Convención: Realidad y desafíos

FOTO CRISTOBAL ESCOBAR /AGENCIAUNO

La política chilena del año 2022 estará definida por dos historias. Por una parte, el trabajo de la Convención Constitucional y, por otra, las decisiones del nuevo gobierno. Ambas realidades conviven y se integran; pero el debate constitucional -con todas sus incertidumbres- es el de mayor trascendencia y consecuencias de largo plazo.

Para analizar los desafíos de la Convención en sus próximos meses, resulta imprescindible comprender su realidad actual, a veces algo difusa y, sin duda, compleja.

La Convención presenta, al menos, cuatro características:

  • Es, en primer lugar, una Asamblea de Izquierdas. En estos meses, se ha escrito sobre las eventuales dos almas de la derecha, cuando en realidad es de mucho mayor impacto para el proceso la existencia de cinco o seis tipos de izquierda; no sólo desde la perspectiva de la discusión electoral, sino con efectos mayores para las ideas y el proyecto político que se expresa en el debate y potencial texto constitucional.
  • En segundo término, en la Convención existen múltiples grupos y múltiples intereses. Nadie tiene una mayoría -salvo la izquierda como sector- y las ideas, objetivos y preferencias son extraordinariamente diversas; muchas escritas desde el activismo, con toda la pasión, pero también toda la parcialidad y limitación temática que ello produce.
  • Un gran número de sus integrantes rechaza los últimos 30 años de la historia chilena, pero no sólo su resultado político o consecuencias económicas; también sus categorías intelectuales y, por ello, conceptos como crecimiento, desarrollo productivo, inversión extranjera, estabilidad financiera, respuestas privadas a problemas públicos, tratados internacionales y tantos otros, son extraños o incorrectos para distintos de sus integrantes.
  • Existe en muchos un ánimo refundacional profundo y superior a nuestra historia, que incluye pilares transversales como plurinacionalidad, ecologismo y diversidad (todos en su máxima expresión), habitualmente desconocidos en la construcción clásica de las Constituciones chilenas y comparadas; diluyéndose en su importancia, en cambio, temas como igualdad ante la ley, diferencia jerárquica entre temas constitucionales y legales o límites al poder y capacidades del sector público.

En los próximos seis meses esta realidad y grupo heterogéneo enfrentará cuatro inmensos desafíos:

  • Una presión enorme ante el escaso tiempo restante, donde descubrirá que el 4 de julio se acerca velozmente y aún faltan docenas de audiencias, promesas de participación popular, una consulta indígena difícil de implementar y la discusión de numerosas iniciativas populares de miles de chilenos, junto a cientos de iniciativas e indicaciones de los convencionales.
  • La urgente necesidad de ponerse de acuerdo en la construcción de un texto jurídico, que requiere para aprobar una norma la voluntad de sobre 100 convencionales o la opción que un tercio de ellos pueda evitarlo; con el riesgo constante de un texto inconexo o incompleto, pese a su comisión de armonización.
  • Compatibilizar las expectativas ciudadanas, con la realidad de una Constitución que no puede solucionar todos los problemas y que debe admitir que innumerables temas son propios de leyes o políticas públicas implementadas por futuros gobiernos. Ello, de por sí difícil en los aspectos orgánicos de la Constitución, será aún más complejo en las materias de derechos fundamentales o de medio ambiente y modelo económico
  • Por último, el mayor desafío y el que probablemente determinará su eventual éxito para las próximas cuatro décadas, será superar extremismos y visiones excluyentes, aprender de nuestro pasado y lograr movernos hacia posiciones moderadas o razonables, que es lo que -creo- esperan la inmensa mayoría de los chilenos.

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