Manifiesto rebelde de las FF.AA: el comienzo del fin a toda dictadura




Está escrito en la historia. Todo dictador que pretenda ser digno de respeto, debe seguir al pie de la letra una infalible receta: concentrar de manera absoluta el poder político en una minoría, procurar que no exista la división de poderes (ejecutivo, legislativo y  judicial), suprimir los procedimientos democráticos en clara contradicción a las reglas constitucionales, y finalmente, tener el control de las fuerzas armadas.

El desconocimiento de la opinión popular, el nombramiento a todas luces ilegítimo de una nueva Asamblea Nacional y la destitución de la Fiscal General que ya no es cómplice del oficialismo, han ratificado el ejercicio legal de la represión en Venezuela. A la sombra de la revolución bolivariana, una ilusión rota con tintes de ficción narrativa, Nicolás Maduro se ha quedado sin discurso, sin dignidad y sin chavistas. El presidente se ha embarcado en una misión suicida, una donde se encuentra solo contra el resto del mundo.

Su gestión es transversamente despreciable, y si bien la presión internacional ha hecho ruido en las sienes dictatoriales, el verdadero dolor de cabeza ha sido el pueblo, su deplorable realidad y su inagotable lucha. No obstante, a la dictadura chavista le ha salido una nueva piedra al camino, una que probablemente no se esperaba, una que sale de sus propias filas: las Fuerzas Armadas.

El domingo 6 de julio, en un video que comenzó a circular en internet, se muestra a un grupo de unos 20 militares y a un portavoz que se identificó como el capitán Juan Caguaripano, comandante de la operación David Carabobo, quien aseguró: "nos declaramos en rebeldía, unidos con el bravo pueblo venezolano, para desconocer la tiranía asesina de Nicolás Maduro. Este no es un golpe de Estado, sino una acción cívica y militar para restablecer el orden constitucional y salvar al país de la destrucción total".

El asalto a la Brigada 41 de Blindados del Batallón Paramacay, de la ciudad de Valencia, en el centro-norte de Venezuela, ha sido la primera muestra de rebelión militar desde que comenzó la brutal represión hace más de cuatro meses. El hecho calificado por el mayor general como un acto "terrorista, paramilitar, mercenario pagado por la derecha y sus colaboradores, pagados por el imperio norteamericano", es un paso clave y ciertamente de consecuencias palpables que fueron características del siglo XIX en Latinoamérica.

El pronunciamiento militar del 6 de septiembre de 1930 en Argentina, instauró la primera de una seguidilla de alzamientos de ese tipo en la región. La génesis del sorpresivo y organizado acto se considera como una manera de traer estabilidad política a una determinada nación o de rescatarla de la amenaza de "ideologías peligrosas". Tras la toma del poder, los regímenes militares tienden a retratarse como independientes, como un partido "neutral" que proporciona una dirección interina apartidista en épocas de la agitación política y popular. Claro, esto es la teoría, ya que es bien sabido que en la práctica, la imposición de un gobierno militar puede diferir de lo antes expuesto.

Si bien el intento de sublevación de este reducido grupo militar fue frustrado, significó una inyección de ánimo y resistencia para la mayoría del pueblo que tras la instauración de la nueva Asamblea Nacional, divaga entre la sensación de derrota y precarias luces de liberación. A medida que pasan los días, los excesos totalitarios del oficialismo crecen exponencialmente con su rechazo y la devaluación de su discurso político. Los índices estadísticos de precario apoyo, hacen que Nicolás Maduro y su desgobierno caven a diario su propia tumba; mientras el germen de la insurrección militar crece y se prepara para el esperado entierro de la dictadura.

Natalia Farías. Investigadora Centro de Estudios Bicentenario.

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