Francisca Sutil: la artista del silencio

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Es de las chilenas más cotizadas en el mercado internacional de la pintura y tiene fuerte presencia en Nueva York, donde se formó. Pero, desde el comienzo, eligió el silencio como estrategia artística y existencial. Hoy Francisca Sutil (64) vive con dos perros en un campo cercano a Catapilco y allí sigue explorando los misterios del arte abstracto. Su obra en papel se exhibe en galería Patricia Ready hasta el 25 de noviembre.




Paula 1212. Sábado 5 de noviembre de 2016.

Dos labradores negros corretean tras Francisca Sutil. Bajan y suben atravesando la verde quebrada que separa su casa del taller donde pinta. Herencia viva de su padre –el ex alcalde de Zapallar, Juan Sutil–, los perros son los fieles compañeros de esta vida que la artista se armó en el mismo lugar y año en que él murió: en 2012, en el fundo de la familia que está cerca de Catapilco. Aquí su hija Olimpia Lira, quien es arquitecta, le construyó una casa para que viniera los fines de semana, utilizando materiales de demoliciones y objetos reciclados. Altísima y espaciosa, la casa es un galpón luminoso que funciona con agua calentada en una cocina a leña. Justo cuando la había terminado, le pidieron que devolviera el taller que arrendaba hace 15 años en el sector de Providencia, en Santiago, donde vivía. Entonces decidió construirse su propio taller acá en el campo y se trasladó con todo. "Tenía el proyecto de venirme a vivir acá cuando cumpliera los 70, pero pasó que me vine a los 60. Se me adelantó el proceso".

Criada en una familia de siete hermanos, Francisca creció en Vitacura y estudió Arte en la Universidad Católica, en los turbulentos años de la UP y del Golpe de Estado. A los 25 años se fue a Nueva York, casada con el también artista Benjamín Lira, con quien tuvo a su única hija. Allá le fue bien, se formó en el Pratt Institute, exhibió en museos y galerías, vendió en la casa de subastas Sotheby's, conoció a curadores y coleccionistas y fue fichada por la galería Nohra Haime, que ya entonces tenía un prestigio ganado. También hizo relaciones personales significativas, como fue su estrecha amistad con Juan Downey, uno de los artistas chilenos más notables, pionero del video arte a nivel internacional. Tras 15 años allá, regresó a Chile y se separó. Entonces comenzó de nuevo.

Tu traslado a Nueva York, justo a comienzo de los 80, coincide con el boom del mercado internacional de la pintura. ¿Cómo lo viviste?

Fue muy estimulante. Hubo mucha efervescencia y movimiento, surgieron revistas de arte, se activó el coleccionismo. Nosotros éramos súper jóvenes, pero rápidamente nos integramos a esa racha y comenzamos a participar en exposiciones con artistas de allá y también a vender.

¿Y por qué regresaron a Chile?

Por nuestra hija, para que se criara con primos, tíos, abuelos y con más contacto con la naturaleza. Pero en el avión de regreso decidimos separarnos. El primer tiempo en Chile fue difícil, quedé un poco perdida. Tenía claro que tenía que continuar con mi trabajo de taller acá y, durante muchos años, viajé con frecuencia a Nueva York, donde tengo una amiga íntima que me recibe en su departamento.

Y sigues trabajando, desde hace 30 años, con Nohra Haime. No es frecuente ahora ver a artistas que permanezcan tanto tiempo con una galería.

Ella se la ha jugado harto por mí y ha sido un gran respaldo. Ha respetado mi ritmo y mi manera de trabajar. Jamás he hecho una obra para una muestra ni para vender. Yo trabajo, hago mis cosas, y cuando tengo algo listo le aviso a mi galerista y planificamos una muestra. Con ella exhibo cada dos o tres años y también me lleva a ferias.

Te has mantenido vendiendo obras fuera y dentro de Chile, de manera bastante constante. ¿Has tenido suerte?

Sí, acá he expuesto y he vendido obras, también he trabajado con Tomás Andreu, y ahora inicio una relación con Patricia Ready. Me siento muy agradecida de poder vivir de mi trabajo, pero creo que también es el resultado de la disciplina que siempre he tenido. Cuando estaba en Nueva York veía mucho carrete y nunca participé. Me daba vergüenza ajena ver a artistas que se quedan pegados en el trago y la fiesta. Siempre sentí que eso era una pérdida de tiempo y que yo tenía que poner toda mi energía en mi trabajo, aunque eso significara sustraerme de muchas cosas.

Encerrarse es buen negocio, entonces. Porque también hoy el arte implica mucha gestión, lobby, relaciones.

Encerrarse y salir cuando es necesario. Porque también hay que apoyar a las personas que se la juegan por ti y a veces hay que estar. A mí me choca un poco en Chile cuando los artistas tienen obra en Ch.Aco y no aparecen en la feria, no están cuando la gente quiere saber más de su obra. Una vez le pregunté a uno por qué no iba y me respondió que era "demasiado comercial". Si estás en una feria es para vender y pienso que hay que asumir los compromisos, como atender a los posibles compradores. Hacer lo necesario.

¿Lo estrictamente necesario?

O sea, lo que no te haga perder el centro, que es tu trabajo. Porque uno necesita estar concentrada. Nunca he gastado energía buscado conocer a dealers o coleccionistas, o yendo a inauguraciones o cenas con ese fin. Incluso creo que a veces he perdido oportunidades porque significaban alejarme de mi rutina de trabajo. Entonces no, gracias. Además, les tengo rechazo a las relaciones utilitarias, honestamente no sé enfrentar ese tipo de situaciones.

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"Me vine a vivir al campo a los 60. Se me adelantó el sueño que tenía de llegar a los 70 en una zona de paz, oyendo a los pájaros, siendo un conejo más de la naturaleza. Curiosamente, muchas mujeres artistas que admiro han terminado viviendo alejadas de la ciudad y sus ruidos".

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Nueve meses callada

Voluntarista, perseverante y elegantemente tímida: así es Francisca Sutil. Y es lo que se traduce en la muestra que ahora tiene montada en la galería Patricia Ready, titulada La voluntad del silencio. En ella, la artista reafirma su fidelidad al lenguaje de la abstracción, en el que se ha mantenido disciplinadamente por 40 años, escuchando su propio instinto y saltándose modas y tendencias. La exhibición ocupa las dos salas de la galería con alrededor de 100 obras realizadas sobre papel desde 1976 hasta ahora. Incluye trabajos que hizo mientras estudiaba en la Universidad Católica (donde se especializó en Grabado), obras que realizó cuando estuvo en el Pratt Institute de Nueva York y también su trabajo actual. La mitad de lo que se exhibe nunca se ha mostrado en Chile. Su última serie, y la más desconocida, se titula Mute (Mudo) y consiste en pinceladas repetitivas que, una tras otra, construyen una trama de signos gráficos indescifrables. "El nombre viene de la primera vez que me preguntaron de qué se trata esto dije 'Mute': no quiero hablar de mi trabajo".

Es una obra que se realiza en el hacer, en la mano que se mueve, en una gestualidad.

Y ese gesto, que ahora hago como un trazo repetitivo, va marcando un ritmo, es como medir el tiempo.

Qué impresionante lo pegada que has sido, en el sentido de perseverar en la misma exploración del arte abstracto.

Sí, fíjate que debe ser así. Hace dos años en Londres iba caminando con una amiga por un barrio bohemio y vi un letrero que decía "perseverance". Un tiempo después, mi amiga me lo regaló. Debe haber visto la cara que puse cuando lo vi, porque volvió al lugar, lo compró y me lo regaló.

Perseverar en el hacer, más que en hablar.

Claro, pero en esa perseverancia, en esa continuidad del trabajo, también hay muchos cambios. Desde chica tuve una preocupación muy profunda respecto de hacerse cargo de la propia conciencia y evolucionar como persona. Me daba cuenta de que estar bien era mi responsabilidad y que no dependía de cosas externas. Siempre imaginé que la felicidad era hacer lo que me gustara, o al menos intentarlo. Y es lo único que me ha interesado en la vida. Mi trabajo de arte se trata de eso: de un movimiento evolutivo que es resultado de mis procesos y de los cambios biográficos.

¿Ya tenías esa actitud cuando estudiabas en la Católica en medio de la transición entre la Unidad Popular y la Dictadura?

Fueron tiempos difíciles. Había harto caos, desorden. Ibas a la Librería Nacional y no había papeles, ni lápices, nada.

¿No tuviste conflictos por posiciones políticas distintas?

No. En general, era muy metida en mis cosas, pero vengo de una familia muy librepensadora, donde se hablaba de todo y obviamente era consciente de la gravedad de los hechos que sucedían en el país. Había un ambiente movido en la universidad, se vivía un clima de conflicto político, pero eso nunca traspasó las relaciones entre los compañeros.

¿No tomaste una postura política?

Cuando entré a estudiar mi utopía era que el arte podía cambiar el mundo, pero a poco andar me di cuenta de que no cambiábamos nada y tampoco era nuestra responsabilidad. Entonces renuncié al discurso narrativo y a las explicaciones. Asumí mi trabajo como un ejercicio de autoconciencia.

"En 2007 me fui sola a europa a mirar pinturas del siglo XIII al XVIII y dormí en puros conventos de monjas. Debo haber pasado 9 meses sin hablar con nadie. Estaba en un momento complicado, vulnerable. Necesitaba estar sola y sanarme. Y funcionó".

Esta serie sobre el silencio comenzó en 2009.

Fue tras ocho meses de sequía, sentí que había llegado al final de un ciclo. Un día llegué al taller y un poco en plan de broma me dije a mí misma: "¿Qué se hace cuando uno parte de cero? Hace palotes". Y comencé a hacer esos palotes que uno hacía cuando niña, para entrenar la mano. Y así esta serie parte de la idea de un gesto simple, que se repite y se va perfeccionando. Es un gesto, no significa nada, no tiene ninguna explicación, pero sí tiene un desarrollo. Cuando me exigen explicaciones siento que traiciono el trabajo.

Antes de comenzar este trabajo estuviste también mucho rato, literalmente, callada.

Eso fue el 2007. Me fui sola a Europa a mirar pinturas del siglo XIII al XVIII y dormí en puros conventos de monjas. Debo haber pasado 9 meses sin hablar con nadie.

¿Por qué te fuiste?

Estaba en un momento personal complicado, me sentía vulnerable. Necesitaba estar sola y sanarme. Y funcionó.

Decías que ahora, sola en el campo, sientes que se te adelantó la "jubilación": tu proyecto de retiro ocurrió antes.

Se me adelantó el sueño que tenía de llegar a los 70 en una zona de paz, oyendo los pájaros, siendo un conejo más de la naturaleza. Curiosamente, muchas artistas que admiro han terminado viviendo alejadas de la ciudad y sus ruidos.

Ser mujer, tener sobre 60, estar sola. Es algo que hay que administrar, para no caer bajo los yugos del bisturí.

Lo encuentro terrible, es no tener la capacidad de aceptar y fluir con los procesos naturales. No hay que operarse nada ni sacarse nada: la naturaleza es la que es. Pero sí creo que uno, a cualquier edad, tiene que seguir trabajando en lo propio, intentar desarrollar al máximo el potencial de lo que uno es, y eso es también estar siempre buscándose. Hay épocas largas de sequía, meses después de terminar una serie puedes quedarte en nada, y no sabes qué viene después. Ahí hay que tener paciencia.

Ponerse "mute".

Hay una liberación también. Cuando era más joven hacía mil cosas distintas, pero ahora la intensidad que tengo por dentro es mucho más fuerte. Es otro tipo de intensidad. El silencio tiene que ver con la tercera edad. Porque existe una cuarta edad pero, al menos yo, estoy en la tercera.

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