La historia del chileno que se enteró del paso de su abuelo por Auschwitz (y lo convirtió en una novela)

Campo de concentración de Auschwitz

A través de una investigación, el chileno Gabriel Salinger se propuso reconstruir la historia de su abuelo, Heinz, judío checo que estuvo en el campo de exterminio y luego de su liberación vino a nuestro país. El resultado es una novela titulada El hombre que nunca escapó de Auschwitz, que ya se encuentra disponible. Su autor conversó con Culto y desmenuzó la historia.


Fue una visión la que movió a Gabriel Salinger Lisboa, ingeniero comercial, a indagar en los antecedentes de una historia que solo existía por los márgenes, y de la que desconocía cualquier información más profunda. “Mi familia sabía que mi Opi, como le decíamos nosotros (a su abuelo), estuvo en el gueto de Terezín, en el campo de concentración de Auschwitz y en una fábrica de trabajos forzados en Meuselwitz, pero no conocían ningún detalle. En 2017 visité la Sinagoga Pinkas, en Praga, en cuyos muros interiores están escritos los nombres de los casi 80.000 judíos checos que fueron asesinados por los nazis. Ahí vi nombres de familiares de mi abuelo y esa noche me desvelé pensando que aquellos nombres que no significaban nada para mí, fueron personas muy cercanas a él y nosotros casi no sabíamos sobre ellos”.

“Desde ese momento me propuse investigar sobre su vida y, cuando me di cuenta de lo interesante que es su historia y de la cantidad de información que tenía, decidí escribir para poder traspasar su memoria al resto de mi familia”.

Gabriel Salinger.

Así, Salinger comenzó una investigación sobre su abuelo, el ciudadano checo Heinz Salinger, judío, nacido en 1924. Su vida, como la de los judíos que vivían en los países de Europa central y del este, comenzó a cambiar desde el momento en que Adolf Hitler asumió como Canciller de Alemania, en 1933. Paulatinamente comenzó a implementar medidas discriminatorias contra la población judía, a la que culpaba de los males del país. Sin embargo, el Tercer Reich comenzó a expandirse, en busca de lo que llamaba su “Espacio Vital”. Así, anexó Austria, en marzo de 1938 (en la Anschluss) y luego, la actual República Checa, a la que primero anexó la región fronteriza de los Sudetes, en 1938, para luego proceder con el resto del país, en 1939, a la que se denominó Protectorado de Bohemia y Moravia.

Trasladado junto a su familia a un guetto en la localidad de Terezín, luego pasó por el terrible campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, de la cual solo salió para ir a una fábrica de armamento en Meuselwitz, Alemania, gracias a que se hizo pasar por cerrajero (no siéndolo). Fue durante un ataque de la aviación de Estados Unidos en que Heinz aprovechó la confusión y junto a su hermano Felix escaparon por las montañas de vuelta a su país natal. Ahí fueron acogidos por los estadounidenses, quienes les prestaron atención médica.

En 1946, Heinz decidió seguir a su padre, quien había emigrado a Chile poco antes de la llegada de nazismo a Checoslovaquia, y vino a residir a nuestro país. Su progenitor, Fritz, tras desembarcar en Valparaíso, vivía en un departamento en el Paseo Bulnes. Heinz echó raíces, formó una familia, y murió en Santiago, en 1995, producto de un cáncer.

Felix y Heinz junto al soldado estadounidense que los acompañó luego de su liberación. Mayo de 1945. Cortesía Gabriel Salinger.

Los años de vivir en duras condiciones de hacinamiento en el guetto, la discriminación, luego la horrorosa realidad de Auschwitz calaron tan hondo en Heinz -quien en Chile adaptó su nombre a Enrique- que nunca habló de tema. Su nieto recogió su historia y la relató en una novela, El hombre que nunca escapó de Auschwitz, y que ve la luz a través del sello Aguilar, parte del conglomerado Penguin Random House.

Salinger habló con Culto y comentó cómo fueron surgiendo las pistas que te llevaron a descubrir la historia de su abuelo. “Fue un proceso bastante desordenado porque no esperaba encontrar tanta información. Mi objetivo era obtener nombres y fechas, nada más, pero fue una bola de nieve. Me adentré en un camino sin retorno de muchísima información e historias, que duró más de tres años. Se transformó en la búsqueda de un tesoro”.

“Yo mandaba mails a muchas personas e instituciones y, semanas o incluso meses después, recibía respuestas que me incitaban a seguir escarbando. Esto desembocó en un contacto tras otro y terminé hablando con familiares de personas que conocieron a mi abuelo y con personas que vivieron lo mismo que él. Fue muy emocionante vivir varios años recibiendo mails sin aviso que eran pistas para seguir descubriendo la historia”.

“A medida que iba teniendo más información, los datos que en algún momento recibí y que me parecían irrelevantes, cobraban sentido, así que tuve que ir constantemente sobre mis pasos. Eso me llevó a encontrar cartas de la época escritas a mano por mi abuelo y por mi bisabuelo, que eran parte de la colección de correspondencia de una familia en Estados Unidos, que resultaron ser familiares de mi abuelo. Eso fue probablemente lo más impactante y rescatable de la documentación que hice”.

Heinz Salinger a su llegada a Valparaíso, en 1946. Cortesía Gabriel Salinger.

¿Cuánto de real y cuánto de ficción hay en este libro?

Es una historia real, hecha en base a una larga investigación y al estudio del contexto histórico. La idea de este libro era ser una memoria familiar, por lo que me preocupé de apegarme lo más posible a la historia. Ahora bien, quise que fuera una novela de principio a fin, por lo que claramente los detalles y las conversaciones en muchos casos son una forma de unir los puntos que obtuve de la investigación y de rellenar aquellos espacios que no pude encontrar. También hubo varios detalles que los obtuve por el contexto histórico. Con el libro completo, puedo decir con certeza que esa es, en gran medida, la historia que vivió mi abuelo.

Entre los judíos chilenos más mayores, ¿el holocausto es un tema que se sigue hablando?

Tal como dice el título del libro, creo que los judíos nunca escapamos ni escaparemos del holocausto. Es un tema que nos define como comunidad por lo determinante que fue en nuestra historia. Si se sigue hablando, es una pregunta más compleja. Los sobrevivientes del holocausto han tenido dos maneras de batallar con ese pasado. Unos hablan bastante sobre eso y lo exteriorizan como respuesta a una necesidad de liberación. De ellos ha habido muchas charlas, testimonios, libros, etc. Otros, por el contrario, lo guardan en su interior y se encierran en sí mismos porque, como mi abuelo, no pueden enfrentarse a recuerdos tan dolorosos y evitan a toda costa tocar el tema. Todavía existen varios sobrevivientes pero evidentemente hay cada vez menos. La guerra fue hace 80 años y probablemente en algunos años más ya no haya más sobrevivientes, ni en Chile ni en el mundo. Justamente por eso creí importante extender este libro más allá de mi familia. Está en las manos de las siguientes generaciones mantener viva la memoria de lo que pasó, con el objetivo de que no se repita.

¿Por qué elegiste el formato novela?

Mi investigación no tenía como fin escribir un libro. Mi objetivo era traspasar la historia a mi familia para que tuvieran claridad sobre sus raíces. Para esto, y como pensaría cualquier otro ingeniero comercial, hice una presentación en PowerPoint contando sobre su vida. Ese mismo día me di cuenta de que mi estrategia no funcionó, porque si bien entendieron la historia en términos generales, no se impregnaron de los hechos ni conectaron con las personas cercanas a mi abuelo y que ahora son personajes del libro. Por eso decidí escribir el relato de una forma que involucre mucho más a quien lo lea y que ayude a recordar cómo fue su vida.

El volumen incluye fotos y documentos, ¿de dónde vino todo eso?

Unas de las pocas cosas que tenemos de mi Opi son dos álbumes, uno con fotos de su infancia, que su padre trajo consigo a Chile antes de la guerra, y otro con fotos que sacó él luego de la guerra, desde los días en que fue liberado hasta su llegada a Chile. Los documentos que aparecen no los teníamos, sino que fueron hallazgos de la investigación que mencioné. Fue conmovedor encontrar tantos documentos en internet y reconstruir los detalles de la historia a partir de ellos. Hay muchos otros documentos y fotos que encontré que no puse en el libro y que también aportaron al relato.

El pequeño Heinz junto a sus padres, Helena y Fritz. Cortesía Gabriel Salinger.

El libro narra también con bastante precisión el contexto en que vivían los judíos perseguidos en Europa en los años del Tercer Reich, ¿cómo te documentaste al respecto?

No quería solamente contar la historia de una persona en particular, sino que, al estar situada en un contexto histórico, quería aprovechar de que el lector pudiese aprender sobre esos temas. Supuso un gran desafío, ya que a medida que escribía, me surgían dudas acerca de detalles históricos que no podía descuidar. Por eso procuré documentarme con tiempo y de distintas formas: visité los campos de concentración donde estuvo mi Opi, contacté a la comunidad judía de la ciudad donde vivió antes de ser deportado y hablé con sobrevivientes que estuvieron en los mismos campos y transportes que él, además de visitar museos, ver documentales, leer numerosos libros y, por supuesto, pasar horas buceando por internet.

¿Qué fue lo que más te sorprendió de esta historia?

Sin duda me impactó ahondar en su trauma y en la dificultad que significó haber sobrevivido. Mi abuelo murió cuando yo tenía cuatro años. Cuando alguna vez le pregunté a mis papás acerca de su experiencia en el holocausto, la primera respuesta fue “el opi no hablaba del tema”, pero en ese entonces no dimensionar ni imaginaba la fuerza de ese trauma, que pude descubrir más tarde a través de la investigación. Entendí cómo veía él la vida siendo adulto y por qué nunca pudo superar lo que vivió. Incluso hay un capítulo del libro en que, estando en un post operatorio en una clínica de Santiago, tuvo una pesadilla en la que se veía en Auschwitz siendo operado por el infame doctor Mengele y por asistentes que serían oficiales de las SS. Despertó en estado de agitación profunda y tuvo que ser tratado posteriormente por esto. ¿Cuán profundo tuvo que haber sido su sufrimiento y dolor como para que lo afectara de esa forma décadas más tarde?

Al final aparece un código para acceder a una música que compusiste en base a la historia. ¿Cómo fue ese proceso?

Toda mi vida he sido músico aficionado y la creación de este libro no fue ajena a eso. La misma lista de Spotify me acompañaba todas las mañanas de escritura y servía para inspirarme y adentrarme en la historia. Siempre pensé que sería interesante que el libro tuviera su propio soundtrack, así como lo tienen las películas, y luego de terminar de escribirlo, me senté un día completo frente al piano para componer la canción ‘Heini’, que, sin tener letra, busca relatar la vida de mi abuelo antes de emigrar a Chile. Además de su historia, la canción tiene guiños a una obra compuesta en Terezín y a otra en Auschwitz, como forma de honrar a aquellos músicos que sufrieron lo mismo que él. Actualmente estoy trabajando en más canciones dedicadas a partes más específicas del libro que iré sumando a mi perfil en las distintas plataformas.

El hombre que nunca escapó de Auschwitz ya se encuentra en las principales librerías del país.

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