La difícil batalla del Mariscal Pablo Otárola

La falta de camas en la Clínica Universitaria de Concepción paraliza el traslado del accidentado jugador y amenaza duramente su recuperación.




Cinco semanas después del grave accidente de tránsito que dejó a Pablo Otárola al borde de la muerte, la lucha del jugador de Deportes Temuco continúa. Pero a la batalla interna en la que se encuentra inmerso el zaguero tras la colisión sufrida con su auto contra un camión en las proximidades de la localidad de Cajón, en la Novena Región, el pasado 20 de marzo, se le han sumado recientemente nuevas complicaciones de carácter externo.

Y es que el plan de salud previsto para la recuperación de Otárola contemplaba el inminente traslado del jugador a la Clínica Universitaria de Concepción, donde podría recibir los debidos cuidados médicos. Algo que, por el momento, no ha sucedido.

El complejo hospitalario de la ciudad penquista al que debería ser derivado desde Temuco, no se encuentra en condiciones de recibir a nuevos pacientes por falta de camas en sus instalaciones. "Nos comunicaron que era imposible el traslado. Ahora está en una sala común del Hospital Regional de Temuco, como si fuera un indigente", explicaba al Diario Concepción la cuñada del defensa, Ángela López, haciéndose eco de la impotencia en la que vive la familia del jugador.

Una impotencia agravada por el hecho de que, si bien el pronóstico médico de Pablo Otárola ha presentado una evolución favorable a lo largo de los últimos  días, el jugador natural de Talcahuano necesita ser intervenido y recibir tratamiento específico.

"Pablo (Otárola) ya no está conectado a respirador artificial y ha evolucionado un poco. Ya está en la UTI", revela a La Tercera la hermana del zaguero, Johana Otárola, antes de insistir en la importancia de que su hermano pueda ser derivado cuanto antes. "Él necesita ser operado de la pierna, y en el Hospital de Temuco no es prioridad. Además necesita otros cuidados como terapias para su cerebro y kinesiología", manifiesta Johana, quien confía en que las negociaciones para el traslado fructificarán.

La familia del fútbol

Pese a la gravedad de las lesiones, la lucha de Otárola, quien permaneció en coma inducido casi 40 días, no ha sido nunca en solitario. Y es que más allá del decisivo apoyo brindado por sus  allegados, su otra familia, la futbolística, tampoco le ha abandonado. "Nos hemos sentido muy golpeados. Las primeras semanas fueron duras, pero mientras Pablo (Otárola) mejoraba, nosotros también lo hacíamos. Ahora lo esperamos en el camarín", confiesa emocionado Matías Arrúa, amigo y compañero en Deportes Temuco del zaguero.

"Tengo muy buenos recuerdos de él, porque es muy profesional y muy buena persona. En Curicó le pusimos Patas Lacias porque intentaba salir jugando, pero siempre la perdía. Él se reía no más", explica, acerca de su afable carácter, Juan José Albornoz, el que fuera su compañero en las filas de Curicó Unido.

Pero Arrúa y Albornoz no han sido los únicos que, a lo largo de todo este tiempo, han mostrado su apoyo incondicional a la familia del futbolista. Rodrigo Millar, Juan Abarca, Dagoberto Currimilla o Claudio Bravo, entre muchos otros, se han volcado también con el Mariscal.

"A él le dicen Mariscal porque le encantan los mariscos, ya que es de Talcahuano. De hecho, cuando pololeábamos me llevaba a comer mariscos. Extraño todo eso, le digo que lo primero que vamos a comer es un buen mariscal", confiesa Belén López, su novia, quien también viajaba en el auto siniestrado el fatídico 20 de marzo, cuando la pareja se dirigía a Concepción a repartir los partes de un matrimonio que tenían previsto celebrar el próximo 23 de mayo.

Es tal vez por eso por lo que el Mariscal continúa luchando, porque queda mucho por hacer una vez que logre salir victorioso de su gran batalla.

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