Cuando Google buscó a Julian Assange... y lo encontró

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Dos libros retratan la reunión donde el cerebro tras Google, Eric Schmidt, visitó al hacker australiano en junio de 2011. Tras el encuentro, Julian Assange concluyó: "Google —y sitios como Amazon o Facebook— espían y vigilan nuestra información privada y la de nuestros gobiernos para transmitirla a las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos".


Todo comenzó con una reunión en junio de 2011. El presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt, fue a buscar a Julian Assange con la excusa de entrevistarlo para un ensayo sobre el futuro de la llamada era digital.

El encuentro, que duró algo más de cinco horas de conversación, llevó a la publicación de The New Digital Era (2013, Vintage), un libro de Schmidt que el creador de WikiLeaks leyó con las cejas arqueadas: además de distorsionar sus palabras, según Assange, las ideas planteadas por el peso pesado de Google eran “delirantes y megalomaníacas”.

“Me di cuenta de que era muy posible que Eric Schmidt no fuera únicamente un emisario de Google”, escribió Assange en Cuando Google encontró a WikiLeaks (2015, Catalonia), algo así como su propia respuesta al encuentro, un contundente ensayo al nivel de las acusaciones del sitio que difundió los secretos más oscuros de la diplomacia estadounidense —en general— y de las guerras de Iraq y Afganistán —en particular—.

Luego el periodista, hacker, programador y fundador de la organización que reveló cables sensibles de la política exterior estadounidense, anota: "La delegación que me visitó era una cuarta parte Google y tres cuartas partes representaban al Departamento de política exterior de Estados Unidos".

El trasfondo del libro es, aunque materia conocida, por así decirlo, terrible.

En Cuando Google encontró a WikiLeaks Assange revela cómo la gran G —y sitios como Amazon o Facebook— espían y vigilan nuestra información privada y la de nuestros gobiernos para transmitirla a las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos.

Según explica el propio Assange en otro libro titulado Criptopunks (2013, Lom Ediciones), ante la dificultad de abogar por la privacidad de las comunicaciones a pesar de las herramientas criptográficas, en algún momento los hackers comenzaron a interesarse por la "transparencia de los poderosos".

Precisamente allí, "un campo donde la tecnología juega a favor dada la dificultad de frenar la difusión de información por medios digitales", WikiLeaks encontró un terreno fértil para crecer.

Los atacantes informáticos, explica Assange, operan recibiendo datos desde informantes anónimos y periodistas censurados, publicando tal información y luego defendiéndose de los inevitables ataques legales, tecnológicos y políticos, tal y como funciona WikiLeaks, "una plataforma constantemente arremetida por estados y organizaciones poderosas, pero diseñada para soportarlo".

Hasta antes de la publicación de Cuando Google encontró a WikiLeaks, la organización había difundido más de 250 mil cables diplomáticos estadounidenses y medio millón de informes militares clasificados como "secreto de defensa".

Algo que no cayó bien en las altas esferas de Washington ni en Mountain View, sede de los cuarteles de Google.

"Algunas empresas líderes en tecnologías digitales, como Google —denuncia Assange en el libro—, tienen una relación estrecha, casi estructural con el Departamento de Estado".

A la manera de los volúmenes Sin un lugar donde esconderse (2014, Ediciones B), la crónica de otro hombre que logró iluminar los oscuros entresijos de la diplomacia estadounidense, Edward Snowden, escrito por el abogado y columnista Glenn Greenwald, o la esclarecedora investigación de los periodistas de The Guardian, David Leigh y Luke Harding, WikiLeaks y Assange (2011, Deusto), que dieron con un primer perfil del hombre tras la mayor filtración de documentos de la historia; Cuando Google encontró a WikiLeaks recoge el espíritu de los nuevos disidentes y divulgadores de información sensible para las súper potencias y las grandes corporaciones.

Una de las tesis del libro de Assange explica que vivimos "una indeseable distopía orwelliana donde las grandes empresas de la información nos vigilan y nos controlan más que los propios Estados".

¿Cómo lo hacen? Cada vez que navegamos en un teléfono inteligente, una tablet o un computador, creamos perfiles a partir de los cuales se pueden predecir nuestros comportamientos ya que vamos dejando un rastro de nosotros mismos y la gente con la que nos relacionamos.

Un historial de datos que algunos sitios como Google o sus servicios Gmail, Youtube, etc., "almacenan secretamente y lo comparten con las agencias de seguridad estadounidenses".

"Google permite a la NSA y al FBI leer los correos electrónicos. Incluso en una aburrida comisaría de policía o en un juzgado, se puede tener acceso a esos correos sin orden judicial", asegura Assange.

El epígrafe del libro, la canción "The Message" de la británica de ascendencia tamil cingalesa M.I.A., opera como metáfora exacta del alcance de las corporaciones nacidas en Silicon Valley:

Una segunda tesis de Cuando Google encontró a WikiLeaks es que cada vez son menos las diferencias entre el Estado y las grandes empresas.

De hecho, uno de los acompañantes de Schmidt a la reunión con Assange, Jared Cohen, fue asesor de Hillary Clinton y Condoleezza Rice antes de recalar en las oficinas de Google.

¿Otro botón? El 10 de septiembre de 2013, Google sirvió como plataforma de la Casa Blanca para conseguir apoyo popular frente a los bombardeos estadounidenses en Siria.

¿Qué hizo la gran G? Proselitismo en favor de la política exterior estadounidense: insertó una línea debajo de su motor de búsqueda —el sitio más popular de todo Internet—, donde John Kerry respondía preguntas sobre Siria.

Hoy, “un momento oscuro para la libertad de prensa”, según tuiteó Snowden, mientras el presidente ecuatoriano Lenín Moreno explicó que su gobierno tomó la “decisión soberana” de retirar el asilo diplomático a Assange por “violar reiteradamente convenciones internacionales y el protocolo de convivencia” dentro de la embajada de ese país, en Inglaterra, Assange enfrenta un destino incierto.

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