Mi maternidad subrogada: “Me gusta dar a otros la felicidad y el amor que sentí cuando tuve a mis propios hijos”

Pedro Fernández, Jessie Bennett, Sebastian Arrau



“Empecé a averiguar sobre la subrogación de vientre cuando tuve a mi primer hijo, hace 19 años. En ese tiempo, alguien me dijo que en Canadá, lugar donde vivo, era ilegal, por lo que lo dejé pasar. Después de tener a mi último hijo, quien ahora tiene ocho años, me empezaron a aparecer en Facebook distintas publicidades de subrogación, y me llamó la atención. Empecé a averiguar, y llegué a una agencia de la que luego formaría parte y que se encargaba de hacer el contacto entre las mujeres que subrogan su vientre y personas interesadas en formar sus propias familias.

Mi nombre es Jessie, tengo 36 años -pronto cumpliré 37- y nací en Virginia, Estados Unidos. A los 15 años me vine a Canadá, y me nacionalicé en 2006. Estoy casada desde 2014 y tengo tres hijos, de 19, 17 y 8 años, dos hombres y una mujer, la de al medio. Empecé a tener hijos a mis 18 años, era muy joven, pero no lo cambiaría por nada. Trabajo ayudando a personas mayores.

¿Por qué elegí ser un vientre de subrogación? Porque cuando tuve a mis hijos sentí una felicidad inmensa. Fue un sentimiento único, y esto -sumado a que además tuve embarazos fáciles-, me hizo pensar que si yo ya estaba lista con los míos, ¿por qué no ayudar a otros a tener hijos y a armar sus propias familias?

Amo ayudar a la gente, es mi naturaleza. En Canadá está prohibido recibir dinero por gestar un bebé. Solo nos pagan los gastos asociados como las idas al médico, los medicamentos y algunas cosas de comida. Todo lo rendimos con boletas para que nos reembolsen los gastos, pero no recibimos nada por estar embarazadas. Yo no recibo un pago para mi bolsillo por hacer subrogación de vientre. En Canadá siempre es así, no está permitido de otra forma. Hago esto por ayudar a las personas. Quiero seguir haciéndolo y ayudando a personas a formar sus familias por todo el tiempo que mi cuerpo me lo permita.

La primera vez que le dije a mi marido que quería hacer subrogación de vientre me preguntó si estaba segura. Lo encontraba un poco raro. Sin embargo, cuando conoció a la primera pareja que ayudé, se enamoró de ellos al igual que yo, y consideró que era una buena cosa de hacer. Él ha sido un gran soporte en todo esto. Si su trabajo se lo permite, me acompaña a los controles de embarazo y me ayuda con las inyecciones de vitaminas y medicamentos que debo utilizar los primeros meses. Es un marido muy apoyador. Mis hijos aman que yo haga esto y siempre me preguntan si lo volveré a hacer. Cada vez que estoy embarazada le cuentan a todo el mundo. Es un motivo de orgullo. Y cuando nacen los bebés ellos los conocen y pasan tiempo con ellos.

En Canadá es bastante común hacer subrogación de vientre. Hay muchas de nosotras en todo el país y hay muchos grupos de apoyo donde nos hablamos y nos vemos. Es una comunidad.

La primera vez que hice subrogación de vientre fue con una pareja de canadienses. Gesté a sus mellizos, una pareja de hombres que en octubre cumplirán cinco años. Ellos viven en Alberta, un lugar que queda a cuatro horas en avión desde donde yo vivo, en Ontario. Cada año voy a verlos para su cumpleaños. Son niños fantásticos, muy dulces, y saben perfecto quién soy. Sus padres siempre les han dicho que salieron de mi panza pero que ellos son sus padres. De hecho, tienen una foto mía en su pared.

Después de esa primera vez, intenté ayudar a otra familia, pero solo tratamos con un embrión y no funcionó.

Mi tercera oportunidad fue con Pedro y Sebastián, una pareja de chilenos con quienes hicimos match a través de una agencia. En ella, ambas partes debíamos declarar qué estábamos buscando. Una vez que la agencia conecta a personas como yo con distintas parejas, debemos hacer diversas citas durante dos semanas, donde nos hablamos, hacemos videoconferencias y nos vamos conociendo. Allí conversamos de cómo queremos que sea el embarazo, qué pasa en el caso de que el embarazo sea múltiple u otras cosas que son importantes de discutir y vamos viendo si estamos de acuerdo. Luego de ese proceso, ambas partes decidimos si queremos seguir conversando.

En esta ocasión yo estaba buscando específicamente una pareja gay que quisiera también hacer el proceso en San Diego Fertility Clinic, en Estados Unidos, porque es un lugar con muy buenas opiniones y especificaciones. Cuando vi a Pedro y Sebastián por primera vez, me parecieron muy dulces. Al ver sus fotos pensé que era una pareja simplemente adorable. Cariñosos, buenas personas, espléndidos. Los adoré desde el principio.

Matilda, la hija de ellos que gesté, ya va a cumplir dos años en julio. No la veo desde que nació, pero la he visto muchas veces por fotos y videos. Hablamos un montón por whatsapp. Pedro y Sebastián estuvieron un mes aquí después que nació y hemos tratado de hacer planes para vernos físicamente, pero desgraciadamente no nos ha resultado. Sí nos hemos visto por videollamadas.

Pedro Fernández, Jessie Bennett, Sebastian Arrau

Recuerdo perfectamente el día en que nació Matilda. Era un 22 de julio y exactamente a las 2:22 de la mañana rompí bolsa. El 2 era el número mágico. Fue la primera vez, en todos los partos que he tenido, que he roto bolsa. Mi marido estaba en el trabajo, porque en ese entonces trabajaba de noche, y lo llamé a él y también a Pedro y Sebastián para que fuéramos al hospital. Fuimos todos juntos. Yo y mi marido estábamos en una pieza y ellos estaban en otra. Vinieron a saludar varias veces, y cuando Matilda ya iba a salir, vinieron a verlo todo. Pudieron verla nacer.

Siguiendo la casualidad del 2, el parto duró 22 horas. Fue largo y muy difícil. Matilda venía mirando hacia atrás y yo estaba muy cansada, pero todo salió bien. Antes habíamos discutido qué íbamos a hacer una vez que naciera. Juntos decidimos que inmediatamente después la pondría sobre mi pecho, porque así disminuyen los dolores del parto y de la salida de la placenta. También le di pecho, algo que nunca había experimentado en una subrogación, pero fue bastante lindo. Con los mellizos anteriormente solo me había extraído el calostro.

Cuando llega el momento de entregar al bebé que has gestado siempre hay un sentimiento entre dulce y amargo. Por un lado, me pongo triste de verlos partir, pero al mismo tiempo estoy increíblemente feliz de pensar que ayudé a crear una familia. Es un sentimiento realmente maravilloso. A veces pienso que es como si hubiese estado haciendo babysitting durante nueve meses, y es en ese momento cuando les toca a sus padres cuidarlos.

El parto había sido muy difícil, de hecho, el más difícil que he tenido. Por eso, pensé que no lo haría de nuevo, que no sería capaz. Sin embargo, cuando vi la cara de felicidad de Pedro y Sebastián, y todo el amor que irradiaban, me conmovió. Por eso, cuando me preguntaron mucho después por la posibilidad de darle un posible hermano a Matilda, no pude decir que no.

Actualmente estoy embarazada del segundo hijo o hija de ellos. Tengo 10 semanas. Las primeras semanas han sido difíciles porque he tenido migraña casi todos los días, pero ya en estas dos últimas semanas ha ido mejorando. Esta vez fueron dos embriones, pero ya nos hicimos la primera ecografía y sabemos que solo viene un bebé. No sabemos todavía qué es.

Pedro, Sebastián y Matilda vendrán a Canadá antes de la fecha de parto, que es el 17 de noviembre y se quedarán un mes, mientras hacen el papeleo. Estoy súper contenta de verlos de nuevo, muy ansiosa de ese reencuentro.

Se preguntarán por qué lo hago por segunda vez. Lo hago porque mi meta es ayudar a crear familias, y si puedo ayudar a crear no solo una -la de los mellizos-, sino dos, ¿por qué no?

No sé si esta será la última vez que haga subrogación de vientre. A veces pienso que sí, pero después, cuando tengo a los bebés y veo las caras de felicidad de sus familias, pienso que es una gran experiencia. Amo lo que se siente. Yo sé toda la felicidad y amor que sentí cuando tuve a mis propios hijos y quiero dar eso mismo a alguien más. Es el mejor regalo que le puedo dar a alguien.

Respecto de la subrogación de vientre pagada, pienso que es una situación muy distinta. Hay que entender que los embarazos pueden ser complicados, muy duros, y que literalmente uno con esto está poniendo su vida en riesgo por otras personas. Hay que considerar que el proceso conlleva medicamentos, transferencias de embriones, entre otros, y por supuesto que hay riesgos.

No voy a mentir que a todas quizás nos gustaría que nos pagaran, pero por otro lado hay gente que puede verse tentada a hacerlo solo por el pago, y eso es complicado. Creo que lo más difícil de que esto sea remunerado es descubrir si las personas lo hacen realmente por el dinero o porque quieren. No sé en otros países cómo es el proceso, pero en Canadá una vez que se hace el match con los padres debemos pasar por todo un proceso médico y evaluaciones psicológicas para tener la certeza de que lo hacemos por las razones correctas. En ese sentido, si está la seguridad de que la persona lo está haciendo por las razones correctas, no veo por qué sería malo que se le pagara”.

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