Relaciones de pareja cuando eres ciega: “En toda mi adolescencia solo un chico se atrevió a decirme que le gustaba”




“Nací ciega y mi mamá se dio cuenta cuando yo tenía tres meses, porque se me iban los ojos para atrás y no lograba fijar la mirada. A los dos años supimos que podía ver la luz y me pusieron parches, pero nunca logramos identificar del todo a qué se debía mi ceguera. En la medida que fui creciendo, descubrí que habían ciertas cosas, como las formas y los colores, que podía ver, especialmente cuando mis ojos no estaban fatigados, pero también eso se daba porque de chica ejercitaba la vista y me obligaba a utilizarla más. Ahora, entre el bastón y el braille, no la ejercito tanto, entonces es menos lo que logro ver.

En cierto sentido, esta ceguera parcial es parte de mi vida y por ende hay ciertas cosas en las que no me ha afectado. Creo que me afecta cuando considero el entorno social, porque finalmente han sido los estigmas los que han tenido un impacto en mi vida. Y eso se debe a la poca educación y la poca interacción que se da entre ciegos y no ciegos. A eso se le suman las iniciativas como la Teletón, que al final refuerzan los prejuicios y la discriminación, porque contribuyen a infantilizarnos, desde una mirada adultocentrista.

Se suele pensar que los que tenemos distintas capacidades somos infantiles, y por ende no ejercemos o comprendemos la sexualidad. Nos ven como personas que no tienen deseo o que no pueden ser deseadas y se nos margina de ese imaginario sexual. Por eso, la configuración de nuestra vida afectiva y sexual, y nuestro proceso de autodescubrimiento, muchas veces parte de manera tardía y desde un lugar lleno de prejuicios, tabúes y desinformación. Yo recién hace poco me empecé a identificar como persona ciega, y hay muchas cosas que recién estoy viviendo. Aprendí a sonreír hace tres años, cuando tenía 22, porque mis compañeras de la universidad me enseñaron a hacerlo.

En ese sentido, hay muchas experiencias que nunca tuve, especialmente en el ámbito afectivo. Cuando era adolescente, mientras todas mis amigas empezaban a pinchar y a salir, yo era la buena onda que los acompañaba. Debe haber habido solo un chico que se atrevió a decirme que le gustaba. Para el resto, antes que ser persona, tengo una discapacidad.

Y es que a lo largo de mi vida, son muy pocos los hombres que se me han acercado para intentar establecer un vínculo. Si lo han hecho, ha sido antes de darse cuenta que soy ciega. Cuando finalmente lo detectan, no saben cómo proceder o se incomodan. Una vez alguien me dijo que no sabía cómo relacionarse conmigo, y otro me dijo que le daba miedo lo que pensarían los demás si es que se relacionaba con una mujer ciega. Otros tanto nunca me lo dijeron y entonces yo nunca supe que sentían algo por mí.

Muchas veces no se entiende que cuando una no ve, hay que ser más explícitos. Pero la gente no acostumbra a serlo. Todo es una insinuación, o una mirada, o un acercamiento. Con los ciegos, en cambio, hay que ser más directos. Por eso al final terminan relacionándose con otros ciegos, porque se van diciendo las cosas. Pero todo esto no debiese ser un tema, solo que se ha vuelto un tema socialmente. No debiese haber falta de información, no debiese haber tanto miedo, y no puede ser que la única opción viable sea que una persona vidente esté solo con videntes y los ciegos estén solo con los ciegos.

Durante mucho tiempo, el hecho de no haber vivido experiencias amorosas me afectó la autoestima. En mis 25 años nunca he tenido una pareja, y confieso que antes sentía que podía ser un problema mío. Me preguntaba si no era lo suficientemente linda, simpática o inteligente. Sentía que asustaba a los demás y a eso se le sumaba los comentarios de personas mayores que decían que yo era una solterona amargada y que decía las cosas de frente. Esa es una mentalidad muy antigua que por suerte ya está cambiando. Pero sí, todo eso contribuyó a que en algún minuto dudara si en realidad el problema era yo.

Y es que la noción que tengo de mí misma siempre se ha basado mucho en lo que me dicen los demás. Pregunto y trato de que me expliquen lo mejor posible, como por ejemplo cuando mi mamá me explicó cómo era guiñar el ojo, cosas simples que yo no tenía del todo claro. Hay mucho de eso, de que te van diciendo las cosas, pero también hay una auto exploración y un reconocimiento desde el tacto y los otros sentidos. A mí me gustaba mucho sacar fotos cuando era chica y le sacaba fotos a mi cara y a mis ojos, que luego lograba percibir a través de la pantalla de la cámara. De esa manera, entre una cosa y otra, se da paso a un proceso de autoconocimiento, un poco más tardío y con otros tiempos.

Me hubiese gustado que me dijeran eso de chica, para no frustrarme. Porque al final, cada uno tiene sus tiempos, independiente de si hay una discapacidad o no. Hay millones de jóvenes que tampoco tuvieron experiencias amorosas y afectivas, por distintos motivos, y eso no los hace menos personas. Muchos que han tenido la experiencia de vida que tuve yo. A veces pienso que me gustaría tener pareja, o la experiencia de compartir íntimamente con alguien de manera más esporádica, pero también sé que eso no determina mi valor o mi autoaceptación. Mi percepción de mí misma y mi amor propio no dependen del resto, ni de haber tenido muchas parejas o no. Mi proceso es mío y lo valoro así tal cual. A los que tenemos distintas capacidades, muchas veces van a intentar rehabilitarnos, normalizarnos o ocultarnos, porque si no somos extraños, pero hay que saber que esos son prejuicios y no podemos dejar que nos afecten”

Estefi Leiva (25) es psicóloga educacional.

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