Cosa de papel

angelica

Está lo urgente, lo que no puede esperar y se va a las portadas. Está lo que resuelven gobernantes y legisladores que en su mayoría va a dar a las páginas de política. Están los empresarios, de los cuales se ocupan las secciones de Negocios. O las novedades en el mundo de la cultura pop y masiva en los espacios de espectáculos. También los segmentos culturales que habitualmente han tenido una vocación privilegiada, pero no exclusiva, por la literatura. Todo eso, sin olvidarse de las buscadas páginas de deportes.

Entre medio aparecen secciones como este suplemento, que a veces para exasperación de editores de todas las anteriores se meten a revolver en los cajones de los demás y son como un velador donde se alojan cosas valiosas, con otras útiles y algunas chucherías a las que les tenemos cariño o no sabemos dónde más meter. Me acuerdo de un entrevistado sociólogo confundido ante tanta variedad: se quejaba de que hubiéramos publicado una entrevista con sus interesantísimas opiniones seguida de "unas páginas sobre gatitos y perros" (en realidad eran sobre el auge del animalismo en Chile y hoy, en tiempos de ley Cholito y gata Ema, he tenido la tentación de llamarlo para que conversemos un poquito sobre su perspicacia sociológica).

La mezcla no significa, eso sí, que aquí cabe cualquier cosa. En sus diez años y alrededor de 500 números, inaugurados con un artículo sobre el "efecto Toyotomi" -la estufa japonesa que en 2008 trajo de vuelta el bidón de parafina a la casa ABC1-, por el suplemento han pasado distintos periodistas, editores, fotógrafos y diseñadores. Han cambiado el estilo, el logo, la tipografía y las ilustraciones. Pero una constante ha sido tratar de entender cómo se comportan las personas, de qué manera se van modificando los hábitos, qué cambia y, lo que puede ser todavía más difícil de detectar en un periodo obsesionado con lo nuevo, qué permanece. El objetivo ha sido ver cómo surgen intereses, preocupaciones, afanes, interacciones en la vida cotidiana que a veces son solo experiencias particulares o modas pasajeras pero otras se van abriendo camino, hasta llegar a la calle, el Congreso, La Moneda (ya llegará el día en que alguien escriba, por ejemplo, un artículo sobre el rol de las peluquerías y la manicure en el empoderamiento femenino).

Dicen que las revistas tienen que intentar captar el tono, el espíritu de su tiempo y en ese sentido este suplemento siempre se ha creído revista. Pero como no lo es, debe hacerlo sin perder su moral de papel de diario, incluso cuando todo se vuelve digital. La diferencia entre couché, ese papel satinado, y el mucho más roñoso del diario tiene muchas implicancias en cómo se piensan los medios y una tiene que ver con cuán desechable eres. Una revista puede sobrevivir meses, años, en una casa o una sala de espera. El suplemento, en cambio, está siempre arriesgando irse a la parrilla, lo que obliga a tener mucho más sentido de urgencia. El desafío está en dar con temas que trasciendan, pero sean contingentes, además de entretenidos. Ser serio, sin tomarse demasiado en serio tampoco, porque al final, después de todo el esfuerzo, tu destino más digno es que te lleve el cartonero. Tratando de dar con ese equilibrio se la ha pasado la última década buena parte del equipo de este suplemento. Y no hemos aburrido, por lo que me alegro y agradezco haber sido parte de eso por un tiempo.

* Periodista. Editora de Tendencias 2014-2018

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