Crítica de discos de Marcelo Contreras: el peso de la historia con Fleetwood Mac y The Breeders; la decepción con The National

Una institución del rock de los 70 y un emblema de la nación alternativa de los 90 encabezan las novedades discográficas de la semana. En el otro extremo, The National no logra encontrarse con su fórmula de éxito.


*Fleetwood Mac - Rumours (live)

La existencia de Fleetwood Mac cumple sobradamente los requisitos para una biopic, con Rumours (1977) como punto álgido en drama y éxito; los miembros de la banda involucrados en quiebres románticos, traiciones, y una afición notoria por la cocaína. Ganaron el Grammy como álbum del año en 1978, es el sexto título de mayores ventas en los 70, ocupando el noveno lugar entre los discos más demandados de la historia, con más de 40 millones de copias.

Rumours captura el espíritu de una época en un complejo manejo de equilibrios entre sus tres cantantes, hermanados y a la vez separados en matices complementarios. Christine McVie explora el soft rock para cantar las penurias de un matrimonio que se derrumba; Lindsay Buckingham enciende chispas con voz cantarina y la inquietud de su guitarra, mientras Stevie Nicks serpentea entre la fragilidad y la intensidad mediante un registro sin igual.

Este concierto en el peak del estrellato grabado el 29 de agosto de 1977 en The Forum de Inglewood, California, repasa Rumours y el álbum del 75 que solo lleva el nombre de la banda, también un éxito rotundo. Como suele ocurrir, las versiones en directo son más crudas y aceleradas respecto los originales; caso patente con Second hand news, la canción más luminosa en un disco de eterno brillo.

*The National - Laugh track

A cuatro meses de First two pages of Frankenstein, este décimo álbum de The National incurre, en términos generales, en las mismas falencias. La banda de Brooklyn continúa inmersa en una dinámica donde la economía y la repetición son factores determinantes, a la espera de combustión.

El material acumula capas sonoras de frases de escaso bosquejo y patrones rítmicos que trabajosamente arman un in crescendo -la efectiva Space invader-, mientras Matt Berninger amenaza con algo parecido a una melodía, finalmente irresoluta, cerca de la murmuración. Ambas instancias corren como vehículos que amenazan con lanzarse en aventuras para quedar en el enunciado. Las ocasiones en que se agitan ligeramente las aguas dependen de los invitados. Se repite Phoebe Bridgers, en el corte que bautiza al disco; Bon Iver participa de las vibras soul de Weird goodbyes, y Rosanne Cash -hija de Johnny Cash- en Crumble.

Eventualmente Smoke detector consigue algo más de nervio, pero se demora casi ocho minutos. Es curioso y algo inquietante a estas alturas que The National reduzca el lenguaje y las posibilidades. La elocuencia y la emotividad continúan en pausa, en una banda que solía dominar ambas instancias en beneficio de la música.

*The Breeders - Last splash (30th anniversary edition)

El verdadero peso del segundo álbum de The Breeders quedó algo sepultado por el colosal éxito de Cannonball, una de las canciones definitivas de la nación alternativa y de toda la década de los 90, entre cuyas gracias se cuenta una línea de bajo inscrita como una de las más reconocibles en la historia del rock. A 30 años, Last splash es la expresión absoluta de la grandeza y autocondescendencia del indie. Cuando los astros coinciden, las canciones son irresistibles entre cándidas y ácidas, rabiosas y juguetonas.

El dream pop con carburador de Divine hammer; la belleza sideral de Hag; la envalentonada Saints, de guitarra lacerante cruzándose en el protagonismo del bajo; el inesperado desvío folk de Drivin’ on 9; las aventuras instrumentales Flipside -una especie de surf rock encamado con stoner-, y el ambiente maniaco de S.O.S..

Cuando cunde el relajo, asoman piezas fragmentarias como Mad Lucas y Roi. Entre los extras de esta versión aniversario remasterizada, se incluyen dos temas: Go man go, nostalgia pop de los 60 con timbre Phil Spector, alimentada de guitarras quejumbrosas y sobrecargadas, y Divine Mascis, interpretada por el mismísimo J Mascis, líder de Dinosaur Jr., en una especie de epítome de rock indie noventero.

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