Luis Dimas y Takilleitor, la peor película del cine chileno

Estrenada en 1998, la película de Daniel de la Vega pasó a la historia como un filme de culto. Vilipendiado y criticado, aunque comentado en el boca a boca por el morbo y la vergüenza ajena que generaba. Para Luis Dimas, era su manera de salir del pozo en el que había sucumbido su carrera a partir de los 80. Pero no fue así. Este es el relato de un proyecto tan fallido como singular.


“Yo quería ser Takilleitor”, fue lo primero que pensó Luis Dimas luego de leer el guión que le ofrecían. Por entonces, a mediados de los 90, su carrera estaba de capa caída: había vuelto en 1984 al país, tras un paos sin demasiado éxito por Estados Unidos y Canadá (donde acumulaba mitos como haber cantado con Sinatra), pero su circuito de presentaciones en Santiago sólo se remitía a resturantes, boites, bares y clubes nocturnos. Con mucha suerte, era un nombre asociado a la nostalgia y al mundo kitsch, cuando aún ni siquiera asomaba ese vocablo.

Y fue el director Daniel de la Vega quien se acercó con la propuesta cinematográfica.

“Primero dije que no: pensé altiro que iban a salir los del mundo del cine, los de izquierda, a decir qué hace ese momio acá, siendo que yo no soy un momio per se -dijo Dimas años después, en 2018, en declaraciones recogidas por El Mercurio-. Pero acepté la propuesta. Mi carrera estaba muy baja en esos años. Esto me tiraba para arriba. Significaba mucho para mí. El problema era que el guion era muy malo. Era cursi. Los capos te hacen guiones perfectos, naturales. Los siúticos, no”.

De la Vega recordó el momento también. ”Luis estaba muy contento cuando le ofrecí participar, por ese entonces él ya no tenía la repercusión de años anteriores”. La idea era algo que iba masticando desde hace años. “Yo había estrenado País de octubre en 1990, y al año siguiente decidí que era momento de hacer Takilleitor. Siempre quise trabajar con Dimas y lo busqué. Le expliqué que quería hacer una película que tratara de un ídolo popular que pudiese narrar momentos actuales y del pasado de Chile. Momentos en los que nos reconociéramos y nos entendiéramos un poco. Sobre todo a través de un personaje que había quedado en un imaginario muy conflictivo, en una época donde todo era blanco o negro políticamente”.

Sin embargo, casi desde su concepción, la película pasó por una serie de problemas. Así lo relató De la Vega. “No te imaginas la cantidad de prejuicios que tuve que vivir: ‘Daniel, tu película nos encanta en términos generales, pero si el personaje fuera otro...’. Te estoy hablando de personas que podían cambiar el destino de la película, prestando o no apoyo. Mucha gente me dijo: ‘Tu película País de octubre tiene valor, pero yo creo que en Takilleitor te equivocaste al poner a Dimas’. Trataban de que me replanteara, pero yo estaba decidido a hacer esa película. No por un par de millones iba a cambiar al protagonista y a los actores”.

De la Vega estaba decidido: “Yo les decía: ‘No estoy hablando de una persona, sino de una generación y un momento que estamos viviendo. Fuera de ser un ídolo popular, nos enfrenta a todos nuestros fantasmas’. Dentro del equipo no creo que haya habido ese tipo de comentarios. O quizá en silencio”.

”Teníamos un capital muy chico -recordó Hugo Espinoza, asistente de dirección-. Filmamos una semana con lo que teníamos y en febrero del 92 fuimos a hablar con Ricardo Larraín, de Filmocentro, quien nos ayudó mucho, con equipos, con una oficina para hacer los casting. Nos preguntó cómo íbamos. En un 30%. Y nos dijo que se iba a abrir un concurso que se llamaba Fondart. Fue el primero. Ya había habido uno en dictadura pero no se habían entregado los premios. Postulamos y lo ganamos. Pedimos 23 millones de pesos y nos dieron 10: al final se gastó alrededor de 60. Mientras esperábamos la plata abrimos una línea de crédito en el Banco Estado. Sabíamos que cuando recibiéramos lo del Fondart íbamos a salir con la película terminada”.

Dimas ha recordado en diversas entrevistas esos tiempos de filmación, y asegura que estuvo limpio. “Yo no tomé cocaína en ese tiempo, porque con la cocaína me iba pa’ adentro. Eso es absolutamente mentira porque yo jamás a nadie le he conversado que estoy tomando coca. ¡Es totalmente mentira! Y qué raro que lo diga el Hugo, porque el Hugo le pegaba a la hue...Yo no po, yo trataba de disimularlo. Una vez jalé, pero nadie supo. Yo podría decir un montón de cosas, de inclinaciones sexuales, que te miraban y te hacían convites a salir con cabritos durante la grabación. Me invitaban. O me querían probar, no sé...”

En 2014, en el programa Mentiras Verdaderas de La Red, el intérprete revelaría que efectivamente consumió cocaína, pero que nunca fue drogadicto. Y que, por lo demás, zafó de los excesos cuando en una fiesta vio “un espejismo, una cruz”, casi una alucinación divina que de un momento a otro lo extirpó de la mala vida.

Volviendo a la película, Dimas compartió roles con Patricia Rivadeneira y Alejandra Fosalba. ”A la Paty Rivadeneira le tuve hartas ganas, pero jamás me acosté con ella. Éramos muy amigos. La Alejandra Fosalba se me insinuó. Era rica. ‘¿Y cuando vamos a pasarlo bien?’, me preguntó. ‘Cuando seamos más viejos’, le dije yo. No me gusta meterme con compañeras porque pierdes. Pierdes como artista. Pierdes el misterio, ¿me entiendes, no? Ya no te respetan tanto. Fui lo suficientemente no tonto como para no caer”.

Por su lado, Fosalba desmintió el hecho: ”Ja, ja, ja. Supongo que es una broma. Mi respuesta es: ja, ja, ja”. En su momento, tal revelación levantó una compleja polémica para el intérprete.

El protagonista del filme fue encarnado por el actor Rodrigo Vidal, quien llegó al trabajo de un modo accidental. “Yo llegué a la película por casualidad. Pasé a saludar a la escuela de teatro y ahí estaban grabando. Todos me gritaron: ‘Takilleitor, tú eres Takilleitor’. Y desecharon al otro actor. Me acuerdo cuando fuimos a grabar a Valparaíso, donde hicimos esa escena en el bote donde Lucho improvisa la historia de Darth Vader”.

“Un director que no sabe contar historias”

Para Vidal, desde su concepción la película mostró acaso la pata más coja y que siempre se le criticó: el argumento. “Yo nunca entendí nada del guion, para que voy a mentir. Nunca me quedó nada claro. Entendía un poco la locura, porque conocía a Felipe Vilches y Daniel, y de repente entendía un poco dentro de las actitudes de sus personalidades, de sus formas de ser, que de una u otra manera borroneaban el guion una y otra vez, entonces lo que se iba armando era bastante sui géneris”.

“Los textos eran escenas, algunas con pequeños diálogos, o sin diálogo -señala Hugo Espinoza-. Yo trataba de cuidar siempre la mínima coherencia en las grabaciones. Me acercaba a Daniel y le decía: ‘Me parece interesante, pero ¿dónde lo querís poner?, ¿para qué estamos haciendo esta escena?’ Daniel ya tenía una película en el cuerpo y una de las pocas criticas de País de octubre fue de Alberto Fuguet: ‘Daniel de la Vega sabe filmar, pero no sabe contar historias’”.

Rivadeneira también opinó sobre la trama en el reportaje de El Mercurio: “De partida mi nombre sale mal escrito en los créditos. No hay conflictos bien desarrollados, no tiene una estructura aristotélica, pero sin embargo, eso es algo típico de Felipe Vilches. Si tú mirabas como por escenas, entendías que estaba hablando todo el rato de la dictadura, pero como hablábamos en una época en que no se podía hablar. Todo se hablaba en metáfora”.

“La película no estaba a mi altura, y ellos creían que yo no estaba a la altura -recordaba Dimas-. ‘Qué mierda está haciendo este cantantucho’, deben haber dicho. Porque para ellos yo era un cantantucho. Sentía que se reían de mí, ahora se cree actor... Vi ahí la tremenda pedantería que hay detrás de los actores”.

El cantante veía progresivamente frustrada su opción de salir del pozo a través de este proyecto. Apenas un par de apariciones en estelares y en programas como Sábados Gigantes marcaron sus años 90; como todos sus coetáneos con los que brilló en los años 60 en la era de la Nueva Ola, ya no tenían el brillo ni el combustible de los días dorados.

El trabajo de la película estuvo parado un tiempo, sin embargo, un acierto de Daniel de la Vega logró reactivar el trabajo. “En 1995 yo estaba en Copiapó y recibo un llamado de Daniel de la Vega -recuerda Espinoza-. La película llevaba parada un año. Yo me había olvidado. Pero Daniel me dice que la habían vendido en 15 mil dólares a TVN. Que me devolviera para terminarla. Eso hice”.

Para 1996, el filme estuvo en condiciones de tener su primer estreno. Fue el 25 de octubre de 1996, en el Centro de Extensión de la Universidad Católica, en una muestra de la Comunidad Europea.

Daniel de la Vega también recuerda el momento: “Yo estaba contento. La había terminado de producir y me parecía interesante mostrarla en ese contexto. Tengo un buen recuerdo de los comentarios. La sala estaba llena. Había risas, lo que más llamaba la atención siempre y que la gente lo terminaba reconociendo, era que iban morbosamente a ver a Luis Dimas. No era la película de Ugarte, ni de Vilches, ni de Daniel de la Vega. Era de Luis Dimas”.

A partir de ahí, la cinta tuvo pésimas críticas. Lapidarias. Destructivas. La cinta fue emitida por la misma señal en febrero de 1998 y alcanzó 9 puntos de índice de audiencia, siendo esta la única vez que se pudo ver en televisión abierta.

También se editó en VHS, adquiriendo a partir de ahí el estatus de culto que acumuló con los años: la gente la arrendaba y veía más por morbo y vergüenza ajena. La prestaba y la comentaba sólo por escenas que rasguñaban lo absurdo. Prácticamente desapareció de la filmografía nacional, pero muchos críticos hoy la apuntan como la peor que se ha filmado en el país.

Daniel de la Vega recuerda sobre las críticas: ”Salfate fue el más duro y el más liviano en sus comentarios. Yo a él lo busqué, pero nunca me dio la oportunidad de platicar con él. Seguí mi propio proceso. Cuando la estrené en TVN, en 1998, di por cerrado un círculo”.

Hoy, el filme está disponible en YouTube.

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