El nuevo rayado de cancha

La FIFA elige presidente este viernes, el hombre que deberá velar por la correcta implementación del proceso más importante en la historia de la organización, que principalmente consiste en erradicar la corrupción y transparentar sus actividades.




Sheikh Salman Bin Ebrahim Al Khalifa, Gianni Infantino, Ali Bin Al Hussein, Jérôme Champagne o Tokyo Sexwale. De uno de ellos saldrá el nuevo presidente de la FIFA, que las 209 federaciones asociadas elegirán este viernes 26 de febrero, en Zurich. Los dos primeros son los favoritos, aunque —en perspectiva— el ganador no parece ser tan determinante como sí las tareas que deberá llevar adelante.

La primera es hacerle frente a la corrupción, concepto que para The Economist está tan relacionado a la FIFA como la elegancia a Apple. Un estudio publicado esta semana por Transparencia Internacional asegura que casi el 70% de las personas no tiene ninguna confianza en el organismo, debido a lo mismo. Incluso, en varios países se le considera el deporte más ilícito. Entre los encuestados, los chilenos destacan como los más críticos: un 88% para el primer ítem y un 69% para el segundo.

Para combatir esa percepción, la FIFA ya tiene una primera respuesta, que debe ser aprobada. En la misma sesión del viernes, dentro de los 12 puntos en la tabla se encuentra la votación para apoyar la propuesta de reformas a la estructura del ente rector del balompié mundial.

En ellas radica gran parte de la promesa de cambio. Porque se encuentra la decisión de modificar el comité ejecutivo de 24 personas a un consejo de 36, elegidas por votación y que serán sometidas a una prueba de elegibilidad. Además, el rol del presidente no acumulará tanto poder ejecutivo, el que pasará a manos del secretario general. Las actividades de cada uno de los involucrados, además, serían supervigiladas por un comité independiente.

La transparencia es la clave en esta nueva era de la FIFA, que en sus 112 años ha tenido apenas ocho presidentes, cifra que está lejos de ser el símbolo de la alternancia. De ahí que busca que los miembros elegidos por sufragio puedan optar a un máximo de tres períodos de cuatro años.

También se quiere informar anualmente de los salarios y separar las funciones de quienes toman las decisiones políticas de los encargados de hacer los negocios, esos mismos que entre 2011-2014 permitieron ganancias por casi seis mil millones de dólares, buena parte de ellos fruto de la venta de los derechos de transmisión de las copas del mundo, un sistema que requerirá de un escenario particularmente delimitado en futuras negociaciones, para sacudirse de su fama de principal fuente de la corrupción.

Esta es la primera parte de un nuevo trato que llegó forzado por las detenciones de dirigentes por parte del FBI, el cerco sobre Sepp Blatter y las presiones de los principales auspiciadores, como Adidas, Visa y Coca-Cola, que amenazaron con revisar su relación de no mediar un cambio. Y si alguna vez la lista de espera de la FIFA para nuevos socios comerciales era eterna, en la actualidad se ha visto bastante mermada.

Otros asuntos por resolver son la inclusión de la mujer en la organización, donde su participación es ínfima (1%, según Transparencia Internacional), y también cómo será el método de elección de las próximas sedes de los mundiales, considerando que la polémica por las asignaciones a Rusia 2018 y Qatar 2022, sumadas a las cada vez más cuestionadas de Alemania 2016 y Sudáfrica 2010, es parte importante del problema vigente.

La presentación de las candidaturas para 2026 fue pospuesta y es prerrogativa de la nueva directiva reabrir el proceso que el 10 de mayo de 2017 anunciará al ganador. Al mismo tiempo, debe evaluar si aumenta a 40 el número de participantes, como se ha especulado.

Y dentro del paquete de reformas deberá encontrarle espacio a la participación del hincha, uno de los olvidados hasta aquí, y tocar seriamente la incorporación de más tecnología en el juego, como lo plantea Alemania y Holanda, que quieren sacudir el conservadurismo histórico del fútbol e introducir el uso del video para definir desde una expulsión a un penal polémico.

La FIFA, y no sólo quien la lidere, está frente a la misión más trascendental de su historia. Su gran obligación es estar a la altura del desafío.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.