"Soy simplemente Carlos"

Recorre caminos polvorientos en su camioneta dorada hasta su viña en Santa Cruz. Sube a su teleférico. Corta y huele flores. Visita su museo. Pilotea su helicóptero. Cuenta que rompió su amistad con Piñera, critica a los empresarios y se declara un hombre feliz. Esta es la crónica de una periodista intentando hilar una entrevista con un vertiginoso Carlos Cardoen, quien, a sus 62 años, está dejando sus negocios en manos de sus hijos y repartiendo parte de sus bienes. "Estoy descargando la mochila", dice.




Paula 1162. Sábado 6 de diciembre de 2014.

La camioneta Mitsubishi dorada de Carlos Cardoen (62) huele a centolla y él, inmaculado, de chaqueta de tweed, pantalones color crema, colleras doradas y un pañuelo de seda al cuello, prende un incienso para difuminarlo. Es el olor de las centollas que se trajo el día anterior desde Chiloé, donde acaba de construir su última casa –una que fabricó en Vichuquén, trasladó y rearmó en Quemchi– y donde está juntando hectáreas de bosque nativo virgen para proteger al pudú.

¿Por qué quieres proteger al pudú?

Porque sí. Porque me gusta. Porque tengo ganas.

Carlos Cardoen, ingeniero civil en minas y empresario que en los años ochenta fue uno de los principales fabricantes de bombas de racimo del mundo, enciende el motor y enfila por las callejuelas de Santa Cruz, su pueblo natal, hasta la carretera que lo lleva a su viña en la localidad de Lolol donde tiene teleférico, restorán, aldea indígena y un museo del automóvil. Vertiginoso en su actuar, va de un lugar a otro, deteniéndose donde su impulso determine, saltando de un tema a otro, sin profundizar demasiado en ninguno. Y diciendo, muchas veces, que es feliz. Ahora pasa frente a la iglesia y la municipalidad reconstruida y advierte: "Por aquí pasó un terremoto que destruyó todo el pueblo, acá no quedó nada, ahí no quedó nada, una desolación tremenda".

Has sufrido tus terremotos personales, también.

No tanto.

Un cáncer al colon, ya avanzado y con metástasis, se le reveló hace unos once años. La primera alerta fueron unos dolores en el estómago. Llamó a un amigo cardiólogo y él lo mandó a hacerse exámenes. Apenas estuvieron los resultados, este voló en avioneta a Santa Cruz para darle la mala noticia. "A sangre de pato como me gusta a mí", cuenta Cardoen. Le dijo que tenía un cáncer gravísimo y que tendría que operarse en dos días, que ya le tenía el equipo médico armado. Carlos Cardoen supo que su cáncer era terminal cuando le dieron tres meses de vida. Se resistió. "De esta huevá no me muero. ¡No! ¡No! ¡No! Están locos. Hagamos lo que haya que hacer", les dijo a los médicos. Y le sacaron la mitad del colon, la mitad del hígado y le quemaron los tumores; tuvo que someterse a intensas sesiones de quimioterapia e, incluso, a tratamientos experimentales con dosis prolongadas del medicamento avastin. "Estaba pelado como la lengua", dice pasándose la mano por su frondosa cabellera blanca. "Pero nunca lo he pasado mal, con cáncer o sin cáncer. Mucha gente me dice: 'es que tú, viejo, tuviste cáncer y te salvaste, y después de eso, tiene que ser distinta la visión de la vida'".

¿Y no lo es?

No. No hubo cambio, no hubo clic.

Dice que fue clave la compañía de su tercera mujer y madre de su octavo hijo, Pilar Jorquera, quien lo iba a visitar a la clínica junto a todas sus amigas, Cecilia Bolocco incluida, como si se tratara de una fiesta. Recuerda esas reuniones rodeado de bellas mujeres y bromea: "No sabes lo que nos reíamos. Yo con un pañuelo en la cabeza. Me faltaba un trago en la mano no más".

¿Siempre has sido así?

Siempre. Creo que me salvé del cáncer por la actitud de lucha positiva que tuve junto a la medicina maravillosa que tenemos en Chile. Sé que esto es un cliché, pero si lo aplicas facilita tremendamente la vida: hay que disfrutar cada día como si fuera el último. Carpe diem. Y yo lo disfruto a concho. Gozo todo, ahora estoy gozando con esas flores amarillas.

Y apunta hacia los prados cubiertos de yuyos. Y, luego, apaga el incienso.

¿Los doctores trataban de bajarte de esa nube?

La verdad es que me importaba poco.

¿Te has preguntado alguna vez por qué te dio cáncer?

Mala cueva. Creo que el cáncer lo tenemos todos. Pienso que lo gatilla la pena. En ese tiempo murió mi padre que era mi mejor amigo y murió mi hermano, también, trágicamente; no tenía 60 años todavía. Las dos cosas fueron impactantes, muy dolorosas, los dolores más grandes de mi vida, y luego ¡pam! se gatilla el cáncer.

Para los doctores el tuyo fue un caso...

Raro. Me encanta ser pez que nada contra la corriente. Somos los locos los que les abrimos el camino a los cuerdos porque los cuerdos no se animan. Es bueno ser loco. ¿Has visto el museo del automóvil? Ven, pasemos para que no te lo pierdas. Para que veas el loquito con que estás hablando.

¿Por qué decidiste hacer esta colección de autos?

¿Por qué? Porque sí. Porque me gusta.

Y ahí están el Mercedes blindado de Pinochet, el auto de la película Volver al futuro, uno de los autos en que anduvo la Reina Isabel, una burrita, un Mustang, un Thunderbird, un Ferrari, un coche escala de bomberos, el bus que traía a Cardoen desde el Instituto Barros Arana hasta Santa Cruz cuando era un niño, el primer carro de bomberos de Santa Cruz, las motos de Coco Legrand, el auto de carrera de Eliseo Salazar. Pero llama la atención un jeep antiguo color arena del ejército norteamericano, país del que Carlos Cardoen es enemigo público: tiene una orden de captura internacional de la Interpol para ser juzgado por venta de armas a Irak, que le ha impedido salir de Chile los últimos veinte años. En el jeep se lee la inscripción USA-GHP.

Veo que no hay prejuicios contra los norteamericanos aquí.

¿Sabes qué quiere decir GHP? Gringos hijos de puta (se ríe). Al final es un gran piropo para mí que la primera potencia del mundo ande tras de este huasito colchagüino. Yo he buscado mi libertad a precios increíblemente altos: ser perseguido por los Estados Unidos, ¿qué te parece?

Carlos Cardoen está juntando hectáreas de bosque nativo en Chiloé para proteger al pudú. ¿Por qué? "porque me gusta, porque tengo ganas", dice. También tiene un museo con una enorme colección de autos, entre ellos el auto de la película volver al futuro. "¿Por qué colecciono autos? porque sí, porque me gusta", explica.

Pero no es un tema de libertad. Te buscan por venta ilegal de circonio a Irak.

Esa es libertad. Que un país tenga la libertad de fabricar sus propios armamentos. Y esa es una historia inventada por esa gente. Nunca me han acusado, nunca, por lo tanto no me puedo defender. Ahí te digo que la libertad cobra un precio alto.

"No puedo decir que soy íntimo amigo de mis ex mujeres pero tengo el récord de haberlas tenido juntas a las tres, en algunas oportunidades, y que se hablen. No es que se amen, pero se toleran. Más que eso no puedo".

Carlos Cardoen pareciera vivir en un mundo algo esquizofrénico. En Santa Cruz es considerado un verdadero héroe por haber revitalizado la economía de la región a través del turismo: es dueño del principal hotel, del casino y del museo de Colchagua, el más visitado de Chile, con imponentes colecciones arqueológicas y de la historia de Chile y del mundo –incluso tiene una sala especial dedicada al rescate de los 33 mineros– y ha recibido todo tipo de galardones y decenas de reconocimientos por su contribución cultural a la zona, siendo el último el premio a la memoria histórica. Sin embargo, también es resistido por algunos por su vinculación con el negocio de las armas, con el que hizo fortuna en los años 80. Y para Estados Unidos y sus aliados, es derechamente un delincuente.

Es muy evidente esa dicotomía.

Así es la vida. Claro que depende en la liga en la que estés jugando. Cuando uno entra a competir con el monstruo del norte, recibes castigo. La libertad en Estados Unidos es una estatua. Sus propios ciudadanos no conocen la realidad de su país. ¿Tú crees que un ciudadano norteamericano, que es gente absolutamente normal y con sentimientos, va a aceptar los horrores que propulsa su gobierno como invadir países, asesinar niños, matar gente?

Las armas que fabricaba Empresas Cardoen eran para matar gente.

No estoy hablando de las armas, estoy hablando de la determinación para usarlas. Las armas pueden ser elementos disuasivos y jamás ser usadas.

Si existen es porque hay intención de usarlas.

Chile las tiene y no las ha usado desde 1979.

¿Cómo se tolera esa frustración por no poder salir del país?

No es frustración, es simplemente un hecho de la vida. Por lo tanto, hay que vivir con eso, son de las cosas que no puedo cambiar.

¿Te ha hecho mirar más hacia adentro?

Indudablemente. Para mí esto es una experiencia que me llevó a mirar hacia adentro, literalmente, hacia mi país y hacer cosas por nosotros.

Todo esto tiene que haberte causado cierta amargura.

Rabia y mucha, pero amargura jamás. La amargura es pecado, no es fértil, no da vida, no crea. La amargura detiene el desarrollo. La amargura es un pesticida para las hierbas. Pero sí siento rabia por la injusticia, y la rabia moviliza y te pone las espuelas.

Carlos Cardoen comienza a caminar, algo agitado, por las escaleras de piedra de su viña rodeada de floreados jardines que diseñó su mujer, Pilar Jorquera. Arranca unas lavandas, las frota y las huele. Se sube al teleférico que lleva a la cima del cerro donde está la aldea indígena y las rucas mapuche, rapanui y aimara, con que ha tratado de recrear la cosmografía y el estilo de vida de los pueblos originarios chilenos. Desde arriba se ven los viñedos, los campos floridos, las quebradas cubiertas de árboles nativos donde viven pájaros carpinteros, quiques, zorros y torcazas. Alguna vez Cardoen pensó poner un hotel ahí pero desistió. "Ese lugar es de ustedes", dice hablándoles a los animales que supuestamente habitan las quebradas.

Los empresarios, en general, están muy desprestigiados hoy.

Claro, porque les han dado rienda suelta. El empresariado debe funcionar bajo restricciones y normas que son propias de convivir con los demás. Si tú miras cuál es el objetivo de las empresas, en todas las memorias vas a encontrar que es maximizar la riqueza de sus accionistas. Mientras ese sea el modelo que rija, va a ser un descalabro. Una sociedad que se desarrolla en función del consumismo ¿hacia dónde cresta va? A destruir todo el entorno, a depredar todo en función del dinero, cuando el dinero es un medio y no un fin. Y no te lo está diciendo ningún comunista, ningún Marx.

Eso es fácil decirlo cuando se tienen todas las necesidades cubiertas y más.

Todo lo que tengo me lo debo a mí mismo, no recibí ninguna herencia, así es que puedo hablar con mucha propiedad. La herencia más grande que recibí fue la enseñanza de mi padre.

Tus hijos sí que van a recibir una herencia.

Pero ellos son gallos que tienen sensibilidad y me he preocupado de que la tengan para poder enfrentar la vida obteniendo de ella la mayor felicidad posible. Pero no tengo fórmulas para todo. Soy simplemente Carlos.

"El objetivo de las empresas es maximizar la riqueza de sus accionistas. Mientras ese sea el modelo que rija, va a ser un descalabro. Una sociedad que se desarrolla en función del consumismo ¿hacia dónde cresta va? A depredar todo en función del dinero. Y no lo está diciendo ningún comunista, ningún Marx".

Votaste por Piñera, que encarna el modelo empresarial que ahora criticas.

Sí. La alternativa me llevó a votar por él y le pedí dos cosas: que por favor aprendiera a escuchar a la gente y que no se comiera las uñas. No hizo ninguna de las dos.

Puede haberle parecido insultante esa sugerencia.

Puede ser insultante pero la confianza de nuestra amistad lo permitía.

¿Ya no son amigos?

Menos. Estamos distanciados. Su gobierno aquí (dice por la Sexta Región) y la gente que puso, fueron puros incapaces, porque eran puros cabros que habían tenido puestos gerenciales. Nunca ejecutaron nada; no pavimentaron ni un camino.

¿Fue una decepción su gobierno?

Horrorosa. Es de los peores gobiernos que hemos tenido.

¿Por qué?

Piñera se portó tan mal, entre otras cosas, porque puso a una loca en la Dibam que le dio conmigo. Tengo este museo hace muchos años, esto no le cuesta al Estado nada porque lo he hecho todo con mi esfuerzo personal, con mis recursos personales. Hemos impulsado una región adelante en base a eso y esta señora no encontró nada mejor que mandar a la PDI porque yo en algún momento conté que había recogido del desierto unos pedazos de cerámica y que estaban en exposición en el museo. Según ella eso había sido un huaqueo,un saqueo de un sitio arqueológico, que no lo fue. Y llegaron aquí a incautar. Les metí tres juicios que gané. Y chao.

LA LIBERTAD DE VOLAR

A los 62 años, Carlos Cardoen ha comenzado a ceder lugar en sus negocios a algunos de sus ocho hijos. "En las empresas empiezan a ser socios en la medida que muestran interés, y en la medida que sean capaces y yo creo que lo son. Otra cosa que creo, ¿te has fijado que cuando uno se muere queda la cagada con los bienes? Yo en vida estoy descargando la mochila".

Muestra una foto que guarda en su iPhone de un retrato que le hizo el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. "El que se parece más es mi hijo Andrés. En su cumpleaños, le dije: 'compadre, es suyo el cuadro, va a estar colgado aquí mientras yo viva, pero acá atrás dice esto pertenece a Andrés Cardoen Aylwin'. Tengo el clóset lleno de relojes. Relojes que me han regalado, relojes de oro, que el que me dio el príncipe saudí, que el Rolex. Yo se los entrego. Un problema menos".

No debe ser fácil para tus hijos demostrar que pueden tomar las riendas con un papá tan poderoso.

¿A dónde? ¿Poderoso de qué?

Suena el teléfono. Se cuela la voz de una mujer. Cardoen le dice que no, que no venda la casa, que invierta en seguridad, pero que no la venda. "Estás vendiendo el sofá", le dice antes de cortar. Luego explica: "Era mi ex señora que me pide unos consejos, pero ya sabe lo que quiere hacer. Llama para puro huevear", bromea. Y agrega: "El que no jode es hombre".

¿Cómo lo has hecho para relacionarte con tus ex mujeres?

De la misma manera que los puercoespines hacen el amor: con mucho cuidado, ¿no ves que tienen espinas? Y con ganas de hacer las cosas. Yo feliz la aconsejo. ¿Y por qué no si es la madre de tres hijos míos? Merece todo mi cariño, todo mi respeto ¿o no?

No es fácil armar una sola familia con hijos de varios matrimonios.

Lo he logrado, no te digo cien, sino que mil por ciento. Hoy, no puedo decir que soy íntimo amigo pero tengo el récord de haber tenido juntas en algunas oportunidades a mis tres ex mujeres y que se hablen. No es que se amen, pero se toleran. Más que eso no puedo. Tengo dos hijos solteros, Sebastián y el menor, Álvaro, que tiene 16. Sebastián tiene treinta y pocos y tiene este loro al que le enseñó a ladrar –dice mostrando la foto de un loro al mismo tiempo que emite un ladrido–.

Con su hijo menor tiene una relación entrañable, ya sabe pilotear su helicóptero y se entretienen cocinando juntos. Anoche jugaron con los ingredientes que trajo de Chiloé: Comieron ostras, piures, chancho ahumado y longanizas con salsa barbecue y arroz.

Vaya mezcla.

Perfecto, lo demás es siutiquería, mijita.

Quiso que su hijo Álvaro estudiara en un colegio en Santa Cruz, igual como estudió él. Sobre educar a los hijos, dice:

"Por la intención de los padres de que sean los hijos lo que ellos no fueron, los meten en esos guetos en la cota mil, y los transforman en insensibles. En Santa Cruz la enseñanza es con la realidad, van niños de todas las condiciones y eso para mí es más importante que la academia misma. No quiero a un hijo soberbio, a un hijo castrado en su habilidad de comunicarse, no quiero a un hijo que discrimina. Hay algunos colegios que por pertenecer a algunas sectas, son horrorosamente discriminatorios. Consideran que ser hijo de padres separados es una especie de enfermedad, o les meten en la cabeza dogmas que debieran ser elección de la persona cuando tiene uso de su razón y no cuando son niños".

¿Te refieres a los colegios católicos?

Entre otros. Vamos a almorzar algo.

Carlos Cardoen ofrece un pollo al coñac en el restorán que tiene en la viña. Muestra más fotos en su iPhone, de sus nietos, de uno de sus hijos durmiendo siesta abrazado con él, de los copihues que cultiva en Vichuquén, de un atardecer en Chiloé. Me pregunta si conozco el mall de Castro. Le digo que solo por fuera. "Yo lo conozco enterito por dentro, lo enchaparon en madera y quedó precioso. No bonito, precioso", dice.

Esa sí que es una opinión distinta.

Pero es que somos muy divertidos. No es políticamente correcto hablar bien del mall de Castro, pero es la raja; es lindo, la gente lo quiere, lo necesita. Lo conozco desde el principio. Soy amigo de Jacob Mosa (el cuestionado dueño del centro comercial).

¿Qué piensas del Costanera Center en Santiago?

Llego volando en helicóptero a Santiago, paso por el lado y le tiro un escupo (mira la grabadora y de inmediato dice que está arrepentido de lo que acaba de decir).

Cardoen dice que es hora de irse. Se sube a su camioneta Mitsubishi dorada. Maneja por unos caminos de tierra acortando la ruta hacia su casa en El Boldal donde lo espera su helicóptero Bell. Es un avezado piloto con 47 años de experiencia y 5.600 horas de vuelo. "El mejor piloto es el más viejo", dice. Se cambia la chaqueta de tweed por una de cuero de aviador y se sube al helicóptero. La máquina se eleva y emprende el rumbo.

"Volar es otra manera de ejercer la libertad. El helicóptero es una extensión de uno mismo. Aquí no hay Carabineros ni tráfico". Cincuenta minutos más tarde comienza a descender sobre el aeródromo de Vitacura. Apenas se posa sobre la losa se abren las puertas del hangar y, como en una escena de James Bond, avanza hacia él un Jaguar negro. Carlos Cardoen se quita la chaqueta de cuero y se pone otra de lino celeste. Levanta la mano, en gesto de despedida, antes de subirse al Jaguar negro y perderse, veloz.•

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.