El juez juzgado

Eduardo Gamboa
Foto: Agencia Uno.

A la espera de conocer su sanción, que se presume ejemplar, Eduardo Gamboa vive sus días más difíciles en el fútbol alejado del ruido.



Han pasado ya 11 días desde la noche en que el fútbol chileno se quedó congelado sobre el césped del Estadio Nelson Rojas de Vallenar. 264 horas desde la ejecución de un penal, el noveno de la tanda de definición por el ascenso a Primera B, que todavía continúa flotando en el aire. 15.840 minutos desde un duelo, el librado el pasado 19 de diciembre, que ha engendrado hasta el momento dos ganadores, dos perdedores y ningún campeón con todas las de la ley. Pero que ha dejado también una vida suspendida, atrapada en el tiempo desde aquel martes en que nada hacía presagiar que las cosas podían llegar a torcerse tanto. La de Eduardo Humberto Gamboa Latourniere (41), el árbitro encargado de impartir justicia aquel día, y hoy, el juez juzgado.

Y es que pese a las reservas mediáticas adoptadas una vez que su grosero error de reglamento salió a la luz, nunca el réferi había estado tan presente como ahora. Ni siquiera su ausencia en La Serena el pasado miércoles, el día de la repetición fantasma de los penales entre Vallenar y Melipilla, consiguió restarle un ápice de notoriedad. Su nombre estuvo en boca de todos. De los futbolistas, de los periodistas e incluso de su propio jefe, Enrique Osses, quien lejos de resguardar a su pupilo, prefirió echarle un poco más de leña al fuego aseverando: "Los errores se pagan. Determinaremos un castigo justo".

Un castigo que se conocerá oficialmente el próximo martes, pero que más que justo parece haber adquirido ya, antes incluso de su publicación, tintes de ejemplar. "Ya se filtró que el castigo es de seis meses y que pierde su categoría internacional. Si es así, me parece atroz, impresentable, una exageración. Sería lapidarlo. Un tema tan mediático requería además que la comisión de arbitraje lo resolviera inmediatamente, no esperar dos semanas. Y que Osses haya tirado al frente a Gamboa y lo haya dejado solo me parece que tampoco corresponde", asegura al respecto el ex árbitro FIFA Rubén Selman.

Solo. Acompañado de su mujer y su hija, pero solo. Y alejado del mundanal ruido. Así vive Eduardo Gamboa sus días más difíciles en el fútbol. Porque nunca antes el ex prometedor puntero izquierdo de las series menores de Audax Italiano; el mayor de tres hermanos dedicados en cuerpo y alma al arbitraje futbolístico; y el que es, actualmente, uno de los cuatro jueces internacionales profesionalizados que existen en Chile, se había encontrado en un escenario tan delicado. "Yo no he querido hablarle porque sé que está pasando momentos difíciles. He querido dejarlo para que él mastique su pena tranquilamente, pero estoy seguro y espero que se sepa sobreponer nomás", confiesa a La Tercera un ex juez que conoce bien a Gamboa, y también lo que se siente al convertirse, de la noche a la mañana, en el blanco de todas las críticas. Su padre Eduardo (61), ex árbitro profesional, claro, actual asesor de arbitraje (en este momento fuera de ejercicio al no poder desempeñar su cargo en ninguna de las divisiones en las que se actúan sus tres vástagos) y el responsable, a fin de cuentas, del camino elegido por su hijo. "Vi la jugada, claro. ¿Cómo no, si la han repetido 300.000 veces? Lo que pasa es que ésta es una de las normas más nuevas, que empezó a correr el 1 de julio. La regla antiguamente decía que tenía que repetirse el penal, pero eso cambió y tenían que saberlo bien ellos. No sé por qué no reaccionaron", manifiesta el progenitor, antes de culminar, en tono crítico pero también comprensivo: "Se ha hablado demasiado, pero cometió un error y punto, un error de trabajo. Una falla de reglamento, es cierto, y yo sé que lo tienen que castigar, eso es un hecho, pero que vaya a perder todo lo que ha hecho en su vida por un error, no tiene sentido. Esperemos que todo sea de acuerdo a lo que ha sido siempre el arbitraje, porque hay una parte humana detrás de esto".

A falta de apenas 72 horas para que se haga pública su sanción, Eduardo Gamboa parece haberse convertido en un fantasma. En el mismo ser etéreo y omnipresente que sobrevolaba el miércoles las dependencias del estadio La Portada de La Serena. Ni en la población Santa Julia de Macul, en donde fue criado por su abuela; ni en la comunidad de la calle José Pedro Alessandri donde ahora habita, han tenido noticias últimamente del ingeniero informático más popular del momento en el balompié chileno. Sus hermanos, Nicolás (31) y Diego (26), también árbitros, rehusaron hacer declaraciones al ser consultados por este diario, y tan solo el sindicato de jueces, a través de su presidente Johnny Harasic, accedió a referirse a la situación: "Como Sindicato hemos tomado una serie de acciones. Él en estos momentos está de vacaciones, pero nuestro apoyo lo tiene y lo tendrá siempre".

Un apoyo que podría no ser suficiente para evitar una sanción que abre además algunos interrogantes. Y es que por su actual rango, Gamboa es hoy uno de los cuatro funcionarios con que cuenta la ANFP en materia arbitral, por lo que su eventual suspensión de funciones no podría privarle, en principio, de seguir percibiendo la asignación fija mensual (1.200.000 pesos) que el organismo destina a sus jueces internacionales profesionalizados, si bien ni la ANFP ni la Comisión de arbitraje quisieron hacer aclaración alguna sobre este punto. El punto muerto en el que vive hoy el colegiado ."Le aseguro que ahora todos los árbitros entendieron lo que tienen que hacer en una situación así. De los errores de un árbitro se aprende mucho. Y aprenden muchos. Porque en casa de jabonero el que no cae, resbala. Pero si hay algo que tengo claro es que las penas del arbitraje se olvidan con arbitraje", finaliza Eduardo Gamboa. Palabra de árbitro. Palabra de padre.

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