Sergio Castro, director del documental El Negro: “Ricardo Palma Salamanca no es el mismo de 1991: borró su pasado”

Ricardo Palma Salamanca, aquí en una escena en el Parque de Vincennes de París, durante la película El Negro, de Sergio Castro.

El cineasta, co-director de la serie La jauría, estrenó esta semana en plataformas la película donde el ex frentista y autor material de la muerte de Jaime Guzmán enfrenta por primera vez las cámaras en una larga entrevista.


Hace tres años un fugitivo de la justicia chilena entró a Francia con el nombre de Ricardo Palma Salamanca, la misma identidad con que se lo conocía en nuestro país al fugarse en 1996 en helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad. Había pasado los últimos 21 años de su vida en México bajo los nombres y apellidos de Esteban Solís Tamayo y se había preocupado de destruir todas las huellas de su pasado. Desde el 2017, sin embargo, Ricardo y Esteban comenzaron a convivir en una misma persona.

Aquella dualidad de identidades es la columna vertebral del documental El Negro, película que el cineasta Sergio Castro (1979) realizó durante cuatro años y cuyo título corresponde el sobrenombre del personaje. La empezó cuando nadie sabía del paradero el ex frentista y la terminó cuando ya había logrado asilarse en Francia. En el medio de todo aquello, la película cambió de dirección, de título y la gran pregunta terminó siendo: ¿Quién es hoy este personaje con dos vidas en el pasado y una tercera ahora en Europa?

Sergio Castro, que es el codirector de la serie La jauría y ha realizado filmes como La mujer de barro y Paseo, no oculta que todo partió por su curiosidad por quien fue condenado por el asesinato de Jaime Guzmán. Eso sí, deja en claro que no busca glorificar a nadie.

“Antes de entrevistarlo, le dije que la película plantea una discusión moral al espectador, dónde uno se pregunta si acaso él es un héroe o no, o si sus atentados son justificados o no”, dice sobre un largometraje que tiene por primera vez a Palma Salamanca en largas entrevistas frente a cámara, grabadas en París.

Ricardo Palma Salamanca en el Parque de Vincennes (París), en una escena del documental El Negro,

La película se estrenó esta semana en las plataformas de Cinépolis Klic, Red de Salas y Punto Ticket, pero Castro aclara que el ex militante del FPMR aún no lo ha visto. Espera, eso sí, que pronto acceda a ella.

¿Qué representa para usted Ricardo Palma Salamanca?

De alguna manera su figura sigue siendo un misterio, pero además cohabitan en él dos personas. Por un lado tenemos a un ser humano que vive en un contexto político y social muy complejo de la historia de Chile, donde probablemente él ejecuta algo que muchos sólo pensaban. Por eso hay que ser cuidadoso al usar los términos “terrorista” o “héroe”.

En la película hay espacio para reflexiones del ex frentista sobre su juventud militante: “Eramos de la última generación, la que ya no pensaba tanto en un cambio de justicia social o económica. Eramos una ‘bola’ de mocosos de 17 o 18 años”.

También busca dimensionar el contexto que lo motivó a actuar: “Había una voluntad muy grande, pues se trataba de una batalla épica. ¿En qué momento tienes la posibilidad de participar en una batalla épica en tu vida? Esas posibilidades no tienen que perderse”.

Y es muy claro que él también quiere referirse a su paso por la cárcel: “Yo comencé (el proceso de cambio) en la cárcel. Llegué a la conclusión de que lo que más importa al final es la vida. Es el único fenómeno que nos importa salvar. No hay otra cosa, aunque suene paradójico. Me dediqué a cuidar la vida: esa fue mi última misión”.

Con calma y acento mexicano, Palma Salamanca describe además su método para vivir fuera del radar. “Yo aniquilé mi pasado. Entre los 17 y 21 años fui un tipo de persona, pero había que enterrar esa historia y convertirse en alguien totalmente diferente. Tienes que inventarte otra vida y te lo tienes que creer. Y no hay que cometer errores, sino la gente empieza a sospechar”, cuenta el ex frentista, hoy de 51 años.

Luego entrega un detalle probablemente triste para su familia real. “Así es que me inventé que la mayoría de mis familiares estaba muerto. Cuando le dices a la gente que tus familiares están muertos, no te preguntan más”.

Las hermanas Andrea y Marcela Palma Salamanca y su madre Mirna Salamanca en una escena del documental El Negro, de Sergio Cortés.

La aparente claridad emocional del protagonista contrasta con los sentimientos contradictorios de sus hermanas y de su madre. Las tres resienten su ausencia, pero mientras las dos primeras hubieran preferido que tomara otro camino, Mirna Salamanca valida las acciones violentas del hijo.

En ese momento determinante de El Negro, las tres enfrentan por primera vez abiertamente sus posturas con respecto a él. Luego, Marcela Palma cuestiona la inflexible postura radical de la madre en presencia de ella.

¿Por qué le interesaba mostrar la relación familiar?

Sabemos que Ricardo Palma Salamanca es una figura que polariza, y que genera admiración y odio en el país. En ese sentido era muy valioso contar con los testimonios de quienes estaban más cerca de él: su madre y sus hermanas. Pienso que para hacer este retrato en su vereda pública y privada, ésta era la manera más honesta.

¿Puso alguna condición?

Es una buena pregunta, pero antes debo decir que nosotros siempre nos acercamos de una manera muy transparente a él y a la familia. En algún momento del 2018 se enteró de que se estaba haciendo un documental sobre él, donde participan su madre y su hermana. Por otro lado, el Ricardo Palma Salamanca de hoy es diferente al de 1991. De cierta manera borró su historia y también se salió de la militancia.

¿Hay temas de los que no quería hablar?

No me puso ninguna condición en ese sentido. Ahora bien, yo tampoco estaba interesado en hacer consultas incisivas del tipo “¿Lo hiciste o no lo hiciste?”. Buscaba algo mucho más reflexivo de parte de él. Es decir, lo importante era saber cómo un ser humano de 50 años puede cargar con todo ese pasado. Ese es el punto de vista del documental.

¿Fue difícil esa puesta en escena?

Por supuesto. Es una persona que por razones obvias no gusta hablar públicamente, no tiene buena impresión de la prensa y dejo de leer los diarios hace mucho tiempo. Seguramente si hubiera sido un filme con un punto de vista político o policial, no habríamos logrado nada.

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