Exposición conmemora 20 años de muerte de Nemesio Antúnez

El artista falleció el 19 de mayo de 1993. Sus amigos y su hija menor desempolvan recuerdos y cuentan el proyecto para rescatar su figura.




Guillermina nació cuando su papá, Nemesio Antúnez, tenía 53 años. Es la única hija que tuvo con la artista boliviana Patricia Velasco, a quien conoció tras separarse de Inés Figueroa, con quien tuvo a sus hijos Pablo y Manuela.

A los 11 años, ese padre maduro, con pinta de abuelo, le reveló algo a Guillermina: "Me dijo que viviría sólo 10 años más. ¿Por qué tan poco?, le pregunté. 'Cuando uno tiene 63 años, no puede vivir tanto más', me dijo".

Lo cierto era que el artista estaba enfermo. Era 1984, recién volvía a Chile desde el exilio cuando le diagnosticaron cáncer de colon. No fue el único. "Primero fue al colon, después al pulmón, entremedio se fracturó un brazo, que no lo dejó pintar, y luego le volvió a dar cáncer. Sobrevivió 10 años con cáncer y murió, tal como me dijo. Me impresiona la fuerza que tenía de vivir", dice hoy Guillermina.

A pesar de la enfermedad, Antúnez no se detuvo. En esos años reactivó el Taller 99, asumió por segunda vez la dirección del Museo de Bellas Artes y volvió a la televisión con el emblemático programa Ojo con el arte. A una semana de que se cumplan 20 años de su muerte, el 19 de mayo, su hija Guillermina y su viuda Patricia Velasco lideran un proyecto para revivir su memoria.

La iniciativa incluye un sitio web donde se digitalizarán fotos, cartas y obras. Se suma el Museo de Bellas Artes con una muestra de 36 grabados que itinerará desde julio por países como Colombia, Nicaragua y Costa Rica; y a fines de mayo, TVN pondrá en línea el programa completo de Ojo con el arte, en su sitio web, y la familia planea reeditar Conversaciones con Nemesio Antúnez, volumen de memorias de 1995, recopilado por la periodista Patricia Verdugo.

Director o artista

La partida real de Nemesio Antúnez como artista fue cuando entró, en 1947, al afamado Atelier 17 de Stanley W. Hayter en Nueva York. Fue allí que se enamoró del grabado, por su capacidad de llegar masivamente al público, y fue allí donde hizo amistad con artistas como Bretón, Picasso, Miró y Roberto Matta.

Al volver a Chile, en 1953, la carrera de Antúnez despegó. Fundó el Taller 99 , junto a artistas como Roser Bru y Eduardo Vilches. Dirigió el Museo de Arte Contemporáneo. Fue agregado cultural en EE.UU., pintó un mural en la ONU y en los 70 saltó a la TV con el programa Ojo con el arte. No fue todo.

Antes de exiliarse, en 1973, dirigió el Museo de Bellas Artes. En esos años gestionó una muestra con obras del MoMa de Nueva York, de artistas como Picasso, Magritte, Miró y Duchamp. El traslado de las piezas fue por lo menos "arriesgado". "Mi papá partió con mi mamá en un auto al aeropuerto y le pagó al chofer de un camión de verduras para que llevara las obras al museo. Cero protocolo. Mi mamá sufría porque las obras se podían perder, pero mi papá era de los que le echan pa' adelante nomás. De pronto el camión da una vuelta y desaparece de la ruta, cuando lo encuentran, el chofer se estaba tomando una cerveza... ¡Con los cuadros de Miró y Picasso atrás!", cuenta Guillermina.

"Era carismático. El mismo se ponía afuera del museo e invitaba a la gente a entrar", recuerda Milan Ivelic, quien, en 1994, sería su sucesor en el museo. "Me llama la atención que nunca fuera docente de alguna universidad", agrega.

No es el único sorprendido. "Nemesio tenía ángel, éxito y eso genera también envidia. No lo dejaron hacer clases en la U. de Chile, en el 56, ni en la Católica, el 84. Allí le dijeron que no, porque era separado. Luego el rector le reconoció que eran sus pares los que no lo querían", cuenta Rafael Munita, amigo y grabador del Taller 99, ubicado hoy en calle Zañartu 1016.

La otra pena de Antúnez fue cuando dejó de hacer obras, luego de que el ex Presidente Aylwin le ofreciera el puesto de director del Bellas Artes. "Quería dedicarse de lleno al grabado, pero no pudo compatibilizar las dos cosas", dice la artista Javiera Moreira, otra amiga. Quizás fue esa elección la que hizo que Antúnez fuese más recordado como gestor cultural que como el artista de los paisajes surrealistas, protagonizados por parejas, multitudes en perspectiva, camas, volantines y volcanes. "Por eso es necesario hacer este rescate. Volver a contarle al público quién era él. Mostrarlo en toda su dimensión", concluye su hija.

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