Gonzalo Saavedra, exrector del INBA: “Hoy, los colegios funcionan como cualquier tontera, menos como colegio”

Saavedra está seguro de que un plan educativo con énfasis en el deporte es una de las soluciones. Además, desea que a la actual rectora del establecimiento, María Alejandra Benavides, le vaya bien: "De esa forma le irá bien al INBA". Foto: Andrés Perez / La Tercera

A meses de dejar la dirección del Internado Nacional Barros Arana, el ex “inbano” lamenta la situación actual del liceo, azotado por la violencia y los enfrentamientos entre overoles blancos y un cuartel del Ejército. Acá, revela cómo manejaban los altos índices de vulnerabilidad del estudiantado, el origen de los capuchas y la verdad tras su salida.


Gonzalo Saavedra (49), profesor de educación física, recuerda con felicidad su tiempo en el Internado Nacional Barros Arana (INBA) como estudiante de enseñanza media. Llegó en primero medio, el año 1987. Fue tanta su identificación con el colegio que pidió internarse, a pesar de que vivía en Santiago.

Su madre era matrona y su padre, empleado del Banco del Estado. Ambos trabajaron toda su vida en el sector público. “De ellos heredé la idea de ser un servidor público”, asevera.

Tanto fue así, que no dudó cuando el año 2021 el director de Educación de la Municipalidad de Santiago, Rodrigo Roco, le ofreció el cargo de rector interino del establecimiento. Querían que empezara de inmediato. Eso sí, tuvo sus reparos: “Les dije que venía por mi período completo de cinco años. No vengo por menos”.

Pero eso no se cumplió. En mayo de este año, Gonzalo Saavedra dejó de ser rector del INBA. Y mirando hacia atrás, dice que en su período se encontró con un colegio muy cambiado al que conoció cuando era niño.

“En el INBA, sobre el 60% de los alumnos son de fuera de la comuna de Santiago, de comunas periféricas -afirma-. Y el 89% están dentro del índice de vulnerabilidad escolar. Eso significa que no tienen ni para comer”.

Por otro lado, la ola de violencia que traen los overoles blancos, con quemas de micros y lanzamiento piedras y bombas molotov a la unidad de la División de Ingenieros del Ejército que colinda con el establecimiento, tiene a su comunidad viviendo momentos duros.

Es por eso que, reconoce, le cuesta dar entrevistas, porque quiere ser cuidadoso: insiste en que hay una comunidad de más de mil estudiantes que quiere estudiar, que se ven afectados por estos hechos.

¿Cuáles son las causas de la violencia que hay en el INBA?

Yo creo que son varias causas. Cuando dicen que la Ley de Inclusión mató a los colegios emblemáticos, puede ser, pero es solo un ingrediente de la cazuela. Es porque esa ley está mal implementada. Por otro lado, tienes mucho despilfarro de recursos, no hay un buen control sobre eso.

¿Qué cosas ha visto como “inbano” que antes no se veían?

Que los apoderados dejen a los cabros botados. Porque no tienen tiempo, o no les interesan. No son muchos, pero hay algunos que no tienen casa o los echaron de la suya. Entonces se quedan con amigos o compañeros. Había apoderados que tuvimos que citarlos vía judicial. Los citamos muchas veces y no iban, y ya era septiembre.

¿Los citan por desórdenes?

Sí, pero más que por temas de violencia, porque hay drogas en los colegios. Y si los pillas cometiendo alguna falta tipificada en el reglamento interno del colegio, tiene que llevar una sanción.

¿Hay alumnos que venden droga en el colegio?

Me imagino que sí. Yo nunca vi a nadie. Pero dos más dos son cuatro. No vamos a tapar el sol con un dedo. La droga la tienes en la esquina. Vi a cabros llegando drogados a las ocho de la mañana.

“Recuerdo un caso que fue complejo: un alumno que me insultó el primer día de clases en marzo. Cité de inmediato a los papás a mi oficina. Llegó la mamá, llorando. Nos dijo que el cabro era drogadicto, y su tratamiento se interrumpió por la pandemia. Le dije, cómo no nos dijo antes. Y respondió: es que pensamos que no lo iban a dejar entrar. ¿Y cómo puedo ayudar a un cabro así si no sabemos? Ahora, eso replícalo 20 o 100 veces. Hay muchos casos así”.

Me imagino que sí (hay alumnos que venden droga en el colegio). Yo nunca vi a nadie. Pero dos más dos son cuatro. No vamos a tapar el sol con un dedo. La droga la tienes en la esquina. Vi a cabros llegando drogados a las ocho de la mañana.

Saavedra recuerda que la primera vez que se acercó al cuartel del Ejército que colinda con el INBA fue en ese mismo contexto de los ataques. Pero, aunque suene increíble, lo hizo para pedir internet: en el colegio no había. Foto: Andres Perez / La Tercera

Pérdida de respeto

Saavedra nunca perdió el lazo con el INBA. Una vez que egresó, quiso ser futbolista. Intentó en el amateurismo. Pero tomó otro rumbo. Estudió pedagogía en Educación Física. Las vueltas de la vida lo hicieron volver tres veces: la primera, como docente en 2002. La segunda, en 2018, cuando volvió como jefe de Internado, cuando salió nuevamente del colegio su salida el año 2020. Cada vez que volvía, se encontraba con un colegio en peor estado, por los destrozos.

¿De dónde cree usted que viene esta violencia?

Todos fuimos cabros. Y qué hacía yo a esa edad: hacer ring raja, porque era adrenalínico. Y romper el timbre te hacía más bacán. Pero eso hoy quedó chico. Desde hace mucho tiempo que nosotros los adultos les hemos traspasado mucha responsabilidad a los cabros. Para el estallido social todos aplaudían a los cabros y les daban las gracias, pero tú no le puedes entregar ese poder y de la noche a la mañana quitárselo. Porque te quedan las embarradas que hay hoy día. Si les das esa responsabilidad a un niño de 14 años, o madura a la fuerza o se manda las embarradas que se mandan ahora.

¿Quién le entregó ese poder a los niños?

Todos los adultos: los papás, los profesores. Hoy, los cabros quieren hacer lo que quieren. A nosotros nos pasa frecuentemente: nos dicen que se van a tomar el colegio. Sacamos a todos los profes, y al rato, se van todos los alumnos. ¿Y la toma? No hubo. Si la cosa es salir y hacer lo que quieran. Se van al centro a tirar piedras, a chupar, a juntarse con amigos. Pero ya les diste el poder. ¿Cómo se lo quitas ahora? Porque no es solo que en el área de la educación estén empoderados. La sociedad los ha empoderado.

¿Saben quiénes son los overoles?

No. Puedes tener alguna noción, y pensar que reconoces a uno por la forma en que camina o habla. Pero puede que no sea él. Y no son más de 50, exagerando. Entre ellos hay alumnos, pero también mucha gente de afuera.

Usted tiene una mirada crítica al ingreso de la política a la educación. ¿Por qué?

Porque hay tanta cosa asociada a la educación hoy, que no te permite avanzar, ni educar. Y tiene que ver con los gremios. Finalmente terminas ocupando a los estudiantes como soldados para tus fines personales, sociales, o de tu grupo político.

¿Vio como rector esa utilización?

Es lo que está pasando hoy. Si esto está manejado políticamente. Los overoles cuestan plata: valen 3.500 pesos. Y salen 40 jetones todos los días. ¿Y quién paga, si tienes un 90% de índice de vulnerabilidad escolar? Si son estudiantes que no tienen ni para comer.

Hay algunos alumnos que no tienen casa o los echaron de la suya. Entonces se quedan con amigos o compañeros. Había apoderados que tuvimos que citarlos vía judicial. Los citamos muchas veces y no iban, y ya era septiembre.

Usted afirma que detrás de los overoles hay un grupo político que los financia.

Sí.

¿De qué corriente política?

No lo sé.

¿Cómo se explican los ataques al cuartel del Ejército?

Lo que pasa es que para pelear se necesitan dos. Si te tiro una pachotada y no la contestas, hasta ahí llegó la pelea. Y cuando los chiquillos salen, los carabineros tienen la orden de la alcaldía de no involucrarse, lo que me parece bien, porque así no se genera más conflicto. Entonces, molestan a los militares. Su argumento es que devuelvan ese terreno que es del INBA. No sé si eso es verdad, pero no tiene nada que ver con el problema actual en la educación. Y de dónde sacan ellos esos argumentos? De los adultos. ¿Quiénes? No tengo idea.

Saavedra recuerda que la primera vez que visitó el cuartel del Ejército se fue a presentar. Pero tenía otro objetivo principal detrás: “Me senté y le dije a la persona que estaba al mando: usted es un hombre ocupado, yo también. Y a mí me gusta ir de frente: no tengo internet. ¿Qué posibilidad hay de que usted me diera un cable con internet para el lado? Me dijo: aunque quisiera, no puedo, por seguridad nacional. Y me fui nomás. De ahí quedamos en contacto”.

¿Cómo están los profesores del INBA con todo esto?

Hay muchos enfermos, con licencias de salud mental. En el INBA, cuando era director de internado, había en promedio ocho profesores menos al día. Saca la cuenta: son 300 cabros dando vueltas por el colegio. Qué haces en un colegio de ocho hectáreas, lleno de piedras, casi sin rejas. Te los encuentras fumando cigarrillos o marihuana. Porque no tienes control, porque faltan asistentes de educación.

Una de las quejas de los alumnos es la alimentación. Dicen que los desayunos y almuerzos son insuficientes para una jornada de estudio.

Ese reclamo es justo. Junaeb licita la alimentación a una empresa privada. Yo no digo que Junaeb sea malo, pero recuerdo haber ido a hablar donde el supervisor que pone la empresa en el colegio, con un pan pintado con mermelada en la mano. La foto no tenía nada que ver con lo que servían. Pero pesaban la mermelada, la esparcían y efectivamente: era la ración indicada. Y cuando reclamabas, dejabas los antecedentes, pasan seis días, vuelven y te dicen: está dentro de la legalidad. Así, uno termina con nada que hacer sobre el problema, porque para solucionarlo, tienes que dar tremenda vuelta entre la DEM, el Ministerio y la empresa. El problema es que en el INBA se nota más, porque hay cabros que viven ahí, porque la única comida que tienen la da el colegio.

¿Cree que los niños del internado están bajo las calorías que deberían consumir?

Sí. Aunque esto está llevado con pautas nutricionales, no es antojadizo, en los hechos es insuficiente. Porque uno está acostumbrado a saciarse con comida contundente. Tú tienes un gasto calórico basal. Y si tienes clase de educación física, te mueves en un colegio de ocho hectáreas todo el día, vas consumiendo calorías. Entonces, la pauta de Junaeb es insuficiente para el gasto energético de un niño de 17 años.

La postulación de Saavedra como rector por ADP al INBA no dio frutos: no quedó en la terna final. Él piensa que esto se debió a razones políticas. Foto: Andres Perez / La Tercera

Manos atadas

El 19 de abril de 2022, Saavedra enfrentó otra jornada violenta en el INBA, con la quema de otra micro afuera del colegio y una nueva aparición de overoles blancos. Ese día, uno de esos le pegó una patada por detrás que casi lo tumba. Al rato, se dio cuenta de otra cosa: dos asistentes de educación habían sido rociados con bencina. Por poco, no lamentaron una tragedia.

Decidió salir a hablar con la prensa para contar lo que estaba pasando. Se desahogó. En un mensaje desgarrador, Saavedra hablaba de una comunidad quebrada y de 16 profesores con licencia.

En sus palabras, asegura el profesor, nunca se refirió negativamente a ninguna autoridad. Pero cree que una cosa lo hizo salir de su cargo: él afirma que la educación municipal debe volver a ser administrada por el Ministerio de Educación. Y que la municipalidad tiene las manos atadas.

“Es que las municipalidades no tienen los recursos económicos para hacer los cambios que se necesitan -justifica-. Porque, para mala suerte, los mejores colegios de Chile están en Santiago, y la municipalidad no puede mantenerlos. El INBA tiene entre 800 y mil millones de pesos de pérdida al año”.

A Saavedra le comunicaron que no quedó en la terna final en el concurso de Alta Dirección Pública para ser rector del internado por cinco años.

“Yo creo que mi salida se concertó desde el Ministerio de Educación -acusa-. El ministro no me lo dijo, por supuesto, pero yo creo que no le gustó. Es que es raro que yo no haya quedado en la terna”.

Hoy, Saavedra busca nuevos rumbos profesionales. Pero siempre piensa en el INBA. Y le da pena ver cómo la violencia avanza en su colegio.

¿Gonzalo, cómo cree que se soluciona esto?

Insisto: hay que ayudar a las familias. La formación viene de allá. Los colegios están para otra cosa. Se han transformado en cualquier cosa, menos colegio. La calidad de las clases también ha decaído, y es porque los profesores están cansados, porque hacen pega de cualquier cosa menos profesor. Mientras, los papás no pescan: trabajan de sol a sol y no van a las reuniones, ni tenemos feedback de lo que pasa en su casa.

¿Sirven las mesas de trabajo?

No. Yo me he sentado en mil quinientas mesas de trabajo. Ninguna de las que yo estuve sirvió, porque no había voluntad. Son muy extensas, con mucha gente y se termina hablando de temas que no tienen nada que ver.

¿Sirve la ley Aula Segura?

No. Porque es judicializar a los estudiantes de los colegios. Hoy, los colegios funcionan como cualquier tontera, menos como colegio. Nos tenemos que hacer cargo de todo el proceso. Y nosotros somos profesores, no somos militares ni gendarmes. Y si la aplicas como director, se te van los cabros encima. El proceso de aplicarla es engorroso, es largo y todo lo tiene que hacer el colegio. Yo no creo que lo tenga que hacer el colegio, porque pierdes tiempo. Al final, si estás fuera de los plazos, el proceso se baja, el alumno llega celebrando y te dice: yo puedo hacer lo que quiera.

¿De quién es la culpa de esto?

Esto es un problema que viene de años. No es de ahora y no es casual. Estas son culpas compartidas, de que nadie le puso el alto cuando comenzó a quedar la embarrada, desde el 2006, con la Revolución Pingüina. Pero yo no creo que tenga la culpa Roco, ni la alcaldesa Hassler, porque llevan poco tiempo. Tampoco es culpa de Alessandri, ni de Yoris Rojas, ni de Alfredo Alarcón, los anteriores directores de Educación. Fíjate que el 2014 fue cuando empezó a quedar la escoba, que coincide con la ley de inclusión. Por eso todos le echan la culpa. Pero yo creo que la ley se implementó a la rápida.

Saavedra habla de un plan que no alcanzó a aplicar: poner el deporte como prioridad en la educación, por sus grandes beneficios en el día a día de un estudiante: “Está comprobado que una persona que hace ejercicios tres veces a la semana mejora el área cognitiva”.

Está dolido con su salida, pero se mantiene apoyando al colegio. “Yo quiero que a la actual rectora, María Alejandra Benavides, le vaya bien, porque así le va a ir bien a los cabros del INBA”.

De hecho, entre todos los casos de alumnos vulnerables, rescata uno:

“Me acuerdo que matriculamos a un cabro del Sename. Le dijimos a la alcaldesa que no teníamos problema, pero que nos dieran las herramientas. Era drogadicto. Entró el 2019 y lo metimos a la selección de lucha olímpica del colegio, para que no tuviera tiempo libre de pensar en eso”.

Con la pandemia, el plan de trabajo de ese alumno se suspendió. Pero Saavedra se alegró de encontrarlo meses después.

“Él nunca más consumió. Vieras cómo me abrazaba. Le dije ‘¿estái limpio? Sí, profe’, me decía. Y andaba peinadito”.

Saavedra no descarta volver al INBA si pudiera. Está convencido del aporte que hace la educación pública en el país. El ejemplo, para Saavedra, son jóvenes como ese.

“Este año ese cabro sale de cuarto medio. Por eso es importante el INBA. Porque es un colegio que cambia vidas”, cierra.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.