -más capital, que se transforma en más empleo, emprendimiento e innovación, o sea, más capitalismo- al mismo tiempo que sostener que se quiere -en una parte, al menos- derrocar a ese sistema que permite que esas inversiones puedan llegar y ser fructíferas.

Aclararon que se refería a un “Estado de Bienestar que garantice que (…) cuide y proteja a nuestros compatriotas”. Es decir, su antítesis al capitalismo sería el Estado de Bienestar, cuestión paradójica, ya que todos los países con ese modelo son abiertamente capitalistas y dependen de ese sistema para financiar -a veces con grandes dificultades- los beneficios sociales que otorgan. Oponer capitalismo al Estado de Bienestar es incorrecto.

Esto es particularmente importante cuando conocimos que 1,3 millones de personas vive en la pobreza, cifra que bajó especialmente por beneficios sociales, como el IFE Laboral y la PGU, pero particularmente porque los subsidios fueron correctamente focalizados, a diferencia de lo que nos proponía la izquierda universalista.

El desafío adicional se da porque el 63% de los ingresos del primer quintil proviene de esos subsidios y no de sus ingresos autónomos. ¿Cómo mejorar esta situación? La receta global es clara: buenos empleos formales, crecimiento de los salarios, control de la inflación (de hecho, la pobreza habría sido dos puntos menos si se hubiese mantenido en su ritmo histórico), emprendimiento, innovación e inversión con reglas claras. En suma, lo que en una parte se quiere derrocar.

“Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar” sigue la canción. Es mejor aprender de los errores del pasado para no volver a cometerlos, porque es tiempo de construir más que derrocar.

Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB

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