La nueva y curiosa vida de Luis Jiménez en Dubai

Cuando no está entrenando o jugando con el Al-Ahli, se encarga de pasear junto a su mujer y a sus tres hijas por la ciudad. No todo es fútbol en la vida del "Mago" en Emiratos Arabes Unidos.




No importa que sea invierno en Dubai. La temperatura alcanza los 35 grados desde muy temprano, y la humedad es tanto o más sofocante que el propio calor que sacude a la capital de Emiratos Arabes Unidos.

Hasta allá llegó Luis Jiménez hace prácticamente un año y medio, fichado por el Al-Ahli, uno de los clubes más fuertes de la liga local. No lo hizo simplemente por una decisión económica, como suele ocurrir cuando se aceptan los petrodólares, que generalmente son imposibles de resistir para cualquier futbolista. Hubo otra razón detrás de esta nueva etapa, que durante nueve años había militado en varios clubes europeos.

"No vine a Dubai porque se me dio la gana. De alguna manera estoy acá por una situación forzada. Tenía que salir de Italia para lograr desvincularme de una vez por todas del Ternana y este club  firmó un contrato en el que se comprometía a pagar la indemnización que exigió el club italiano, pero que debe ratificar la FIFA. No quería ser más un esclavo del club y cuando acá dijeron que ponían el dinero, me vine", explica Jiménez, que no duda en calificar como algo soñado la vida en Dubai: "Fue la mejor decisión de vida. Acá me han dado todas las facilidades. No puedo estar más que feliz. Claro, es difícil jugar acá después de haber estado en el primer plano europeo. El nivel es bajo, algunos estadios son de irregulares para abajo. No es el ideal quizás para jugar, pero, te insisto, llegué acá por una situación forzada en lo futbolístico. Y pese a todo me siguen buscando desde Italia, clubes de Serie A. Eso refleja que hice bien las cosas allá".

El "Mago" reconoce que lo que más le costó en sus primeros meses en Emiratos Arabes fue el calor. Pasar del duro invierno italiano o inglés, donde es normal entrenar con nieve, a jugar con 48 grados o entrenar a la medianoche para evitar el calor. "La verdad es que no es tan lindo como se le pinta a un futbolista. En mi caso, fue difícil pasar de la liga italiana, con estadios llenos a no tener más de mil espectadores, con compañeros que no llegan a entrenar. A lo mejor ahora me río, porque ya llevo un año y medio, pero de repente ver que un tipo desaparecía una semana y después volvía como si nada. Son cosas a las que uno no está habituado", agrega.

La vida fuera de la cancha

Pero no todo es fútbol en la vida del volante en Medio Oriente. Su familia juega un rol importante para sobrellevar la vida en Dubai. Más allá de los lujos propios de una ciudad repleta de inversiones multimillonarias, las costumbres occidentales no tienen cabida en una sociedad que intenta abrirse de a poco, pero que aún conserva muchas restricciones para su gente.

"De repente asistes a algunas galas de los jeques donde tienes que ir impecablemente vestido y te das cuenta de que acá sobra la plata. Es tremendo. Pero uno está claro que no pertenece a ese mundo. Uno trata de aprovechar lo que tiene acá, pero sabe que es pasajero", asegura.

Por ello es que cuando no está entrenando o jugando, Jiménez agarra a sus tres hijas y a su mujer, la modelo María José López, y las saca a pasear por la ciudad. El centro comercial y la playa son los lugares más frecuentados por la familia, que pasan absolutamente inadvertidos en prácticamente todos los sitios a los que concurren. Algo impensado en Italia y menos en Chile .

Los paseos por la ciudad no son los únicos pasatiempos que mantienen entretenido a Jiménez. También hay otras actividades programáticas que tienen ocupado al futbolista formado en Palestino. "De vez en cuando nos vamos a las dunas a recorrerlas en cuatriciclos. Ahí me divierto mucho. Cuando vienen mis primos o mi hermano nos pegamos una escapada para allá", cuenta.

Pero no sólo la familia ha visitado últimamente al futbolista en Dubai. Hace poco anduvo el famoso tatuador chileno Marlon Parra, que se quedó tres semanas en las lejanas tierras asiáticas desarrollando su labor en la propia casa de Jiménez. Sus creaciones no sólo quedaron grabadas en los cuerpos del mediocampista y de su mujer, sino que también varios jugadores del Al-Ahli llegaron hasta el improvisado estudio del profesional para estamparse alguna figura.

"Como acá esa práctica está prohibida, tuvimos que hacerlo acá en la casa. Y vinieron varios compañeros, que vieron mis tatuajes, para que les hiciera alguna creación. Se quedó tres semanas con nosotros", comenta entre risas el mediocampista.

A miles de kilómetros de distancia, Jiménez casi no tiene lugar para pensar en la Selección. Su último partido lo jugó en agosto de 2011 ante Francia. "Después Claudio Borghi nunca más me convocó. No supe por qué. Quizás como me vine a jugar acá, a lo mejor pensó que mi nivel no sería el mismo. No lo sé. Igual haga lo que haga acá, allá no se sabrá. Por eso es difícil que me llamen", confiesa el mediocampista, quien no le guarda rencor a ninguno de los ex seleccionadores: "Y es que yo en su momento también tomé una decisión difícil, como fue renunciar. Lo hablé personalmente con Bielsa y me entendió. Sentía que en ese momento debía privilegiar mi carrera en Inter de Milán, y además casi no jugaba en la Selección. No me arrepentí".

Ya es de noche en Dubai y la temperatura todavía se empina por sobre los 30 grados, pese a estar aún en invierno. A la hora de la última reflexión, Jiménez se muestra un agradecido del fútbol: "No tengo que envidiarle nada a nadie por mi carrera. Fui titular casi siempre en Europa. Me gustaría volver, pero ahora disfruto otras cosas de la vida".

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