Jodorowsky y la película que no fue

La adaptación de Duna, que el chileno no llegó a concretar, es el tema de Jodorowskys Dune.




En un principio, el fracaso de Alejandro Jodorowsky en su intento de filmar Duna pudo no ser más que una nota a pie de página: una historia como tantas, la de un intento más por llevar la novela homónima de Frank Herbert a la pantalla. Pero el estreno de Duna (David Lynch, 1984) y el sonoro costalazo en la taquilla que éste trajo aparejado, dio la opción de poner en valor lo que la película pudo haber sido, magnificado todo ello con los años por la extensión del culto al propio Jodorowsky.

Finalmente, este proyecto visualmente asombroso llegó indirectamente al cine: a través de un documental que cuenta su historia, la de la mejor película que nunca llegó a hacerse. O ese es el espíritu de la propuesta.

Jodorowsky's Dune, de Frank Pavich, se estrenó en Cannes 2013. El mismo año y en el mismo festival, se presentó La danza de la realidad, primera cinta realizada por Jodorowsky en suelo chileno.  Si se sigue a Pavich, la segunda fue posible gracias a que la primera permitió volver a juntar a Jodorowsky con el productor Michel Seydoux. Y si se sigue a Jodorowsky a través del lente de Pavich, hay una travesía que asoma entre las más entretenidas y mejor guardadas en la historia del cine.

El documental generó harta expectativa y no decepcionó. A un año y fracción de estrenado, va derecho a conquistar su propio lugar entre las películas de culto: aplaudida por la crítica en Europa y EE.UU. (98% en el "tomatómetro" del sitio Rotten Tomatoes), está ahora dispo-nible en DVD y Blu-ray.

SIN TRANSAR

Pavich entró en el mundo de Jodorowsky evitando en apariencia el punto de vista del fan acrítico. Lo que no impide que abra puertas y ventanas al sicomago tocopillano para contar "su verdad". Este habla largamente y lo hace en tres idiomas. El que peor habla, por lejos, es el inglés y es el que más ocupa, cuestión que deriva en tarzanescos esfuerzos por darse a entender. También por plantear, más de una vez, que la visión del artista es intransable, así signifique quedarse sin hacer una película.

Jodorowsky tiene clara su versión y el documental, en términos generales, no lo contradice. A poco andar, la cinta da cuenta del estatus de culto que el chileno alcanzó como director de dos películas desmadradas y lisérgicas: El Topo (1970) y La montaña sagrada (1973). La segunda fue distribuida en Francia por el mencionado Seydoux, que hizo pingüe negocio y convenció al chileno de permitirle sacar adelante su próximo proyecto. Por delirante que fuera.

La historia de Duna, tetralogía que Herbert convirtió en trilogía para publicar como libro en 1965, se ambienta en nuestra galaxia, unos 20 mil años en el futuro. Un gran imperio se divide en señoríos planetarios controlados por familias nobles que se agrupan en un gran consejo. La clave para la estabilidad del imperio está en el viaje espacial, monopolio de la Cofradía Espacial, tripulada por mutantes capacitados para atisbar el futuro.

Jodorowsky ha dicho que violó a Herbert, pero con amor, como debe hacerse cuando se adapta un libro al cine. De ahí las ocurrencias metafísicas y los devaneos místicos que pueblan su guión. Y si ha de creérsele, reclutó para su reparto de héroes, guerreros y villanos a un set de nombres que habrían dado su acuerdo de palabra, entre ellos, Orson Welles, David Carradine, Mick Jagger y Salvador Dalí. Este último, que debía encarnar al Emperador, puso como exigencia ser el actor mejor pagado de la industria. Seydoux, enterado de que no figuraría más allá de cinco minutos, le ofreció US$ 100 mil por minuto de pantalla. Dalí quedó feliz.

Los actores no encarnaron rol alguno, pero el trabajo de asistentes que escribirían páginas destacadas del cine y otras artes, sí puede conocerse. Por de pronto, el del comiquero francés Jean Giraud, mejor conocido como Moebius, quien concibió la gráfica de personajes y escenarios y los transpuso a un guión con storyboards, verdadero objeto de arte que es lo más cerca que estuvo la película de llegar a hacerse. También estuvieron Chris Foss y el suizo H.R. Giger, así como con Dan O'Bannon, que más tarde escribiría Alien y trabajaría en ella con Foss y Giger. Ello, para no mencionar la eventual intervención musical de Pink Floyd y de los franceses de Magna.

Variados argumentos se despliegan en el filme para sostener que la Duna de Jodorowsky dejó su huella en el género (de La guerra de las galaxias a Flash Gordon): que se adelantó a su tiempo y que no fue en vano. Otro planteamiento del largometraje es que Jodorowsky era más de lo que Hollywood podía soportar. Cuando Seydoux toca las puertas de la gran industria para conseguir recursos, los estudios se impresionan con el libro de la película. Pero estuvo fuera de su horizonte que ésta durara las 12 o 14 horas que ansiaba su director. Y sobre todo, que este tipo llevado de sus ideas fuera el realizador y no otro. Ahí se acabó el sueño, pero no la convicción jodorowskiana de que hacía lo correcto.

A falta de una película que mostrar, Jodorowsky's Dune da acabada cuenta de lo que ha generado su ausencia. Incluso, con la ayuda de procedimientos sencillos y efectivos, da al espectador una idea de lo delirante y hasta fascinante que pudo llegar a ser el filme. Aunque, como el propio cineasta afirma, la película sigue estando ahí. Lista para hacerse si alguien se anima.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.