Columna de Alberto Fuguet: Streaming, algo malo está por suceder, #hibernar

"Siempre quise verla, un director clásico como Jack Clayton a cargo, la novela Something Wicked This Way Comes, de Ray Bradbury, Jonathan Pryce joven y Jason Robards viejo, el estudio Disney en su momento más desesperado e inasible, como la actual administración", escribe Alberto Fuguet. Foto: Disney.

"¿Por qué no nos dejan hibernar y hasta olvidar hasta que pase todo? O buscar un término medio y dejar más mujeres a cargo: más Alejandra Matus, más Rosa Oyarce, más Izkia Siches, más Consuelo Valdés e incluso más Gloria Hutt. ¿O es que acaso los hombres-de-gris-con-máscaras saben que esto no pasará así como así?"


Vas a escribir de una serie? ¿De cuál? Esta columna es de cine, de series, de cultura pop. ¿Cuál me recomiendas? Ahora todo se estrena online, si uno busca encuentra de todo, ya liberaron la de Spike Lee, aunque sospecho que es de racismo, y ya con ver a Estados Unidos hundiéndose en su propio lodo me basta. Dime, ¿hay algo bueno, que me despeje, que me distraiga?

Pienso: no te distraigas y no deseo que te despejes.

Yo no deseo despejar ni olvidar.

Me gustaría poder leer más, ver más, ponerme al día más, escribir más, pero algo me tiene tomado.

Agarrado.

No me he contagiado, pero, como todos, hemos sido invadidos.

Veo (bajo, descargo) una vieja película de chicos que asusta: Algo maldito se acerca o quizá esta traducción es mejor: Algo malo está por suceder. Siempre quise verla, un director clásico como Jack Clayton a cargo, la novela Something Wicked This Way Comes, de Ray Bradbury, Jonathan Pryce joven y Jason Robards viejo, el estudio Disney en su momento más desesperado e inasible, como la actual administración. Un circo va a llegar al pueblo y algo… algo malo va a suceder, aunque eso fue en el verano. Creyeron, a la larga, que era un circo, un espectáculo. No lo era. El pueblo es perfecto para detenerse, porque nada funciona del todo bien.

Como ahora. Es hora de sufrir y pasarla mal. De invernar.

Hibernar se dice ahora, pero no quieren.

¿Por qué no nos dejan hibernar y hasta olvidar hasta que pase todo? O buscar un término medio y dejar más mujeres a cargo: más Alejandra Matus, más Rosa Oyarce, más Izkia Siches, más Consuelo Valdés e incluso más Gloria Hutt. ¿O es que acaso los hombres-de-gris-con-máscaras saben que esto no pasará así como así?

Desde España, por Instagram directo, me dicen:

-Antes los mirábamos con cierto celo, hoy nos dan vergüenza ajena.

Yo a veces apago la serie que se alarga y alarga.

Dicen: la ciudad quedaría paralizada si hibernamos. ¿Acaso después de la supuesta asonada no se debe enfriar todo? No se puede, insisten. Le tienen miedo al fuego, le tienen miedo al frío. Siempre intentan vaciar las calles y se les llenan. En una guerra todo se paraliza o las cosas funcionan como pueden, dicen. Porque esto es una guerra, ¿no? La segunda en seis meses. Cada uno se salva, dicen, pero quizás la meta ¿es que nadie se salve? ¿Será eso? Recuerdo a Lavín moqueando a la entrada del Apumanque celebrando el fin de lo anormal con descuentos y gift cards. Ahora se hace el contaminado y pienso: que no se infecte, que por favor no desaparezca, porque tendrá monumento, cadena nacional, cortejo fúnebre y se transformaría en una suerte de Rock Hudson con la cara del virus.

¿Quién se hace cargo de los muertos y todas las muertes internas, de esos, los duelos que no cierran, esos miedos nuevos, esos insomnios y taquicardias, agote y penas, esos oídos que zumban, los gritos en medio del silencio militar de la noche, esos colapsos, ese frío que aumenta.

Es hora de empezar a pagar.

Es hora de aceptar la derrota, de enmendar, de pedir perdón, de hacerse a un lado y no sólo para irse a uno de esos matinales como la Cubillos, que hace morisquetas acerca de un pasado que ya no tiene ni domina. ¿Acaso ya se contaminó con el viejo virus que lleva incubándose en la élite hace años?: ser inmune a todos, menos a los que te conviene. Es el virus de ser obsecuente y tiene vacuna, pero nadie desea inocularse, porque perder en lo que creen les duele más que perder vidas o hasta propiedades. El viento se está llevando todo, el invierno ha llegado y el trono está vacío. El virus ha sido como un hacha que está destruyendo todas las estructuras que sostenían esta choza que no era tan primer mundo. Y sí: ataca a lo viejo. A los viejos, a las viejas estructuras, a los viejos problemas que fueron escondidos o negados. La represión mental es mucho más poderosa que la represión armada. Quizás lo que sucede es que estamos en guerra santa y los que pautean al Segundo Piso son los curas pedófilos adictos a putos online que están intentando zafar y desean que lo único adecuado es que todo se inunde y se arme una nueva arca de Noé, donde el concurso que arme Don Francisco será un bingo para ver quién se queda en tierra.

¿Series para calmarnos o distraernos?

Creían que éramos ricos y tomaron decisiones como si todo fuera Beverly Hills 90210. Ahora batimos nuevos récords. ¿Se perdió la batalla de Santiago? La Región Metropolitana ahora es la cuarta región o estado con más casos del mundo. Al parecer, todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que se sedujeron en enero, se han derrumbado como castillos de naipes. ¿No hubiera sido mejor no hacer ejercicios, confiar en fórmulas? Proyectar menos. Pero son susceptibles a la seducción. Algunos se conforman con chicos putos con buena memoria y plumas articuladas en una era donde todo daba pudor, plancha, pero los más importantes se dejaron seducir con una utopía, con una Constitución. Los naipes se cayeron, entre otras cosas, porque no era un juego, una apuesta. Las muertes van en aumento y, creo, las certezas. Eso es bueno. Que la incertidumbre se esparza a todos, a todo el rebaño, y que todos vivamos aterrados intentando descifrar los componentes de la incertidumbre.

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