Las huellas de la generación que salió a la calle

Imagen MANIFESTACIONES PACIFICAS EN PLAZA ÑUÑOA2304

Desde el llamado a evasión en el Metro a las movilizaciones callejeras, los jóvenes han sido protagonistas del mayor remezón social en décadas. Sin miedo y sin importar su origen familiar, desafiaron a la autoridad y pusieron en jaque al poder político. ¿Qué huella dejará en ellos?


Si las calles han sido el gran escenario de expresión en estos días, los carteles que se han visto en ellas de algún modo grafican su sensibilidad. Sin banderas políticas, las movilizaciones se llenaron de afiches y lienzos hechos a mano. Creativos, a menudo sorprendentes y cargados de rebeldía, en ellos puede leerse un retrato de las emociones de los más jóvenes. Desde aquellos con actitud desafiante: "Mis padres tuvieron miedo, yo no". Hasta los que usaron el humor como arma infalible: "Mamá te saqué la olla" o "Esto parece distadura! #Modovístima. ¡Hoy por mis papás!"

Insospechadamente, el movimiento adquirió la forma de un gran remezón geológico: las capas más profundas del descontento social afloraron a través de movilizaciones y enfrentamientos con militares y policías. En el origen de este gran terremoto estuvieron los ciudadanos más jóvenes: fueron los secundarios quienes llamaron a evadir el Metro por el alza del valor del ticket.

Aquella fue la grieta a través de la cual asomó una ola de malestar ante años de abusos y desigualdades. Eventualmente las demandas por mejores salarios, pensiones dignas y un sistema de salud de calidad, no los tocaban directamente, pero ellos las abrazaron con fuerza y convicción.

"Todo lo que pasó al comienzo tiene mucho de rebelión, de revuelta, ante la sensación de lo intolerable; es una reacción de desahogo y de furia intensa", dice el historiador Claudio Rolle, académico del Instituto de Historia UC. "La incontinencia verbal de los ministros actuó como un gatillo, se sintió como una bofetada a miles de chilenos", agrega.

De esta forma, las primeras horas tuvieron la fisonomía de un estallido de furia. "Luego se vio que los problemas sociales tenían una transversalidad mayor de lo que se pensaba. Se produjo una democratización del descontento", apunta. "Los jóvenes sienten muy profundamente el sufrimiento de los demás. Yo no lo disociaría de demandas como No + AFP; el hecho de que el dinero es de los pensionados pero no lo pueden retirar, eso a un joven lo toca intensamente. Probablemente no hay algo que toque más la sensibilidad de los jóvenes que la percepción de injusticia", afirma el historiador, quien hace clases precisamente a alumnos de primer año.

Desde el 2000, las grandes movilizaciones del país han tenido a los jóvenes de protagonistas exclusivos, como lo subraya el sociólogo Raúl Zarzuri, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano: "El Mochilazo del año 2001, la Revolución Pingüina de 2006, las movilizaciones de 2011 que coincidieron con la oleada de indignación en el mundo, el mayo feminista y la crisis ambiental", enumera. "Cualquiera sea el problema, los jóvenes han puestos en circulación temas centrales: la calidad de la educación, no al lucro, el medio ambiente", dice.

La expresión más radical del descontento juvenil es un rasgo que Jorge Larraín, sociólogo y autor de Identidad Chilena, conoció durante sus clases en la Universidad Alberto Hurtado. "Lo que se ha visto no es no tan diferente de lo que veía en las tomas de la universidad. Hay una rabia profunda, alentada en parte por una sociedad exitosa y exitista que no comparte sus beneficios. Se les plantean altas expectativas, pero viven en casas chicas, sus familias tienen dificultades, se endeudan", señala.

Al parecer, aquello fue lo que la ministra Gloria Hutt no consideró cuando dijo que los estudiantes no tenían argumentos para evadir el pago en el Metro. "Eso es no entender el contexto social y familiar de los jóvenes: sus familias sufren carencias y el alza del transporte repercute en ellos. Los papás no pueden salir a protestar porque trabajan, y son ellos los que salen a calle", acota Raúl Zarzuri.

"Los jóvenes han dicho basta", complementa Claudio Rolle. "Son demasiados los que lo pasan mal y eso lo sienten intolerable. Yo condeno la violencia en todas sus formas, pero responder con violencia a la rebelión es no comprender la naturaleza y el fondo de esa rebelión", señala.

Sin miedo

A inicios del siglo XX, los jóvenes lograron protagonismo político dramáticamente: en 1920 la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, entonces de inspiración anarquista, entró en conflicto con el presidente Juan Luis Sanfuentes. La Fech sufrió el asalto de una turba conservadora, y su vicepresidente, José Gómez Rojas, fue detenido y brutalmente torturado. Sería la primera víctima de los movimientos estudiantiles en el país.

La Reforma Universitaria, el proyecto político de la UP y el movimiento secundario contra Pinochet en los 80 son antecedentes históricos de la generación actual, recuerda Claudio Rolle. Pero esta tiene rasgos que la singularizan.

"Es una generación que no tiene miedo, tiene convicción en lo que es justo y no se atemoriza ante los militares. Se nota un cambio sustancial respecto de otras generaciones", resalta el historiador de la UC. "Fui varios días a Plaza Italia y en general no se observa una carga de agresividad, sino de convencimiento de un proyecto de país mejor".

A diferencia de los años 80, los jóvenes de hoy crecieron conectados al mundo gracias a la tecnología, sin militares en las calles y su actitud ante ellos fue peligrosamente audaz. "En el pasado seguramente tuvieron encuentros con Fuerzas Especiales, que pueden ser muy duras, pero no con militares. No deja de sorprender su actitud ante ellos y el toque de queda", dice Jorge Larraín.

"Son osados, son francos y directos", define Raúl Zarzuri. "Se han configurado en un escenario cultural y social muy diferente al que tuvimos en dictadura. En un contexto en que las autoridades están cuestionadas y la imagen de las instituciones se ha desmoronado, no respetan las instituciones tradicionales. No temen al mundo adulto y en las manifestaciones incluso han aparecido los rasgos de las tribus", señala.

Ciertamente, las movilizaciones abren una nueva perspectiva: si los jóvenes no se sienten representados por los políticos, no son ajenos a los problemas de bordes políticos. "Un hecho de la causa es la educación: se han incorporado sectores que antes estaban excluidos, pero es una incorporación a medias a un mundo de bienes y servicios; no se les da acceso a todos los beneficios. Sus familias trabajan duramente, y siguen pobres", plantea Jorge Larraín.

La causa excedió a los sectores menos favorecidos y convocó prácticamente a todos los estratos sociales. "Lo que decanta todo es la sensación de que había que hacer algo -detalla Claudio Rolle-. Es una sensación transversal, desde Lo Barnechea a Puente Alto, y de universitarios a muy jóvenes. El movimiento mostró una dimensión solidaria y empática frente al déficit de empatía del gobierno".

No es algo del todo nuevo, piensa Raúl Zarzuri: "Los jóvenes siempre se han interesado en la cuestión social; la política de ellos es el bien común de la sociedad. El problema es que nuestra democracia tiene como única forma de participación el voto". De todas formas, la transversalidad no deja de llamarle la atención: "Es notable la solidaridad de los jóvenes de estratos medios y altos. Más cuando el presidente dice estamos en guerra. ¿Qué es eso? No está en nuestro lenguaje, le responden los jóvenes".

La historia los recordará

Indudablemente el estallido social más significativo desde el retorno de la democracia, exhibe contornos de carácter histórico: "Se ha producido un cambio y esto tocará a todos: familias, políticos, gobierno", remarca Jorge Larraín.

"Tenemos la sensación de que el Chile de hace una semana era uno y hoy es otro distinto", comenta Claudio Rolle. "Ellos han sido protagonistas de un gran giro en nuestra sociedad. Cuántas señales no vimos. Finalmente los jóvenes hicieron despertar Chile", afirma Rolle.

¿De qué modo los marcará ese proceso? Depende, dice Jorge Larraín: "Si sienten que fueron escuchados el recuerdo será muy distinto si ven sus demandas frustradas. La forma del recuerdo depende de cómo se resuelva".

Raúl Zarzuri no duda de la resonancia histórica de este momento y de la huella que dejará en ellos: "Esto va a reconfigurar el escenario político. Es un hito que los va a marcar, sin duda tendrá impacto en sus vidas".

Claudio Rolle comparte esa conclusión: "Seguramente lo recordarán el resto de sus vidas, con legítimo derecho. Ellos tienen el mérito de haber despertado a Chile y hay que darles ese reconocimiento, por muy duros que hayan sido algunos momentos".

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