Etiquetas de Valparaíso que luchan

Emilio Brusco muestra orgulloso los barriles del amargo “Araucano”.

Un licor de hierbas, helados y comida sana en una barra. Rincones clásicos del Puerto, nacidos cerca del 1900 y que ahora, entre el estallido y la pandemia, se las ingenian para sobrevivir.


Un milagroso bajativo de exportación, la clásica paleta de agua refrescante en las playas y un rincón de colaciones saludables al paso.

¿Qué pueden tener en común? Se trata de tres emprendimientos emblemáticos que nacieron en Valparaíso y terminaron consolidándose como marcas conocidas a nivel nacional. Son tres rincones del pasado y presente porteño, los cuales, pese a la mala racha tras el estallido social y la pandemia, siguen vigentes y luchando por no bajar sus cortinas.

Desde hace 114 años

Una etiqueta blanca con letras verde metálico envuelven una receta mágica, de 27 hierbas, de la farmacopedia mapuche. Por ello el nombre de “Araucano”. Pero el jarabe, ideado por un boticario alemán, es en verdad porteño y desde 1906 que ha sido producido como licor bitter (amargo) en la fábrica creada por el italiano proveniente de La Liguria Virgilio Brusco, en la calle Yungay.

Su fórmula, asegura el actual líder de la empresa, Emilio Brusco (75), fue el reconocimiento de los tradicionales restaurantes de Valparaíso, como O’Higgins y Cinzano. De allí a cada botillería. “Nunca hemos usado saborizantes, es lo que quieren nuestros clientes, hemos llegado hasta Alemania, y eso que allá el mercado de los bajativos es grande y difícil. No me atrevo a decir que somos los mejores, pero sí que estamos posicionados en todo el país”, cuenta.

Con registro de venta desde 1909, Brusco asegura que a la fecha su producción no ha tenido grandes alteraciones. Distribuye cerca de 2.500 cajas, de 12 botellas cada una, al mes. “Pasamos susto, pero sobrevivimos. Les he pagado todo a mis trabajadores y no tengo deudas”, relata.

De la playa a la micro

La paleta refrescante de agua de los Helados York tuvo una venta exitosa en las manifestaciones del estallido social. Su dueño, sin embargo, Eduardo Sobarzo, dice no tener un catastro de sus mayores aliados: los heladeros.

“Nosotros no tenemos directamente a más de ocho personas, pero a quienes les distribuimos sí disponen a muchos heladeros en la playa, en las plazas y en la mayoría de las regiones”, indica.

La fabricación sigue en la calle Levarte 779, de Playa Ancha, y también se ha reinventado: “Este año debutamos en Valdivia. Estoy orgulloso de que incrementamos las ventas, entregando 500 mil helados mensuales, porque muchos cesantes llegan a nuestro negocio con su cajón para vender. Helados York son una oportunidad para emprender”, subraya.

Fuente de soda saludable

La alimentación sana es hoy un concepto habitual y socialmente instalado. El Puerto, sin embargo, cuenta con un exponente que partió con esa idea hace más de 80 años: el Bogarín.

Pan de molde con ave pimentón o alcachofa-mayo, más un zumo de frutas preparado en el momento. Una idea simple que el italiano Giacomo Poirolo creó en 1939, tras comprar la marca a un argentino instalado en Valparaíso. De allí que la fuente de soda sin alcohol se convirtió en marca registrada de Plaza La Victoria.

Gian Piero Costa (30), tres generaciones después, define a su bisabuelo como “un visionario, él vio hace mucho tiempo lo que hoy la mayoría busca: comer sano, rápido y sin horario”.

Con cuatro locales en Valparaíso y Viña del Mar, Bogarín ha logrado sortear el estallido y la pandemia: “Ha sido muy difícil, pero, aunque con un porcentaje de venta menor, estamos sobreviviendo”, asegura Costa.

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