Mark Bannister: "Crucé el canal de Chacao nadando"

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"Tenía máximo hora y media, porque después de ese plazo la marea empieza a bajar y te lleva la corriente".




Con mi familia siempre veraneábamos en Chiloé y en 2002, mi papá vio que la tarea con nosotros ya estaba hecha y se vino con mi mamá a la isla a instalar una marina y astillero en Quinched. Mi hermano Alan estaba en Chonchi haciendo Servicio País y cuando terminó se quedó trabajando aquí hasta hoy, que es gerente del Parque Tantauco. Al año siguiente me vine yo, y armé la constructora Corcovado, y al poco tiempo llegó Jan, el menor, que es investigador del Instituto Forestal (Infor). Tuvimos mucha suerte porque nuestras señoras nos acompañaron en esta aventura y aquí estamos todos juntos.

En 2015 fui a Santiago a correr una carrera y mientras estaba en la casa de un amigo y hojeaba el diario vi una noticia que decía que el mes siguiente había una competencia para cruzar nadando el canal de Chacao, que es el que separa Chiloé del continente. "Esto es lo que tengo que hacer", pensé, y de vuelta le dije a la Trini, mi señora, que así era cómo iba a pasar la crisis de los 40. "¿Y tú nadas???", me contestó ella.

Hay gente a la que a esta edad le da por comprarse un auto deportivo, yo en cambio quise probarme que todavía podía hacer cosas como cuando tenía 20 años. Buscaba un desafío grande y éste lo era.

Siempre he sido deportista. Con mis hermanos hacemos kayak o trekking juntos. Fui ciclista profesional hasta como los 29, corrí varias carreras de largo aliento, incluso como seleccionado nacional, pero nunca había hecho nada parecido a nadar 3.500 metros a mar abierto. Pero fue como un llamado y en un almuerzo familiar les conté a todos que quería hacerlo y tenía cuatro semanas para prepararme. Mi hermano Jan, que es un personaje, se paró y dijo: "Mark, yo creo en ti". Me anunció que él me iba a entrenar, que no había tiempo para partir de a poco y que ese mismo domingo tenía que salir a nadar tres kilómetros y medio. Ahí la Trini se resignó y dijo "ya, pero entrena". Ella siempre me ha apoyado en estas cosas.

Me inscribí y como resultó que conocía al organizador lo llamé: no confiaba mucho en mis posibilidades y yo le aseguré que iba a llegar igual, aunque me demorara tres horas. Ahí me explicó que tenía máximo hora y media, que después de ese plazo la marea empieza a bajar y te lleva la corriente.

El primer entrenamiento lo hice sin equipo, nadé menos de la mitad y terminé mal. Luego me compré en Castro un traje especial, anteojos, me conseguí un gorro de buzo y me puse a buscar en YouTube técnicas para nadar en mar abierto. El segundo fin de semana, siempre acompañado por Jan en kayak, salí alrededor de la zona en que vivo y nadé los 3.500 metros. La vez siguiente los hice en una hora y cuarto. "Mark, ya no estamos pensando si llegas, estamos viendo si te subes al podio", me dijo Jan, que me tenía mucha fe.

El 7 de noviembre de 2015 partimos juntos a la competencia. Como él es instructor certificado de kayak se inscribió como rescatista para poder acompañarme. El cruce era desde Punta Coronel en el continente hasta Puerto Elvira en la Isla Grande. Cuando llegamos nos encontramos con un evento súper organizado: 220 inscritos, gente de varios países, y al menos todos los con que yo hablé eran experimentados y venían con unos trajes en que todo combinaba con todo. "¿Tú vas a nadar con eso?", me preguntó entonces uno de ellos cuando me vio con mi gorro de buzo, y me empezó a dar pánico escénico, me pregunté si no iba a hacer el loco.

Así partí, con otros cuatro o cinco nadadores, a buen ritmo. El canal es muy profundo, como 300 metros, y uno de repente ve unas sombras y no sabes si son lobos marinos o qué, pero yo iba mentalizado para no pensar en eso. A los 20 minutos, cuando calculé que debía haber hecho como un kilómetro descansé un poco, levanté la cabeza y Jan me gritó que iba ¡dentro de los 30 primeros! "Aquí la voy a romper", pensé feliz. Cuando volví a bajar el ritmo, me dijo que estaba logrando mi mejor tiempo. Quedaba solo un kilómetro y medio.

Ahí empezó lo malo. Nadaba derecho hacia la meta, pero cada vez que levantaba la cabeza ésta se me había corrido. Después de un rato apareció Jan y me explicó que estaba bajando la marea y había mucha corriente que nos estaba arrastrando. Me pidió que avanzara hacia la orilla sin importar dónde saliera. Más que ponerme nervioso me frustré, si seguía aumentando la corriente me iba a arrastrar cada vez más lejos y me iba a tener que subir a una de las lanchas que había dispuesto la Armada para apoyar y rescatar a los nadadores en problemas. Pero por más fuerza que le ponía, cada vez me alejaba más de la playa.

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Jan iba y volvía cada vez más seguido a ver a otros competidores, por lo que sospeché que había gente que no lo estaba pasando bien. Al rato llegó a decirme que tenía que darle con todo, que en cien metros había una contracorriente, que si llegaba ahí me salvaba porque me iba a arrastrar de vuelta. Logré avanzar y finalmente toqué la orilla, llegué a unas rocas, como a dos kilómetros de la meta. Estaba mareado, acalambrado y tan cansado que no podía salir del agua, hasta que desde el bosque aparecieron otros dos nadadores que habían salido todavía más lejos y me sacaron. Nos fuimos trotando juntos y cruzamos la meta muy emocionados y en medio de aplausos.

El lugar ya estaba lleno de competidores, así es que asumí que yo había llegado bien atrás. Pero cuando los escuché caché que a la mayoría los habían tenido que recoger las lanchas. Me fui a reportar con los organizadores: "Eres uno de los 25 participantes que lo lograron". Era increíble, no podía crerlo, habían tenido que sacar en botes a 195 personas.

¿Qué había pasado? Ese mismo día en la mañana se había producido un terremoto grado siete en Coquimbo. Según los marinos aparentemente eso alteró las mareas y corrientes e hizo que entrara de manera inesperada un montón de agua al mar interior de Chiloé.

Creo que al final llegué número 16, pero lo más importante fue lograrlo. Yo había participado en hartas carreras en distintos deportes, pero esto es una experiencia única.

Jan se quedó ayudando a los otros nadadores, y cuando llegó nos abrazamos. Fue muy emocionante. Sin él no sé si lo hubiera logrado y de todas maneras hubiera sido muchísimo más difícil.

* Mark Bannister es socio de la constructora Corcovado y del Centro Náutico Chiloé.

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