Una mejor oportunidad

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Por Hna. Nelly León

Las cárceles vuelven a estar en la noticia. Para lo que estamos vinculados al mundo de los y las privados/as de libertad, nada de lo que se dice en el reciente informe del INDH, sobre la realidad de las cárceles en Chile nos sorprende.

Las condiciones infrahumanas en las que viven los internos e internas de nuestro país, no se condicen con el Chile que soñamos, más inclusivo, participativo y justo. Estos hombres y mujeres están “invisibilizados/as” e ignorados/as por gran parte de la sociedad y por el Estado, porque a pesar de que se han dado algunos pasos, se ha convertido en un mal endémico. Somos dos países en un mismo territorio, uno miserable que vive muy pobremente y otro que vive muy bien en sus zonas de confort; pero pareciera que nos tranquilizamos, porque nuestras cifras de pobreza van disminuyendo.

La población penitenciaria, se compone en general de personas pobres, muy pobres, vulnerados desde la cuna, de baja escolaridad, de hogares monoparentales y de familias disfuncionales. En el caso de las mujeres que son madres - la mitad de ellas presas por “microtráfico” de drogas para alimentar a su hijos/as - sufren una triple condena: agregan a su pena dada por los tribunales, los juicios que hacemos como sociedad y la más fuerte la separación de los que dependen de ella. Como agravante, desde la cárcel ven con dolor, que esos hijos/as adolescentes sin su madre al lado, están en inminente peligro de caer en manos de la droga y la delincuencia.

Son muchos los que piensan que todo se resuelve aumentando las penas y ojalá con el castigo más severo y/o construyendo mas cárceles. Es sabido que muchas de las cárceles son las escuelas del delito y que el encierro no es la solución.

Desde nuestra experiencia invitamos a los y las líderes políticos y a quienes toman las decisiones en el país a conocer cómo se vive en una cárcel. Les invitamos a pasar las rejas, a observar, a escuchar junto con decidir sobre esta dura realidad. El mundo penitenciario tiene que estar a la altura del Chile de hoy, con políticas modernas e innovadoras.

La experiencia internacional nos ha demostrado que los programas de inserción e inclusión (no de reinserción porque muchos de esos hombres y mujeres nunca estuvieron insertos en la sociedad) y de acompañamiento, son la única vía para reconstruir y restaurar a miles de seres humanos que cometieron un delito, que se equivocaron; pero que tienen derecho a una segunda oportunidad y a ser parte de esta sociedad. La solución no es que “se sequen en la cárcel” como suele escucharse.

En la Fundación Mujer Levántate llevamos 13 años preparando a mujeres privadas de libertad, para su vida cuando vuelvan al medio libre; a través de programas intra y post penitenciarios. Con un equipo de profesionales muy dedicado hemos logrado que - de las internas que han participado - solo un 6% vuelva a tener una nueva condena, comparado con el 38% que son las cifras a nivel nacional.

Se va a empezar a discutir en el Parlamento una gran reforma al Código Penal. Quienes trabajamos con privadas de libertad, tenemos una petición a los legisladores, como mínimo para comenzar a humanizar el sistema. Como nos parece inhumano que una madre con hijos pequeños esté en la cárcel, quisiéramos que, o sean condenadas a penas alternativas a la prisión o se postergue el cumplimiento de su pena hasta que sus hijos sean autovalentes. Esto no significa que las mujeres que hayan delinquido no tengan castigo; sino que su sanción sea diferente.

Hacemos un llamado a la ciudadanía a tener una mirada mas amplia, más humana, más justa, más amorosa y al mismo tiempo más moderna, donde la centralidad sea la dignidad del ser humano, respecto de nuestro sistema carcelario y especialmente de las madres presas y sus hijos/as pequeños/as.

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