Volver a empezar

Refugiados y migrantes que viven en barrios marginales de Santiago de Chile. Foto: ACNUR

Por José Tomás Vicuña, gerente general de DataLab

Preocupantes son los resultados de la última encuesta Casen 2020, la cual evidenció el recrudecimiento de la pobreza en el país, tras la irrupción de la pandemia, donde no solo aumentó la pobreza sino que también la pobreza extrema, respecto a 2017, alcanzando un 10,8% y 4,3%, respectivamente. Si analizamos los datos, según el país de nacimiento, se visualiza que en las personas migrantes el aumento fue en mayor intensidad que la población chilena en ambos contextos, pasando de un 10,8% a 17% en el caso de la pobreza y de 4,2% a 7,9% en pobreza extrema.

Estas cifras toman especial relevancia, dado que la Casen 2020 es el primer instrumento a nivel nacional que recoge información respecto al último flujo migratorio de 2017-2019, ya que tanto en el Censo como en la Casen 2017, se aplicaron antes de este proceso, donde el saldo neto (ingreso menos egresos) fue cerca de 500.000 personas, explicado fundamentalmente por el ingreso de personas haitianas y venezolanas. Esto nos permite tener un mejor mapeo de las condiciones sociales de la población migrante. Actualmente, sabemos cuántas personas migrantes residen en el país, pero, hasta ahora, no sabíamos cómo estaban viviendo.

¿Por qué hay tanta diferencia con la población chilena? Esto puede deberse principalmente por dos factores. El primero, es que los sectores donde trabaja, mayoritariamente, la comunidad migrante, como comercio, construcción o servicios, fueron fuertemente golpeados por la pandemia debido a las cuarentenas, cierres y quiebres de empresas. El segundo factor es la falta de redes de apoyo que tienen las personas migrantes. Esta brecha disminuye el acceso a oportunidades laborales, hace más difíciles los emprendimientos en el corto plazo, dificulta el cuidado de personas dependientes y hace poco factible recurrir a apoyos monetarios de familiares, entre otros.

Una situación a considerar es que en la última Encuesta Nacional de Empleo, se observa que la población migrante ha retomado tasas de empleo a nivel prepandemia. La apertura de las comunas y la necesidad de generar ingresos, por pérdida de empleo o por no recepción de prestaciones sociales del Estado (en la mayoría de los casos por no cumplir los requisitos), ha hecho que su incorporación al mercado laboral sea a un nivel más intenso que para la población chilena.

Probablemente muchas personas migrantes llegaron a niveles de pobreza iguales, o incluso, peores de los que se encontraban al momento de llegar a Chile, tomando en cuenta que la gran mayoría entró al país sin tener un trabajo asegurado. Éstos llegaron, en su gran mayoría, sin nada y volvieron a estar igual. Es un constante volver a empezar.

En momentos en que comenzamos a discutir cómo queremos convivir, y tenemos una presidenta de la Convención perteneciente a un pueblo originario, largamente excluido por el Estado, preguntémonos también cómo queremos volver a empezar. Acá no se trata de seguir en la lógica de ellos o nosotros, sino de visualizar un futuro donde todos y todas formemos parte de este proceso, todos juntos.

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