Nuestras lectoras preguntan: No siento deseo sexual cuando estoy en pareja, ¿seré asexual o tendré algún trastorno del deseo?

Cuando vivimos un proceso interno relacionado con nuestra sexualidad hay veces que nos agobiamos porque no encontramos una respuesta a lo que nos sucede. Por eso en Paula quisimos conversar sobre estos temas abiertamente y darles un espacio a ustedes, nuestras lectoras, para que puedan plantear sus dudas y los expertos ayuden a resolverlas.




Pregunta

“Me pasa que durante largos periodos de tiempo no siento interés sexual por nadie. Mis amigas más cercanas me preguntan si esto me afecta emocionalmente, pero la verdad es que no. Incluso las veces que he tenido pareja no tengo muchas ganas de tener relaciones. Esto claramente me ha traído problemas en mis pololeos. Debido a mi última ruptura amorosa, me he cuestionado si seré una persona asexual o qué debiera hacer para revivir mi deseo”.

Manuela, 23 años

Respuesta

“La sexualidad femenina es exquisita y a su vez compleja, puesto que es una combinación que implica la fisiología, lo biológico, emocional, afectivo, corporal y los factores psicológicos, y donde están en juego las emociones, experiencias, creencias, estilos de vida, las relaciones, agregando también la gran carga socio-cultural que las mujeres han vivido a lo largo de la historia, coartando la expresión libre de su sexualidad”, explica Noelia Jorquera, sexóloga y directora del Instituto Americano de Sexología (Inasex).

En cuanto al deseo, la especialista asegura que existe mucho desconocimiento al respecto. Se pueden distinguir varios tipos de deseos, dependiendo de los estímulos externos, de los neurotransmisores cerebrales y de la concentración hormonal, entre otros factores. Se puede hablar de un deseo sin objeto, que probablemente tiene que ver con las hormonas, donde la mujer tiene la sensación subjetiva de desear pero no a una persona en específico; uno centrado en el objeto, donde se anhela a una persona en concreto y se puede denominar ‘deseo romántico’, que es el más común entre las mujeres; y el deseo postexcitatorio, que es cuando se inician las relaciones sexuales sin tener deseo y se activa después de un proceso de estimulación y varía según el estímulo.

Sin embargo, el trastorno del deseo es la disfunción sexual femenina más común. Este consiste en la ausencia o disminución de pensamientos o fantasías sexuales y el interés de iniciar un encuentro sexual. Sin embargo, no tener deseo no significa exclusivamente una situación patológica, a veces puede estar ocurriendo que no existan inductores externos apropiados para movilizar la respuesta.

Las disfunciones sexuales femeninas son alteraciones que sufren las mujeres durante una o más fases de su respuesta sexual (fase del deseo, excitación y orgasmo) o también por dolor. Además pueden ocurrir por causas médicas o el consumo de medicamentos, sustancias u otras razones no especificadas. Pueden ser de toda la vida, adquiridas, generales o situacionales; y en las mujeres se presentan en mayor medida que en los hombres. No obstante, menos del 20% de las mujeres busca ayuda profesional.

“Es importante destacar ciertos factores que pueden perjudicar el deseo, estos son los trastornos médicos (endócrinos, efectos adversos de fármacos, etc.), psicológicos (traumas sexuales, parejas conflictivas, violencia, poca estimulación, rutina, etc.) u otras causas que pueden bajar el deseo”, dice Noelia.

¿Qué es la asexualidad?

Según Paz Alvear, psicóloga del Centro Miintimidad, la asexualidad es un término acuñado recientemente y se trata de un tipo de orientación sexual que tendría el 1% de la población. ”Son individuos que no sienten deseo sexual por otras personas. Actualmente no se puede hablar de causas orgánicas ni de trastorno de personalidad, ya que no existen estudios que fundamenten esto, entendiendo la sexualidad como multifactorial”, explica.

La especialista señala que es importante diferenciar entre deseo hipoactivo y la asexualidad. El primero implica una ausencia de fantasía sexual y deseo de actividad sexual y sus causas pueden ser psicológicas o biológicas. Esto se puede dar toda la vida o por periodos de tiempo y las personas presentan frustración y angustia significativa. En cambio, las personas con orientación asexual no sufren por no sentir atracción sexual por otro, y se muestran satisfechos personalmente.

Al respecto, Daniel Seguel, director académico de la Fundación Centro de Educación Sexual Integral (CESI) explica que “las personas asexuales disfrutan de las mismas cosas que las personas alosexuales (con interés sexual más presente), esto implica que gozan de la compañía, de las experiencias en pareja, de los viajes, de la complicidad, del cuidado y de salir a pasarla bien con otras parejas. La diferencia está solo en el grado de intimidad corporal y sexual que podrían tener respecto a las parejas alosexuales, considerando que el interés por estas prácticas es menor o puede estar ausente”.

Que no exista atracción sexual por otra persona no implica que las personas asexuales no puedan generar vínculos y tener relaciones amorosas. Noelia Jorquera explica que “primero hay que aclarar las formas de hacer pareja, dado que la atracción romántica es el vínculo emocional entre dos personas o más y puede ser consecuencia de la atracción sexual, también se puede presentar de una manera independiente a esta. Algunas personas asexuales tienen el deseo de formar relaciones afectivas y románticas de pareja, ya sea con personas de su mismo género, diferente género o ambos géneros; mientras que otras personas asexuales puede que no sienten tal deseo y se consideran asexuales arrománticos o no románticos, que aparte de no sentir atracción sexual, tampoco tienen atracción romántica”.

Sin embargo, los asexuales que desean relaciones románticas se encuentran en una postura difícil, ya que la mayoría de las personas no son asexuales y para estos últimos también es complejo comprender no sentirse deseados. “Desde mi opinión, la comunicación es fundamental para aclarar los límites de toda relación, con la finalidad de encontrar puntos de encuentro, para que las personas se sientan seguras, en una relación libre y sin coerción física, ni emocional, es decir, sin violencia de ningún tipo”, sostiene Jorquera.

Discriminación por falta de deseo

Ante una sociedad hipersexualizada tener una orientación asexual puede ser otra causa de violencia y discriminación. Esto, porque la gran mayoría cree que ser “sexual” es la normalidad y cualquier individuo que no sea así es mirado de forma distinta. “La discriminación hacia las personas asexuales se inicia con la idea de que todos los seres humanos deben sentir obligatoriamente atracción o deseo sexual y si no lo tienen es por que ocultan un trastorno o trauma. Por eso, es importante la educación sexual, para mostrar que lo interesante de los seres humanos es precisamente su diversidad y cómo significan sus experiencias individuales”, dice Noelia Jorquera.

Generalmente las personas asexuales sienten mayor malestar por las presiones sociales que por su orientación sexual. “Por otro lado, pueden sentir discriminación por parte de grupos que promueven la diversidad, pasando a ser invisibles en sus vivencias y experiencias. Esto las hace sentirse poco validadas y aisladas de las reinvidicaciones por los derechos sexuales al no ser consideradas personas con interés en la sexualidad. Este es el error típico de la asociación cultural de la sexualidad a la genitalidad”, manifiesta Daniel Seguel.

En el caso que una persona identifique su orientación sexual, agrega el experto, no debería realizarse ningún tipo de terapia para cambiar de orientación. Por el contrario, se recomienda acercarse a agrupaciones de personas asexuales que conocen el tema y que pueden orientar en comunidad. También se recomienda el apoyo psicológico si la persona requiere apoyo en su propio proceso, con el fin de explorar los miedos y dificultades que podrían tener frente a una sociedad hipersexualizada; y además evaluar la mejor forma de proponer acuerdos de pareja que no atenten contra el bienestar de ningino de los dos”, dice Seguel.

“Reconocerse como asexual implica asumir esta situación como una forma de expresión de la sexualidad absolutamente válida; además de aceptar que no es una forma rígida, debido a que todos los seres humanos tenemos derecho a que nuestra sexualidad esté sujeta a variaciones según así lo sintamos y que es nuestro derecho expresar libremente nuestro ser sin presiones ni violencia”, agrega Noelia Jorquera.

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