Un mandato claro de la ciudadanía

Reuters.

El contundente triunfo de Gabriel Boric se debe en buena medida a que conquistó un electorado mucho más amplio, gracias a la moderación de sus posturas. Ahora debe enviar prontas señales de que cumplirá con ello.


La jornada electoral que ayer vivió el país ha sido rotunda en cuanto a sus resultados, no solo porque la ciudadanía pudo expresar con toda claridad su voluntad y eligió como nuevo Presidente de la República a Gabriel Boric con un contundente 55,9% de los votos, sino porque una vez más la institucionalidad electoral demostró su notable solvencia, tal que apenas transcurrido poco más de una hora desde el cierre de las mesas los chilenos ya tenían certeza -y de manera inobjetable- quién sería el próximo gobernante, haciendo de ello una velada que enaltece nuestra democracia.

Digno de destacar es que esta segunda vuelta marcó un récord de participación en lo que va desde la implementación del voto voluntario, con 8,3 millones de votantes, lo que supone una participación del 55,5%. Este número supera ampliamente la marca que se había anotado en el plebiscito constitucional de 2020, con una participación de 51%, y sumó 1,2 millones de electores respecto de la primera vuelta.

Es un hecho entonces que estas elecciones despertaron un fuerte interés entre los chilenos, sobre todo en los segmentos más jóvenes, quienes a lo largo de esta campaña mostraron una potente capacidad de movilización.

La alta votación que obtuvo Boric -quien logró más de 4,6 millones de sufragios- es señal de la habilidad con que tanto el candidato como su equipo lograron sortear el resultado de la primera vuelta, que dio como ganador a José Antonio Kast. El abanderado de Apruebo Dignidad supo conectarse esta vez con el electorado de regiones, logrando revertir resultados que le habían sido especialmente adversos en la zona norte, así como en algunas regiones del sur.

Es decidor que la mayor parte del aumento de participación que registró esta segunda vuelta haya favorecido mayoritariamente la opción de Boric, quien superó en más de 1,3 millones de votos el total de sufragios que obtuvieron todas las candidaturas del mundo de la centroizquierda en primera vuelta.

Si bien los números dan la apariencia de una suerte de aplanadora, es un hecho que Boric debe este triunfo a los gestos que hizo al electorado más de centro, moderando aspectos contenidos en su programa original y buscando esta vez un discurso mucho más convocante, tomando distancia de las posturas más radicales del Partido Comunista, su aliado político. Boric tiene ahora la inmensa responsabilidad de asimilar correctamente el mandato que con tanta nitidez ha expresado la ciudadanía -que también se reflejó en la elección de un Congreso más equilibrado-, que confía que ya no se trata de un programa que representa a la extrema izquierda, sino de un bloque más moderado que llevará a cabo las reformas comprometidas de manera sensata, buscando amplios acuerdos entre las fuerzas políticas y sin socavar el

crecimiento económico. Un desvío de ese mandato solo hace previsible que el gobierno entraría en un rápido desgaste y desafección ciudadana. El discurso que Boric pronunció anoche como presidente electo ha sido en ese sentido una señal positiva, pues junto con remarcar que será el presidente de todos los chilenos, reconoció el rol que jugaron los otros candidatos e hizo un llamado a poder construir puentes con José Antonio Kast, mirando el mejor interés del país.

Es también importante que en su alocución haya reconocido el importante rol que juega una prensa libre en la democracia, contrastando con la actitud amenazante que se le vio en el último debate, cuando recriminó duramente a un periodista.

Estas constructivas primeras definiciones no han de quedarse solo en el plano simbólico, sino que deben cristalizar cuanto antes en señales concretas que permitan alejar los temores refundacionales que se han asociado a su candidatura -una preocupación que ha permeado en una parte importante de la ciudadanía- y despejar las incertidumbres que han deteriorado las expectativas del mundo empresarial y financiero. En tal sentido, un aspecto crucial será clarificar el rol que finalmente jugará el Partido Comunista en el futuro gobierno -que extrañamente estuvo muy ausente en la campaña de segunda vuelta-, lo que será decisivo para calibrar el tono político que impregnará este mandato.

Asimismo, sería valioso que el nuevo presidente defina cuanto antes los equipos ministeriales que lo acompañarán en el próximo gobierno, donde además de resultar clave quién ostentará la cartera de Interior, el nombre de quien asuma en Hacienda será también fundamental para dar una idea sobre el rumbo que tomará la economía así como la trayectoria del gasto fiscal. No menos relevante será la cartera de Salud, la cual ha tomado un rol preponderante a raíz de la pandemia, y donde resulta importante despejar si en lo grueso se mantendrá la estrategia sanitaria seguida hasta ahora, cuya buena gestión ha sido reconocida internacionalmente.

La tarea de asegurar gobernabilidad será otro de los desafíos que deberá abordar Boric, pues resulta evidente que los partidos de Apruebo Dignidad no son suficientes para asegurar un mandato más amplio y convocante. En tal sentido, se mirará con especial atención si el nuevo mandatario incorporará al gobierno partidos y figuras que no forman parte de su coalición, en particular del mundo de la centroizquierda.

Por el lado de la centroderecha, viene ahora la tarea de articularse como oposición, donde habrá de despejarse de qué forma convivirán las fuerzas de Chile Vamos con el emergente Partido Republicano, tarea que probablemente se verá facilitada por el hecho de haber construido una alianza electoral y programática en segunda vuelta. Si bien la derecha ha sido derrotada, el 44% que obtuvo Kast es un resultado que no habla de una fuerza abatida, sino de un bloque que queda en un pie razonable para jugar un rol de contrapeso en el futuro gobierno.

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