IFE y “escasez” de mano de obra

La falta de trabajadores, sobre todo en segmentos de menor calificación, no se debe a las ayudas sociales. Lo que debería preocupar es la capacidad de la economía formal de generar trabajos que atraigan personas desde la informalidad.



Se postula, ante la “escasez” de personas disponibles para aceptar trabajos en ciertas actividades y zonas, que esto sería efecto de los fuertes apoyos monetarios estatales que hoy se entregan a las familias. Para ilustrar la magnitud de las transferencias vía IFE puede indicarse que los $400 mil que éste entrega a un grupo familiar de tres personas, corresponden a 2,9 veces el ingreso (corregido por inflación) que obtenía, en promedio, el 25% peor remunerado entre los trabajadores por cuenta propia, en 2019. Asimismo, esos $400 mil mensuales del IFE superan en 22% el ingreso que obtenía, en promedio, el 25% peor remunerado entre los trabajadores dependientes, en ese mismo año.

El análisis económico, sin embargo, no da sustento a la hipótesis de que transferencias como las del IFE induzcan a las personas a salir de la Fuerza de Trabajo. En economía se postula que existe un “efecto ingreso” que lleva a menos días trabajados en el año, jornadas más cortas o jubilaciones anticipadas, capaces de afectar la Fuerza de Trabajo, pero, siempre, ante cambios permanentes en el ingreso o riqueza de las personas. La ciencia económica es contundente en indicar que cambios transitorios en el ingreso de las personas solo tienen efectos irrelevantes en su disposición a trabajar.

Distinto es si el trabajador debe elegir entre la ayuda estatal o los ingresos del trabajo. En este caso, y cuando los apoyos estatales son muy elevados en relación a la remuneración laboral de una parte muy importante de la Fuerza de Trabajo, como es el caso del IFE, deberíamos esperar que parte de los trabajadores potenciales se resten de acceder a trabajos formales. El IFE, sin embargo, no condiciona los recursos que otorga a no estar percibiendo ingresos laborales.

La actual “escasez laboral” -más allá de lo que podrían explicar las limitaciones y temores que genera la pandemia- no resulta de los actuales apoyos estatales, salvo que una parte significativa de la población trabajadora los esté percibiendo, erróneamente, como ingresos permanentes, o a los que se accede solo si se renuncia a trabajar. Es fundamental entonces insistir en que son ingresos transitorios y no condicionados, para evitar que, por desinformación, los apoyos estatales tengan efectos indeseados sobre la Fuerza de Trabajo.

La preocupación que también surge al constatar la “escasez laboral”, principalmente en segmentos de baja calificación, es sobre la capacidad de la economía formal de generar trabajos bien remunerados, que atraigan personas desde la informalidad hacia las ofertas laborales hoy insatisfechas. Que la economía formal atraiga más trabajadores, depende de un proceso sólido de inversión, que a su vez depende de la buena institucionalidad económica. En medio de una grave pandemia, y ante propuestas muy negativas para el desarrollo de una economía formal pujante, la “escasez laboral” puede estar reflejando una menor capacidad de la economía formal, hoy, de generar oportunidades laborales mejores que lo que ofrece el mundo de la informalidad. Las reglas del juego en proceso de definición van a determinar si tal debilidad en el desarrollo del sector formal subsiste una vez pasada la pandemia.

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