Clases online en universidades bajo la lupa de alumnos y profesores

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ILUSTRACIÓN: CÉSAR MEJÍAS

El 15 de marzo, universidades de todo el país suspendieron sus clases presenciales para enfrentar el coronavirus, implementando la modalidad de clases online para más de 1.2 millones de estudiantes. Aquí evalúan los pro y contras de estudiar a distancia: algunos viven en pueblos con problemas de conectividad y otros bajo la tensión del momento por la pandemia.


Florencia Ramos (20) y es estudiante de tercer año de College en Ciencias Sociales de la Universidad Católica. Cuando llegó a cursar su carrera desde San Antonio, donde vive, quería entrar a ciencias políticas y, recién este año, pudo optar a más ramos ligado a la carrera que le gusta. “Tenía ganas de empezar a estudiar, tenía ramos que me gustaban, quería hacerlo bien y tuve una semana de clases. Alcanzamos a hacer la bienvenida”, relata desde la casa de sus padres en la V región, donde regresó la semana del 16 de marzo, tras saber que su universidad impartiría clases online debido al coronavirus. Ella es una del millón 200 mil estudiantes -matriculados este año, según el Ministerio de Educación- que ha debido adecuarse a las clases a distancia para cursar sus ramos correspondientes. En el caso de Florencia, el contraste ha sido particular. “No tenía computador y en la casa de mis padres no tengo internet, porque no llega la señal. Me devolví por precaución, hasta que renovaran las clases, pero nunca pensé que se iba a alargar para tanto”, reconoce. En las últimas semanas su padre, quien trabajaba como garzón, quedó sin empleo, y con sus ahorros tuvo que comprarse un notebook. Si bien la universidad la apoyó con una beca de conectividad, la señal apenas llega y apela a la buena voluntad de sus vecinos, quienes le facilitan wifi. Florencia tiene siete ramos este semestre y "botará" su curso de inglés: "Sentía que tenía un semestre cómodo para trabajar y hacer deporte, mis ramos los tenía planificado. Siento que inglés no aprendo nada a distancia, es difícil practicar y seguir el hilo de la clase online". Sobre sus otros ramos, la plataforma de su universidad guarda las clases del profesor hasta por 24 horas, por lo que puede revisarlas si es que sufre algún percance. Mientras tanto en Peñaflor,  Felipe Zúñiga (23), quien cursa cuarto año de ingeniería Comercial mención Economía en la Universidad de Chile, cuenta que no alcanzó a visitar su facultad, ya que desde marzo partieron con clases a distancia, adelantándose a la contingencia. Con cinco ramos este semestre, considera que tuvo “un poquito de suerte”, porque el semestre pasado, antes del estallido social, tuvo una operación en los meniscos, por lo que durante la recuperación tuvo que adaptarse a estudiar y trabajar desde casa. “Una de mis ventajas es que tuve un proceso para acostumbrarme, y entre estar viendo tele, prefería sentarme a estudiar”, cuenta. Luego agrega: “Me siento favorecido, porque me cambié de casa de Maipú a Peñaflor, con mis papás y mi hermano chico había harta bulla y acá puedo estudiar tranquilo, tengo mi espacio para estudiar, he tenido suerte en ese sentido”. Además, destaca que su mención académica es una carrera que implica más estudio por su cuenta que realizar trabajos grupales. Uno de los problemas que destaca es la interacción a través de la pantalla. “Hay

profes

que no están familiarizados con la tecnología, se pierden en las opciones que entrega la plataforma, no le sacan provecho, solo ponen grabar y se ponen a hablar, no es dinámico, algunos proyectan la presentación, pero se le olvida activar el chat y solo lee sin responder dudas”, cuenta. Un tema que afecta en el desarrollo de las clases: “Me da mucha vergüenza hablar por micrófono y hoy se reclamó que nadie participa, y en verdad eso pasa en persona, en que te apunta el profe y tienes que intentar decir algo. Acá, la participación en clases se nota demasiado que es escasa, tienden a ser monólogos”. Frente a la modalidad de clases online, tiene sus reparos. “Lo que más extraño son esas relaciones interpersonales, que sin dudarlo, muchas veces pasaron a ser un pilar fundamental en mi vida, prácticamente una segunda familia”.

La incertidumbre de sus carreras

Moira Águila (22) cursa primer año de Técnico en Turismo en la Universidad Santo Tomás, sede de Temuco. Es su tercera carrera, tras optar previamente a opciones humanistas, pero por la crisis en la segunda comuna con más casos de coronavirus, decidió volver a su Chiloé natal -con 16 casos a la fecha- para cursar sus ramos online. Moira lleva un mes con clases online a través de una plataforma defectuosa y que impide la interacción entre compañeros. “Turismo es una carrera bastante práctica, con ramos con calificación exclusivamente en salidas a terreno; dichas clases que no se van a poder realizar y que aún no entregan respuestas sobre cómo se van a desarrollar esas materias”, evalúa. Ella ingresó para potenciar un proyecto familiar y, pese a que a ratos está desmotivada y ha pensado en salirse de la carrera, ya que congelar no es opción en primer año, pero evaluó la situación y comenzó a tomar las clases online. La estudiante, que vive en Ancud, ha optado por el trabajo autodidacta estas semanas, complementando sus clases con la poca señal de internet y un computador defectuoso. “También me ha servido esto para hacer los días más llevaderos, tengo un rutina planificada, me levanto en la mañana, no me quedo acostada todo el día, si uno se queda haciendo nada es súper deprimente. En ese sentido, me ha ayudado", admite. Catalina González también se fue de Temuco. Ella cursa cuarto año de Derecho en la Universidad Católica de Temuco y regresó a la casa de su padres, en Vilcún, a 40 kilómetros de distancia, donde actualmente hay 38 casos de covid-19. Ella trabaja y estudia en Temuco. Con un semestre que recién comenzaba, tras finalizar en enero pasado sus ramos por las protestas de octubre, actualmente intenta enfrentar sus clases con los problemas de conectividad: “La plataforma sirve para la gente de ciudad, pero las clases se cortan, a veces se pegan, no es que yo quiera ingresar a cualquier hora del día y pueda estudiar”. “Mi familia vive en una zona rural", cuenta Catalina, para evaluar el sistema de clases online. "A pesar de tener una situación precaria, es bastante mejor a la de bastantes compañeros, que ni siquiera tienen computador o un espacio habilitado para estudiar. En el campo, la situación depende de una señal inestable y un internet que no es bueno, hace unos días llovió y perdí la señal del celular”, agrega. Bajo ese estrés, dice que con la mayoría de sus compañeros con los que habla hay angustia, "porque en cuarto año muchos pensábamos en nuestras prácticas. Ni siquiera los profesores pueden darnos respuestas, más allá de intentar pasar el semestre cómo venga. El llamado es a controlar la ansiedad, apoyarnos entre nosotros, intentar tener un horario, aunque es difícil”.

El desafío de las universidades

Pese a los problemas, las universidades buscan responder frente a los problemas propios de traspasar las clases presenciales a un formato online, con un costo económico detrás para poder llevar a cabo tanto el desempeño de los estudiantes como el de los profesores. Chantal Jouanett, directora del Centro de Desarrollo Docente de la Universidad Católica, contempla marzo como un mes de prueba, logrando a la fecha que los cerca de 30 mil estudiantes están con clases online, con un promedio de tres conferencias diarias. Frente a algunas críticas por el desempeño de los profesores, enfatiza que “la clase a distancia no es solo una conferencia, hay muchas formas y ese es el desafío, rediseñar los cursos y entender que puede aprender de otra forma, no solo con un profesor exponiendo. Es un desafío que encontró a todas los centros de educación superior contra el tiempo”. Con 1.650 becas de conexión para sus estudiantes, la casa de estudios también invirtió en tres mil licencias de Zoom -la app de videoconferencias- para todos los profesores de la universidad y la habilitación de atención psicológica para lidiar con los problemas propios de la distancia, como la ayuda en el aprendizaje, actividades deportivas online para acompañar el proceso, entre otros. “Por un lado, es agotador, pero igual entrega ayuda en el sentido de pertenencia, de dejar esta crisis, no solo estar pensando en lo malo que está pasando en el mundo, sino sentir que estoy haciendo algo positivo por mí o por el país”, puntualiza. Mientras, en la Universidad de Chile se han realizado 12.149 clases online con 27 mil estudiantes participando de ellas, según cifras internas. Carlos Rilling, subdirector de pregrado, describe que armaron un plan de capacitación para profesores, ampliaron la disponibilidad de licencia de la app Zoom y generaron dispositivos que conectan la aplicación con plataformas internas de enseñanza en línea. Ante el desarrollo de clases que requieren modo presencial, se han priorizado actividades y se ha solicitado a los profesores que reorganicen sus programas de curso, trabajando con elementos a distancia y creando un plan para cuando se recupere la “normalidad”. Otro punto a destacar es que ambas universidades entrevistadas aumentaron su plazo para postergación de semestre y aseguran que pese a que ha existido un alza, no es un número alto. El subsecretario de Educación Superior, Juan Eduardo Vargas, detalla que el desafío que hoy enfrentan todos los sistemas educativos en el mundo, y Chile no es la excepción, es lograr que la modalidad de clases online permita mantener el proceso formativo de los estudiantes, “para lo cual es importante que los profesores cuenten con las capacitaciones necesarias, y los estudiantes con las plataformas adecuadas”. En ese sentido, la Subsecretaría ha levantado un catastro que revela las instituciones que están entregando becas de conectividad y equipos a los jóvenes, justamente para apoyarlos en este proceso. Desde el gobierno, se han entregado más de 57 mil becas de conectividad y más de 7 mil computadores. Adicionalmente, en el contexto de ciertos fondos institucionales -que en total suman $40 mil millones para planteles públicos y privados-, la autoridad asegura que se priorizarán los proyectos de las casas de estudio que busquen potenciar las clases online. Para la directora del centro de desarrollo docente de la Universidad Católica, el valor de continuar pasa por un beneficio para la sociedad: ”Vale la pena continuar por el valor de seguir creando ciudadanos para que ayudemos en las crisis futuras, las universidades son un espacio central del país y lo que nosotros formamos no solo profesionales, formamos personas que están impactando en la sociedad. Necesitamos que nuestros estudiantes se sientan parte de una comunidad que los apoya, que no se sientan más en crisis”.

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