A los 78 años muere Luis Dimas, el Rey del Twist

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El deceso fue informado a través de redes sociales por su hijo Salvador Misle. Se debió a una falla multisistémica y estaba internado hace unos días en el hospital Barros Luco. Su legado empezó en los 60, como una réplica nacional de Chubby Checker, aunque logró zafar del molde para convertirse en un autor de éxitos propios, interpretados en español y de innegable naturaleza chilena. Sin proponérselo, también busco la internacionalización, antes remitida a otro tipo de estrellas.


La noche de este miércoles 17 de noviembre, a los 78 años, murió el cantante Luis Dimas, el llamado “Rey del Twist” y uno de los más grandes íconos del movimiento artístico de la Nueva Ola chilena que irrumpió a principios de los años 60.

El deceso fue informado por su hijo Salvador Misle, a través de Twitter, y se debió a una falla multisistémica. Estaba internado en el hospital Barros Luco desde hace un par de días, como consecuencia de diversos problemas de salud que lo empezaron a golpear con más fuerza a partir de 2019.

Nacido en Valparaíso el 11 de junio de 1942 con el nombre de Luis Salvador Misle Troncoso, a muy temprana edad comenzó a trabajar en los teatros de revistas, hasta que ya a principios de los años 60 tras lograr cierta popularidad en las radios, adopta su nombre artístico con el que fue conocido durante la mayoría de su carrera.

No fue muy distinto al derrotero de gran parte de las figuras del espectáculo local aparecidas por esos días: los escenarios, la radio y luego el estrellato a gran escala. Esos fueron sus eslabones cronológicos.

En su caso, comenzó a trabajar por necesidad como cantante, convirtiéndose en temprana figura infantil en circuitos de su Valparaíso natal. Una jornada, faltó un número en el teatro Broadway, y Dimas lo reemplazó cantando por primera vez en escena; su éxito con el público fue inmediato. Desde niño tuvo una aceptación impresionante con las audiencias.

Se movió a Santiago y ahí estudió en el Liceo Comunal de Ñuñoa, donde fue compañero de Mario Kreutzberger, por ese entonces otro personaje casi anónimo que después saltaría al estrellato como Don Francisco. “Lo conocí en todas las etapas de su vida”, reveló hace unas horas el animador en su cuenta de Instagram.

Un hombre pionero

Ya a principios de los años 60, Ricardo García, destacado discjockey y célebre figura de los medios de esa época, fundamental en el despegue de muchas carreras, lo descubre y se convierte en su padrino artístico. Veía ahí -tras mirar sus presentaciones en encuentros colegiales y festivales comunales- un natural talento en bruto a explotar.

Lo llevó a presentarse en varias radioemisoras de la capital y le presentó a Jaime Román, promotor del sello Philips, quien por ese entonces buscaba un nuevo cantante para el conjunto The Lyons.

The Lyons era algo así como un semillero de grandes créditos del período: por ahí habían pasado Peter Rock, Jorge Pedreros, Toly Ramírez y hasta el mismísimo Palito Ortega, pero antes de su seudónimo más célebre, cuando era conocido simplemente como Nervy Nelson y se quedaba a alojar en piezas y residenciales en el centro de Santiago.

Tras un par de pruebas, Dimas se calzó el traje de voz de los Lyons bajo un sino fijo y singular: debía ser la réplica chilena de Chubby Checker, el atlético y también corpulento rey del twist en Estados Unidos. Ahí donde Peter Rock replicó los movimientos telúricos, los tics expresivos, la voz frenética y las poses de galán en plan cinematográfico de Elvis, Dimas hizo lo propio con Chubby: copió sus pasos de baile y sus movimientos bajo el ritmo de moda, con composiciones cuyos títulos no dejaban duda en torno al género y al sonido al que apelaban: El twist, Peppermint twist y Let’s twist again.

Tal como cuando se inició cuando niño, fue sencillamente irresistible para los medios de esa época, siempre a medio camino entre el asombro y la ingenuidad.

Pero el mérito de Dimas no recayó sólo en saber calcar el estilo de otra estrella del Hemisferio norte. En la épca en que triunfaba uno de los primeros grandes hits rockeros facturados 100% en el país como El rock del mundial, de The Ramblers, asomó como un creador capaz de facturar canciones en español y de despachar éxitos de sonido afilado y eléctrico, pero diseñados a pura chilenidad.

Penas juveniles fue su primer gran golpe a la cátedra -suceso mayúsculo de la Nueva Ola- para después continuar con Caprichitos, Sueña y Mi secreto. Todas escritas por Luis Dimas y los Twisters, tal como se había rebautizado el conjunto en homenaje a su estrella principal.

Tras alzarse como el conjunto más popular de 1963, al año siguiente fue desbancado por la cantante Cecilia, una muchacha de mayor arrojo y versatilidad. Acusando el golpe, en 1965 Luis Dimas y sus Twisters se instalan en Buenos Aires, convirtiéndose en unos de los primeros nuevaoleros en emigrar. Contra cualquier pronóstico -sobre todo porque ya en esos años para un artista nacional el mercado porteño era duro de roer-, en Argentina no sólo sobrevivieron, sino que alcanzaron una aceptable difusión para un conjunto chileno.

Aprovechando mucho sus apariciones en TV, Dimas empieza a forjar la imagen -y quizás leyenda- de un showman dispuesto a todo, histriónico, humorístico, versátil, aptitudes que lo siguieron hasta sus últimos días. O hasta años más recientes, cuando seguía apareciendo en la pantalla incluso riéndose de sí mismo.

A fines de los 60 sigue un destino similar: se lanza como solista y parte a Perú para inaugurar El show de Luis Dimas, su propio programa. También en 1970 despacha Zapatos chinos, considerando su último gran éxito radial y comercial.

Sin proponérselo demasiado, el artista también ejerció el acto pionero de instalarse en mercados extranjeros, la hoy llamada internacionalización, al menos para la camada de la Nueva Ola y los ídolos más pop, en un intento de mudanza hacia otras latitudes reservado en esos momentos para otra clase de nombres de la música nacional, como Lucho Gatica en el bolero o Violeta Parra en la Nueva Canción Chilena y la pintura.

Takilleitor

Tras el golpe militar de 1973, intuyendo quizás los años de apagón cultural, se radica en Canadá, donde como pocas veces en la música popular chilena se confunden la realidad con la fantasía. Dice que actúa en Las Vegas y Nueva York, que es parte del circuito de artistas anglo y que incluso se codea con Frank Sinatra. Imposible comprobarlo, imposible desmentirlo. Todo se convierte en una bola de nieve de mitos que lo persiguió también hasta su adultez, alimentada por supuesto por él mismo.

Vuelve a Chile en 1984, uniéndose al circuito nocturno de los nuevaoleros -clubes, restaurantes, boites-, aunque también aparecen proyectos que ya lo emparentan con la naturaleza kitsch: Takilleitor a principios de los 90, película de culto, donde es abducido por extraterrestres, de pésimas actuaciones, escaso presupuesto y que hasta hoy es considerdo entre lo más bajo alguna vez producido por nuestro cine. En palabras simples, lo más malo de nuestra filmografía, aunque se buscaba en videoclubes y se intercambiaba como material imperdible para la vergüenza ajena. Cuando se lo recordaba, él obviamente lanzaba de vuelta una sonora carcajada: hasts los puntos bajos de su carrera los tomaba con humor.

A partir de los 2000, se une al grupo de leyendas de la Nueva Ola que gira pr Chile como un tren del recuerdo, grupo que se mantuvo unido por décadas como expresión más colectiva y concreta de la nostalgia, fijando shows en espacios como el teatro Caupolicán o en instancias como el Festival de Viña, la Teletón o el programa Rojo VIP.

Había desaparecido de los medios en los últimos años, aquejado de varias enfermedades, según apuntan sus cercanos, como cuando en 2019 sufrió un infarto que lo tuvo internado por varios días, debilitando progresivamente su salud.

Eso sí, su nombre, sus canciones, su estilo y su rostro -todo irrepetible- son parte intrínseca de la cultura popular del país.

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