Muere Pablo Allende, el histórico sonidista de los Prisioneros en los años 80

Pablo Allende, de camisa blanca, junto a Los Prisioneros.

El técnico -fallecido el jueves de un infarto-, fue el encargado del sonido en vivo de la banda sanmiguelina en sus presentaciones en Chile y en sus giras por Sudamérica. Además, tuvo un rol de confidente y fue él quien armó el equipo que asistió a Jorge, Claudio y Miguel.


Del equipo técnico que trabajó con Los Prisioneros en su época de oro en los 80, Pablo Allende ocupó un lugar especial. No solo fue el sonidista de la banda, sino que el encargado de amar el equipo técnico, por lo que tuvo un rol profesional más allá de la consola. Pero Allende -fallecido el jueves de un paro cardíaco a los 59 años- ejerció a ratos también de confidente, de amigo y como un motor clave cuando Jorge, Claudio y Miguel se iban de gira, por Chile y Sudamérica.

Allende estudió ingeniería en sonido en el instituto Santa Elvira. Ahí conoció a quien sería su compañero de ruta más cercano, Coti Aboitiz. Con el ex La Ley, y también con Andrés Bobe, formó incluso un grupo ligado al rock progresivo que bautizaron como Galaxy. Al poco tiempo esta banda de amigos se disolvió, pero Allende siguió ligado a Aboitiz y por eso no pasó mucho hasta que se transformó en roadie de Aparato Raro, que integraba el propio tecladista e Igor Rodríguez.

Fue en un show en el Teatro Cariola, que compartieron Aparato Raro y Los Prisioneros a mediados de los 80 cuando, sin proponérselo, su vida dio un giro. El sonido del concierto era pésimo y Carlos Fonseca, mánager de ambas bandas, le preguntó a Aboitiz si conocía a alguien que pudiese arreglar el entuerto. El tecladista no lo pensó dos veces: Pablo Allende.

El sonidista -de sonrisa fácil y trato amable- arregló los defectos sonoros en el Cariola y desde ese día pasó a estar a cargo de la consola de Los Prisioneros. Su trabajo no estuvo exento de sobresaltos: en los 80 el equipamiento era precario y la infraestructura acotada a gimnasios de pésima acústica. Ante la disyuntiva de sonar más fuerte pero con menos nitidez, Allende siempre optaba por lo primero, lo que muchas veces lo transformó en el “culpable” de que la banda sanmiguelina no sonara bien en vivo. Allende nunca estuvo de acuerdo con tal premisa. Razón tenía: para la audiencia el sonido no era lo más importante.

Con Los Prisioneros, Allende viajó de norte a sur y además los acompañó a Córdoba -la primera salida internacional del grupo a fines de 1986-, a Montevideo ese mismo año, y en septiembre de 1987 a Perú y Ecuador. También estuvo en las giras por Colombia y en Mendoza para el Concierto de Amnistía Internacional de 1988. Organizó, además, uno de los últimos shows de la banda con el trío original, en Talca en 1989.

Pablo Allende, su hermano Octavio, y Los Prisioneros, en el aeropuerto Pudahuel.

Para todas las giras y presentaciones en Chile, Allende armó un equipo técnico a toda prueba: Octavio “Chino” Allende, su hermano, como jefe de escenario; Sergio Mallorga como roadie y técnico de guitarras; y Norberto “Mono” Berríos en los monitores. A este grupo se sumó más tarde Sergio Gómez, al mando de las secuencias y el computador que consiguió González para la época de La cultura de la basura. En ese disco, Allende tuvo un rol anónimo: fue una de las voces del coro de Maldito sudaca.

Pablo Allende, entre Miguel y Claudio.

Cuando el trío original se disolvió en 1990, también se quebró el equipo técnico y Allende nunca más trabajaría con Los Prisioneros. Eso sí, en los últimos años se mantuvo en contacto con Narea y Tapia. Para él, su trabajo como sonidista era algo que exhibía con orgullo.

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