Orwell y la Convención Constitucional

07 DE JULIO DE 2021/SANTIAGO Constituyentes, durante la primera sesión de la Convención Constitucional, realizada en el Salón Plenario del Ex Congreso Nacional en Santiago. FOTO: ALEJANDRO CARVALLAL/SENADO vía AGENCIAUNO

Por Constanza Hube, convencional constituyente

Tan solo dos sesiones pasaron para que la mesa directiva de la Convención Constitucional cambiara completamente su criterio y planteara su posición en relación con el derecho a usar la palabra. En efecto, en la segunda sesión, la mesa directiva sostenía lo siguiente: “la mesa no puede venir, en un espacio constituyente como este con propuestas hechas, la responsabilidad de construir estas propuestas es de ustedes, no es nuestra”. Sin embargo, en la cuarta sesión, como es costumbre a estas alturas, todo cambió, y la mesa directiva presentó sus propias normas internas provisorias de funcionamiento de la Convención Constitucional, sin considerar las propuestas presentadas por parte de Vamos por Chile y el Movimiento Feminista el día de la instalación.

¿Qué es lo que señala la propuesta de las normas de la mesa en relación con el uso de la palabra? “El uso de la palabra se concederá siguiendo los principios de paridad, plurinacionalidad, pluralismo, plurilingüismo y acción afirmativa. Los turnos en el uso de la palabra seguirán la siguiente estructura: comienza una mujer, sigue un hombre, sigue una mujer, sigue un hombre, mujer de escaños reservados (si no hubiere solicitado la palabra una mujer, un hombre de escaños reservados puede intervenir), mujer u hombre independiente dependiendo de quien hubiere hecho uso de la palabra antes”.

A simple vista, como es posible apreciar existe un criterio arbitrario, caprichoso y antojadizo en cuanto a un derecho mínimo que un constituyente puede tener al interior de la Convención Constitucional, cual es la libertad de expresión, el derecho a expresar una posición en igualdad de condiciones, sin ningún privilegio, ni acción afirmativa.

El origen étnico, el género, fueron factores para adoptar reglas de discriminación positiva que aseguraran la presencia en la Convención de sectores que tradicionalmente se estimaban excluidos, pero dichas condiciones o factores no debieran conferir ninguna ventaja a la hora del debate, ni permitir ninguna diferencia a la hora de conducir la Convención. Los factores de género, etnia o cualquier otra cualidad no debiera entregar ninguna ventaja o privilegio a la hora de emitir juicios o dar opiniones. Por el contrario, cada constituyente tiene los mismos derechos y las mismas posibilidades de participación. Sin embargo, esa no ha sido la tónica, y pareciera que no lo será en las próximas semanas. No existe criterio objetivo para conceder el uso de la palabra (nadie más que la mesa sabe a quién le corresponde hablar), se alteran las tablas a la carta de la mesa directiva, se suspende cuando se estima que se requieren acuerdos “extra pleno”, una manera elegante de decir “cocina”, falta de transparencia en las distintas votaciones, entre otras irregularidades.

El gran punto respecto del uso de la palabra es solo una pequeña expresión de la discriminación arbitraria que se genera al interior de la Convención. No vaya a ser que terminemos con lo sostenido por Orwell en La Granja de los Animales: “somos todos iguales pero hay algunos que somos más iguales que otros”.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.