Cuarto retiro: la advertencia ya está hecha

Si el Congreso aprueba un cuarto retiro de fondos desde las AFP, el daño sobre la economía será muy grave, en particular por la pérdida de confianza en la solvencia institucional. Los erráticos movimientos en el dólar y las tasas ya lo están anticipando.



El presidente del Banco Central ha explicado nítidamente cómo las expectativas sobre desarrollos futuros pueden afectar los mercados en el presente. En su opinión, habiendo llegado la economía a una situación de riesgo de recalentamiento, y luego del IFE universal y otros auxilios del gobierno, un cuarto retiro de fondos previsionales, siendo innecesario y riesgoso, evidenciaría incapacidad del sistema político para manejar con racionalidad estos temas.

Lo predecible, entonces, sería una alta probabilidad de ocurrencia de un quinto, sexto y hasta décimo retiro de fondos previsionales. Como la eventual desaparición de los fondos previsionales representaría una fuerte contracción en la demanda por instrumentos de deuda pública y privada, resultaría en tasas de interés mucho más altas que en la actualidad. Ante este panorama, sin embargo, un tenedor de bonos racional no esperaría la extinción de los fondos -con mayor tasa de interés y la consecuente pérdida patrimonial- y se desharía inmediatamente de los bonos. La mayor tasa de interés propia del equilibrio tras el retiro total de los fondos previsionales ocurriría entonces ahora, tan pronto la expectativa de extinción de esos fondos se consolidase. De ahí que según el presidente del instituto emisor un cuarto retiro, por injustificado, pudiese tener efectos similares a los del retiro del 100% de los fondos previsionales remanentes.

Cuando se observan precios clave, como el tipo de cambio y las tasas de interés, desde esta lógica fundamental por la cual los precios hoy reflejan expectativas sobre el futuro, parece inevitable concluir que, aún antes del cuarto retiro de fondos, los mercados ya han puesto en duda la capacidad del sistema político chileno de gestionar con racionalidad las futuras políticas públicas.

En el tiempo transcurrido desde la crisis de octubre de 2019 hasta ahora se ha dado un enorme mejoramiento en términos de intercambio y un fuerte incremento del gasto agregado en la economía -especialmente en consumo- en relación a la producción del país, como consecuencia del estímulo monetario, fiscal y retiros de fondos previsionales. Ambos elementos, en condiciones normales, habrían hecho caer fuertemente el tipo de cambio real. El Banco Central nos dice, sin embargo, que el tipo de cambio real ha subido 10% en este período. El movimiento del tipo de cambio en sentido contrario al que indican sus fundamentos parece estar delatando que una significativa percepción de riesgos hacia el futuro opera hoy en este mercado.

Lo mismo se observa en materia de tasas de interés. Mientras entre septiembre de 2019 y la actualidad las tasas de interés externas (BTUSA10) han caído la mitad de un uno por ciento y la tasa de política monetaria en Chile ha caído casi uno y medio por ciento, lo que normalmente habría llevado a menores tasas de interés domésticas, estas últimas (BCP10) han subido más de dos por ciento en el mismo período, evidencia de que también en este mercado se refleja una percepción de mayor riesgo.

Aunque desalineados de sus determinantes fundamentales, el tipo de cambio real y las tasas de interés parecen lejanos a valores de crisis, lo que podría llevar a pensar que los riesgos que estas variables anticipan son de significación limitada. Debe considerarse, sin embargo, que incluso en el caso de grandes riesgos percibidos, una realidad financiera aún sólida hace también riesgoso apostar hoy a precios muy distantes de los correspondientes al equilibrio de corto plazo según determinantes fundamentales: los fondos previsionales siguen representando una amplia demanda por títulos de deuda, el endeudamiento neto del fisco no ha superado el 30% del PIB; no se han desanclado las expectativas de inflación; gracias a un adecuado manejo de la crisis sanitaria el nivel de producción del país ha excedido los niveles previos a la crisis social y la pandemia. Por otra parte, puede ser que los precios actuales también reflejen el que hay posibilidades de que, aminorada la crisis sanitaria y tras las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, se debiliten las pulsiones populistas que han marcado los años recientes.

Es altamente preocupante constatar que el país podría estar descansando en lo que resta de la solidez de su economía atribuible a buenas políticas pasadas, o en la incierta probabilidad de que corrientes dañinas para la economía pierdan representación política, para mantener acotado el grado en que su actual vulnerabilidad frente a la ignorancia de las claves para el desarrollo se refleja en precios clave. Solo cabe esperar una pronta reacción ciudadana y de la clase política del país para que deje de ser necesario que la máxima autoridad monetaria deba salir a oponerse a propuestas muy dañinas. Solo después de eso se podría volver a aspirar al crecimiento.

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