Bachelet de la tormenta




Cada vez que la prensa plantea que en algún momento de los dos gobiernos de Bachelet hay un hombre fuerte, es un anticipo de su caída en desgracia. La Presidenta, en innumerables entrevistas, incluyendo la publicada ayer, siempre deja ver su incomodidad cuando los medios dibujan un personaje tras el trono. Para que no haya dudas, sus palabras son claras: a ningún hombre Presidente lo intentan pautear.

Es quizás esa ira la que explica la rudeza de su trato hacia el feriado (pues no se puede decir renunciado) subsecretario de Interior, advertencia incluida de no mandar mensajes por la prensa. Más aún, en dicha entrevista la Mandataria se explaya respecto a los problemas de salud de su leal subsecretario. La exposición de su ficha médica por parte de la primera autoridad de la República, más aún si la profesión de ella es justamente la medicina, hace más difícil aún el retorno de Aleuy a Palacio.

También la Presidenta tiene palabras duras para la coalición de la cual proviene. Según ella, veían un país impoluto con la Virgen María, y no con las dificultades que solo en su segundo gobierno se han enfrentado de verdad. Les dio la razón a quienes han predicado el malestar de esos años, y no a los que han recalcado todo lo que se avanzó en esos años pese a las sombras del autoritarismo. Zanja la discusión entre autoflagelantes y autocomplacientes, caricaturizando al laguismo como "el continuismo de lo mismo". Si hay un instante de rompimiento definitivo con la Concertación es este, no la serie de guerrillas previas con Lagos, que contaba con el apoyo de la Nueva Izquierda, sector del PS del que proviene Bachelet.

La Presidenta quiere dejar claro cuál ha sido su misión en este regreso. Quiere redibujar un país que se aparte de una mirada centrada en el individualismo, de tal modo que sea imposible volver atrás, pues aspira a que la derecha no tendrá las mayorías suficientes para ello. Por eso atravesó los mares como el personaje Daenerys Targaryen de Games of Thrones, que no quiere simplemente recuperar el poder que pertenecía a su estirpe, sino cambiar el modo de hacer la política, dragones mediante. Y también, por ello, la Presidenta se muestra crítica ante la práctica legislativa de sus propios ministros al separar los proyectos en educación, pues no permite mostrar su visión, que es lo más importante de todo.

Para este punto de quiebre político no hay costos que sean lo suficientemente altos. Si es necesario golpear la memoria de la Concertación, pues así sea. Incluso, postergar un eventual apoyo al candidato que tiene más probabilidades de ganarle a Piñera, pese a la advertencia que hace el jefe de comunicaciones de Guillier respecto a que guardarse para la segunda vuelta es un grave error histórico.

A Chile Vamos le van a causar una profunda irritación sus palabras respecto a que en este gobierno se ha avanzado mucho más que en el anterior. Contradice el relato que ha logrado instalar el piñerismo en los medios de que el suyo fue un buen gobierno y que el actual es un desastre que requiere ser corregido. Pareciera que el sueño secreto del bacheletismo es que en un segundo gobierno del ex presidente la crisis provenga por la indignación ciudadana cuando se intente revertir las reformas.

Y si eso llega a ocurrir, Bachelet estará presente. Lo pone en palabras de sus hijas cuando dicen que "no vas a poder venirte a la casa, porque siempre estás motivada".

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