Gabriel, el spiderman criollo

"El factor más relevante de la apabullante victoria de Gabriel Boric fue la movilización y apoyo de millones de jóvenes, generalmente apáticos con la política. En el voto millennial se dio un fenómeno cultural que guarda paralelos con el superhéroe de su generación".



Superman llenó la taquilla en los años de los baby boomers. Entre 1978 y 1987, Christopher Reeve en Superman I, II, III y IV marcó el fin de la Guerra Fría. Un extraterrestre del planeta Krypton, criado en la rural Smallville, con poderes fantásticos, intentaba su suerte como periodista en Metrópolis, como los millones que llenaron las grandes urbes en el periodo de postguerra. Enamorado de Luisa Lane, independiente y valiente periodista que enfrentaba a los malvados con su mejor arma: la libertad de prensa. Sus fantásticos poderes, sus valores campechanos, su bondad absoluta y carácter educado encarnaba la lucha idealista de la democracia liberal contra la tiranía soviética.

El mismo año de la caída del muro de Berlín, Batman batió el récord de Superman (US$411 vs 300 millones de taquilla) e inauguró una nueva saga (1989, 92, 95, 98). La Generación X inmortalizó un superhéroe radicalmente distinto. Un ser humano, lleno de traumas, billonario, nacido y criado en Gotham City, de una convicción incorruptible. Un crudo realismo donde la tecnología, el capital y la disciplina luchan contra el desenfreno y pillería prevalentes en las calles -el Guasón- y el gobierno -el Pingüino-. Es la versión popular del fin de la historia de Fukuyama, con todas las contradicciones de la victoria del capitalismo, que encanta y atemoriza.

La generación del Presidente electo y su banda, nacidos en los 80s, levantó a Spiderman. Su estreno de 2002 marcó inéditos récords, doblegando la taquilla de Batman. El superhéroe millennial tiene poco en común con Batman y Superman. Es un joven cualquiera. Promedio. Nada especial. Tímido, flacucho, con mala vista y poco carácter. Ignorado por su enamorada y vecina Mary Jane Watson. Con una tía cariñosa y un tío Ben que intenta educarlo en la sabiduría y el rigor.

El origen de los poderes de Peter Parker es haber estado en el lugar y momento precisos cuando (por azar) lo picó una araña genéticamente modificada. A cualquiera le podría haber pasado. Y como cualquiera podría haber sido el Hombre Araña, todos podríamos ser un superhéroe.

El factor más relevante de la apabullante victoria de Gabriel Boric fue la movilización y apoyo de millones de jóvenes, generalmente apáticos con la política. En el voto millennial se dio un fenómeno cultural que guarda paralelos con el superhéroe de su generación.

Entre las cualidades del Presidente electo es difícil listar grandes adjetivos. Boric no es Macrón, brillante intelectual con precoces logros profesionales y políticos. Boric no es Trudeau, nacido en 24 Sussex Drive cuando su padre era Primer Ministro (Canadá aún lo recuerda de bebé). Boric no es Kennedy, héroe de guerra, graduado de Harvard y premio Pulitzer. Sin duda Boric tampoco es Kim Jong-un.

La campaña reveló su vago entendimiento de la economía y dificultad con las grandes cifras. Pero también una capacidad para disculparse sin timideces después de cometer un error y una labia a flor de piel. No dudó en moderar su discurso cuando entendió que era lo necesario para asegurar su victoria. Hizo públicamente ejercicio de dos de los tres derechos de Humberto Maturana: equivocarse y cambiar de opinión. En el imaginario, su juventud y trivialidad son parte de su fortaleza. Por ello, las críticas que cuestionaban su capacidad de gobernar y sus errores no le hicieron mella.

Y es que cualquiera podría haber sido Gabriel. Un estudiante promedio, como los millones de graduados de nuestro sobrecalentado sistema de educación superior. Los mismos que se sienten frustrados con las dificultades de la vida adulta y dispuestos a luchar contra quienes dominarían el sistema. Los mismos que salieron a votar por él. Todos podríamos haber sido Gabriel.

Ese imaginario acarreó a las urnas un inédito número de jóvenes que dispararon la participación electoral y le dieron una apabullante victoria al Presidente electo.

Sin embargo, el imaginario colectivo sobre Gabriel corre peligro. El manto del poder es pesado. Las decisiones que se toman son peliagudas y las promesas hechas son muchas. Boric, en palabras de Arturo Fontaine, “más que hechura de estadista, tiene hechura de caudillo. Lo suyo es la palabra y el contacto humano”. Puede desinflarse rápidamente si se distancia de la gente, o peor, si se cuestiona su honra. El poder, el protocolo y todo lo que huele a estadista pueden socavar su apoyo. Y, ese apoyo puede esfumarse si su honestidad y la de su grupo se cuestionase en episodios similares a los de Karina Oliva. Porque erramos todos, pero mentir o robar nos es ajeno.

La generación de la Concertación también vivió su épica. De alguna manera, su batalla tuvo tintes del idealismo de Superman contra el régimen de Pinochet. Sin embargo, cuando llegaron al poder fueron realistas y prácticos. Supieron guardar a Superman en sus corazones y lidiar como Batman con los aspectos prácticos de gobernar.

Ya veremos si Gabriel seguirá el consejo del Tío Ben, “con un gran poder viene una gran responsabilidad”, o si su juventud, divino tesoro, será una decepción más para un Chile anhelante de esperanza.

Juan Ignacio Eyzaguirre

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