Toque de queda y restricciones para ingreso de extranjeros

A la luz de la positiva realidad sanitaria que vive el país, ninguna de estas medidas debería seguir manteniéndose, pues en esta fase hay otros mecanismos más efectivos para el control de la pandemia.



Pese a que el país ya tiene 13,2 millones de personas que han completado su esquema de vacunación, y el número de contagios por coronavirus se ha estabilizado en cifras bajo los mil casos diarios, siguen en pie medidas como el toque de queda y las restricciones en nuestras fronteras, que impiden el ingreso de extranjeros excepto por casos calificados. Es momento para que las autoridades evalúen la pertinencia de estas restricciones, las que han perdido todo sentido a la luz de la realidad sanitaria.

No cabe duda de que al inicio de la pandemia, cuando se sabía muy poco sobre el virus y se carecían de vacunas, medidas como el toque de queda encontraron plena justificación, pues era la única forma de poder controlar masivamente el desplazamiento de la población y procurar cortar las cadenas de contagio. La autoridad ha podido aplicar el toque en virtud del estado constitucional de catástrofe, que fue decretado a mediados de marzo de 2020 por el Presidente de la República y que en dos ocasiones ha sido prorrogado con autorización del Congreso, y está vigente hasta fines de septiembre de este año.

Si es que el Ejecutivo decide volver a prorrogar dicho estado de excepción, ello deberá volver a discutirse en sede legislativa. Sin perjuicio de que se decida extender -pues entre otros aspectos ello facilita logísticas y recursos para poder enfrentar la pandemia- el toque de queda no debería continuar aplicándose. En las actuales circunstancias, con la mayor parte de la población vacunada, su efecto para el control de los contagios resulta a estas alturas marginal o nulo -más eficiente es contar con estrictas normas de aforo máximo junto con una apropiada fiscalización-, y es un hecho que la población tampoco ve en ello una medida que le haga sentido, lo que favorece su incumplimiento.

Tampoco es razonable que la restricción de libertades se empiece a naturalizar, como parece estar ocurriendo en nuestro país, cuando han transcurrido 18 meses ininterrumpidos de toque de queda, una “marca” que probablemente pocas democracias en el mundo pueden exhibir. Esta medida debe retornar a su condición de excepcionalidad, y empezar a apelar más a la responsabilidad ciudadana.

También es un hecho que el cierre de fronteras ha sido una medida necesaria sobre todo para tratar de contener la llegada de variantes peligrosas, aspecto en lo que ha habido un relativo éxito. Si bien ya se permite que los ciudadanos chilenos puedan salir del país en la medida que tengan su esquema de vacunación completo o PCR negativo, en cambio sigue en pie la restricción para el ingreso de extranjeros, aun si éstos se encuentran vacunados. Son numerosos los países que ya permiten el ingreso de extranjeros en la medida que acrediten su inmunización, y Chile no debería seguir siendo una excepción, considerando el alto porcentaje de población ya vacunada. Además de ser una medida coherente con la estrategia sanitaria, también podría representar algún grado de alivio -por ahora marginal, en todo caso- para el turismo, uno de los sectores que ha sido más duramente golpeado por la pandemia.

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