Las silenciosas 11 semanas de Bachelet en Chile

UN High Commissioner for Human Rights Michelle Bachelet attends a press conference on December 9, 2020 in Geneva. - The UN human rights chief warned that the coronavirus crisis had "zeroed in on the fissures and fragilities in our societies," including a failure to respect basic rights. (Photo by Fabrice COFFRINI / AFP)

Hizo todo desde acá. Firmar la carta de las mujeres socialistas que lanzaron la candidatura presidencial de su exministra Paula Narváez, llamarla para avisarle, dedicarle la reseña en la Revista Time a Izkia Siches, mensajearse con ella un par de veces, hacer un promedio de tres Zoom diarios como alta comisionada para los DD.HH. de la ONU. Incluyendo ese con Nicolás Maduro. También atendió asuntos familiares, se tomó un período de vacaciones y se reencontró con sus colaboradores de Horizonte Ciudadano.


Llegó a Santiago el 17 de diciembre del año pasado y se fue el jueves de la semana pasada. No dejó huellas en ninguna foto ni video que se conozca hasta ahora, y como ya es un clásico, su anillo más estrecho tiende a ser hermético. Ha sido su visita más larga desde que el 1 de septiembre de 2018 asumiera como alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, cargo que le impide participar en política interna. Y una de las más especiales por varias razones. Esas 11 semanas sí dejaron pistas, porque aunque pasó gran parte en su casa en La Reina y no ha hecho ni un solo comentario público de su estadía, tuvo comidas y otros encuentros privados con distintas personas.

La expresidenta Michelle Bachelet vino porque la ONU dispuso el año pasado que sus funcionarios regresaran a sus países de origen para teletrabajar bajo pandemia, en la misma modalidad también volvió a Chile en septiembre la ahora presidenciable PS Paula Narváez, cuando era parte de ONU Mujeres. La alta comisionada, además, se tomó sus días de vacaciones. Apenas llegó hizo la cuarentena de rigor, y sus últimas tres semanas estuvo trabajando, ya sea yendo a la oficina regional en Santiago o por Zoom desde su casa. Su gente calcula que hizo un promedio de tres sesiones telemáticas diarias con distintos países -entre ellos China-, con cancilleres y jefes de Estado.

Una de esas sesiones fue la que tuvo (miércoles 3 de marzo) con el venezolano Nicolás Maduro, y aunque la ONU ya lo había criticado por atropellos contra los DD.HH., la sonrisa de Bachelet que quedó en un pantallazo alimentó críticas de la derecha. También estuvo pendiente de los coletazos del golpe de Estado en Myanmar, donde ya han muerto más de 60 personas. Sus amistades que la vieron en Chile dicen que le oyeron comentar que el trabajo en la ONU es muy complejo y desgastante. Pero su entorno desmiente categóricamente ciertas versiones que circulan de que ha evaluado volver a Chile antes de que termine oficialmente su periodo.

Su visita fue particular, uno, por razones familiares. Es la primera vez que viene y no está su madre, Ángela Jeria, fallecida el 2 de julio del año pasado. Por eso dedicó parte de su tiempo para ordenar las cosas que tenía en su departamento en Av. Américo Vespucio, que ahora quedó para arriendo, según asegura un cercano.

Entre sus amigos y allegados aseguran que esta vez no viajó a su casa en Caburgua. Pero sí salió de Santiago al menos una vez, recalcan, cumpliendo las normas sanitarias. Una de estas voces no descarta que pudiera haber ido a su casa en Tunquén, aunque también hace el alcance de que esa vivienda la usan más sus hijas. En el plano personal también se reporta que aprovechó de resolver temas médicos.

Ni una palabra con Elizalde, Muñoz ni Rincón

Otro tinte especial que tuvo la visita es que durante ésta Bachelet ejecutó la que puede ser su movida política más jugada dentro del metro cuadrado que le permite su trabajo en la ONU: su rol en el lanzamiento de la candidatura presidencial de su exministra vocera Paula Narváez, que aún no logra pasar la primera valla eliminatoria dentro del mundo PS-PPD.

La expresidenta estaba acá cuando firmó (28 de diciembre) la carta de las mujeres socialistas que la promovían. Se la habían enviado -dicen sus conocidas- varias personas, entre ellas la exdiputada PS Denise Pascal. Claro que ella no pudo a ir verla, porque justo se había contagiado de Covid-19; sí pudieron mensajearse.

Como se sabe, Bachelet llamó a Narváez para avisarle lo que había hecho, y muy pocos días después (31 de diciembre) la hoy candidata renunció a la ONU. De ahí para adelante no queda 100% claro qué nivel de contacto han tenido en estas 11 semanas, pero al menos en uno de los círculos de la exmandataria describen que ambas han conversado en total -incluyendo esa llamada- dos veces por teléfono, y otras más por mensajería móvil. Pero no se habrían reunido en persona, según esas versiones.

Una explicación que dan es que cuando Bachelet llegó, Narváez estaba en Puerto Varas bajo cuarentena, que se levantó el 17 de febrero. Después viajó a Santiago a empujar su campaña. Mientras coincideron en Santiago no hay registro de ambas reunidas. Por un lado -dicen conocidas de la expresidenta-, el corsé de la ONU haría impensable que se fotografiaran, por otro, está la cuestión de cuánto beneficia o perjudica su figura a la candidata. “No vengo a revivir proyectos, quiero construir a partir de este Chile nuevo que emerge”, es una de las medidas frases que ha dicho la carta socialista.

Con contactos de mayor o menor frecuencia, Narváez es la presidenciable de oposición que mantiene mayor cercanía con el exmandataria. Según su entorno, durante su estadía en el país no conversó ni estuvo con Heraldo Muñoz (PPD), Ximena Rincón (DC) ni con Carlos Maldonado (PR). El bacheletismo recalca que no se dedicó en estos meses a involucrarse en política partidista. Con Álvaro Elizalde, su exministro vocero y presidente de su propio partido, tampoco habló, ni se mensajeó, ni se juntó, aseguran.

Regreso con mascarilla a Horizonte Ciudadano

Entre algunas conocidas de la expresidenta sigue llamando la atención que ella haya hecho otro movimiento político público durante su estadía acá y tan poco tiempo después de ungir a Narváez: escribir y firmar esa comentada reseña con gusto a dedazo con que la revista Time incluyó a Izkia Siches en su especial sobre 100 líderes llamados a moldear el futuro.

“Su empatía, capacidad y credibilidad también la llevaron a una discusión pública sobre una posible candidatura presidencial, una opción que ella ha descartado por el momento. Pero millones de chilenos comparten sus sueños de un moderno sistema de salud, con la esperanza de que Izkia esté para quedarse”, fue la frase que quedó sonando.

Acá pasó lo siguiente. Cuando se publicó esa edición, la presidenta del Colegio Médico le escribió a Bachelet para agradecerle; hasta hubo una llamada perdida entremedio. Y antes, cuatro días antes de que la visitante llegara a Chile, Siches fue reelecta para un segundo mandato (13 de diciembre 2020). Esa vez, Bachelet le envió un mensaje para felicitarla. Pero no se juntaron mientras estuvo en Chile.

Un amigo y excolaborador de la exmandataria recalca que ella puede haber estado pensando en el futuro, no en esta vuelta, cuando escogió las palabras para ese texto. Como haya sido, si la jefa de la orden se había autodescartado en septiembre de la presidencial, cerrándose la puerta con llave diciendo “me falta experiencia”, anoche en La Red dijo que “el día de mañana no descarto, si es que tenemos más equipo, hay más gente, podemos proponerle al país resolver otro tipo de problemas, pudiera tomar una aventura como esa”.

En estas 11 semanas, Bachelet sí se reunió con distintas amigas y amigos, colaboradores y exministras y ministros. Dos de ellos fueron Helia Molina (Salud) y Francisco Vidal (Segegob). Con la primera estuvo dos veces. Una de ellas fue en febrero, en un encuentro con Horizonte Ciudadano -fundación creada por ella-, al que también asistieron cercanos suyos.

Estuvieron ahí Ana Lya Uriarte y Paulina Vodanovic, entre otros nombres. Esa vez no estuvo Estela Ortiz, quien se encontraba -dicen testigos- fuera de Santiago. Un asistente describe la visita de la expresidenta a la casona de calle El Inca como un “encuentro de camaradería” que se realizó hace dos semanas al mediodía. “Fue extraño, porque fue con distanciamiento, sin las expresiones habituales de fraternidad de ella . Y con harta mascarilla”, narra.

Con Vidal estuvo una sola vez, lo recibió en su casa a cenar el lunes 1 de marzo, justo después de que el exvocero estuviera negociando con mandos del PS y el PPD el enredo de cómo dejar un solo nombre entre Narváez y Heraldo Muñoz, así que la expresidenta debe haber sido de las primeras en enterarse de dicho cónclave.

En esa comida privada hubo ocho personas. No estuvieron ni Molina ni otro de sus amigos, el exsubsecretario de Marina e integrante del Consejo de Defensa del Estado Carlos Mackenney. A la casa de él fue Bachelet en otra ocasión a cenar, con un grupo muy reducido. Bachelet tiene otras amistades, dicen su gente, que no están en la política. Y aunque insisten en que en estos encuentros prefiere relajarse hablando de distintos temas, es inevitable que la contingencia aparezca en la mesa algunas veces.

En su círculo dicen que debería quedarle entre un año y medio y dos en su cargo en la ONU, y si luego de eso no sigue ahí, se abrirá otra etapa. Justo cuando Chile esté a punto de tener una nueva Constitución y haya asumido otro gobierno.

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