El sueño del pibe: la historia de Julián Álvarez, el talento argentino que se fotografió como hincha con Messi y se transformó en su escudero ideal

Julián Álvarez y Lionel Messi celebran en la victoria de Argentina sobre Croacia. (Foto: AP)

El ariete del Manchester City anotó dos de los goles con que Argentina clasificó a la final del Mundial. Con esos tantos, llegó a cuatro en el Mundial. Antes, ya había deslumbrado en River Plate, lo que le valió dar el salto al gigante inglés, en un millonario traspaso.



Hace siete años, Julián Álvarez lucía un sueño cumplido. En su cuenta en Instagram, saludaba el vigésimo octavo cumpleaños de Lionel Messi con una imagen que hasta hoy seguiría siendo la envida de cualquier niño o, más aún, de cualquier fanático del fútbol. Es uno de los tres menores que comparte el cuadro con el astro, quien por entonces brillaba en el Barcelona. Hoy lo tiene mucho más cerca. Es más: hasta comparten honores. El delantero del Manchester City se transformó en la gran figura del triunfo de Argentina sobre Croacia que clasificó a la Albiceleste a la final del Mundial. Convirtió dos goles y elevó a cuatro su producción en Qatar. Una mezcla de potrero y oportunismo lo terminó por elevar a la categoría de héroe de la jornada. Nada mal para el oriundo de Calchín, en Córdoba, que a los 22 años, ya es toda una realidad en la primera línea futbolística del planeta.

Hace exactamente 11 años, Álvarez daba cuenta de su principal anhelo. “Jugar un Mundial”, se le escucha decir en un video aficionado que se ha transformado en viral en estos días. También elige a su ídolo en el fútbol. “Messi”, dice, con seguridad y sin siquiera imaginar que el tiempo lo transformaría en su escudero, después de ganarle el sitial a Lautaro Martínez, quien llegaba como el principal candidato para asumir ese rol. “River, el Barça y Argentina”, añade cuando le preguntan por sus equipos favoritos. En dos, al menos, ya ha conseguido festejar y transformarse en figura.

Ahora celebra su doblete. “Estoy contento, en lo personal y por el grupo. Hicimos un gran partido. Cuando la agarré vi que iban cruzado, me fue quedando, picando medio mal. Estoy es una alegría para todos. Estamos todos contentos”, reflejó, en pocas palabras, dejando fluir el niño que aún le queda. O, muy probablemente, la incredulidad por el momento que estaba viviendo. Que parte un poco antes: cuando le termina ganando la disputa a Lautaro Martínez por la titularidad. El delantero del Inter de Milán llegaba con ventaja por su experiencia y por su campaña reciente en el fútbol italiano. Sin embargo, terminó decepcionando. Álvarez no falló.

Ascenso meteórico

Marcelo Gallardo fue el técnico que le dio la opción de debutar. Fue en la preparación para la Superliga 2018-19. Ya en el estreno, en un amistoso frente a Talleres de Córdoba, marcó diferencias: anotó el descuento en la derrota por 3-1. De ahí en más, no paró de evolucionar, aunque su estreno goleador en Primera División tuvo que esperar un poco: el 17 de marzo de 2019 le marcó a Independiente, en el 3-0 por la vigesimotercera fecha de la Superliga.

Apunta de goles, demoró apenas dos años en alcanzar la consagración continental. A fines de 2021, ya era considerado en el equipo ideal de América, con un privilegio especial: además, era reconocido como el mejor jugador del continente.

2022 fue el año de la consolidación. Con hitos especiales, como los seis goles que marcó en el 8-1 que el equipo millonario le endosó a Alianza Lima en la Copa Libertadores, una marca inédita hasta entonces en el club argentino y que en el torneo solo tenía un antecedente en 1985, cuando lo logró Juan Carlos Sánchez. El 3 de julio se despidió del club. Ya estaba sellado el acuerdo para transferirlo al Manchester City, que pagó US$ 25 millones por su ficha. En principio, lo mantendría en el club hasta fines de este año. Sin embargo, optaría después por reclutarlo antes, por lo que debió abonar otros US$ 1,7 millones.

En la selección argentina debutó en la Copa América de 2021, contra Chile. En ese partido, reemplazó a Ángel Di María. Ya ha festejado en siete ocasiones.

Un año y unos cuantos meses después, confirma que no tiene techo. Y que ya no solo puede ser el socio de Messi, sino también aprovecharse del talento de su ilustre compañero, como en el tercer tanto, cuando capitalizó una gran jugada individual del astro del PSG. O incluso beneficiarlo con la ejecución de un penal, después de recibir la infracción que permitió que el equipo de Scaloni abriera la cuenta. Y, cómo no, de jugársela por sí mismo, como en su primer gol individual, en una jugada llena de picardía, al punto de que, después del partido, confesaría que en una cancha que parecía perfecta había tenido problemas para controlar el balón.

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