Sueño en agua: “Lo político es todo lo que somos”




Brigitte Kattan (31) estaba en cuarto medio cuando montó y dirigió su primera obra, una interpretación performática que ella misma le propuso a su profesor de lenguaje realizar, luego de que él los invitara a reflexionar en torno al libro Santa María de las flores negras, de Hernán Rivera Letelier, y a la Cantata de Santa María de Iquique, de Quilapayún. Era 2007 y se cumplían 100 años desde la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, en la que fueron asesinados más de tres mil hombres, mujeres y niños que habían llegado desde las oficinas salitreras del desierto de Atacama buscando mejores condiciones de vida.

Inspirada en los acontecimientos históricos, Brigitte le propuso a su profesor realizar una obra basada en la cantata en que los mismos alumnos fuesen los intérpretes. Junto a una compañera escribieron el guión, armaron la propuesta de vestuario, la escenografía y las coreografías de danza. Y finalmente presentaron el resultado en el auditorio del colegio, frente a 250 personas. Cuando terminaron, antes de salir del camarín a recibir los aplausos, Brigitte no pudo contener las lágrimas. Supo en ese momento que se dedicaría a las artes. “Fue algo muy a pulso y muy ingenuo; no trabajamos con personas que habían tenido formación escénica, sino con compañeras que hacían deporte. En su minuto no lo internalicé como mi primera obra, pero ahora que lo pienso me doy cuenta de que efectivamente lo fue. Yo solo quería bailar y tuve la iniciativa. Y salió maravilloso”, cuenta.

Desde entonces Brigitte se ha dedicado a contar historias a través del cuerpo. Ha sido bailarina, coreógrafa, terapeuta y profesora. Ha compartido escenario con artistas como Francisca Valenzuela, Mon Laferte, Bad Bunny y Luis Fonsi. Fue parte del equipo de coreógrafos y bailarines de la última versión de Bailando por un sueño e hizo las coreografías del Festival de Viña de 2017 y 2018. Nunca ha dejado de crear. “Siempre fui la que hacía las coreografías en el colegio, la que se aprendía todos los bailes de los videoclips y la que bailaba en las alianzas, pero hasta entonces creía que iba a estudiar educación física o kinesiología, algo que me permitiera complementar la danza. Aún no tenía los ovarios bien puestos como para decidir dedicarme al arte en un país que te empuja a hacer todo lo contrario”.

Porque, tal como lo ha explicado en ocasiones anteriores, según Brigitte vivimos en un sistema en el que lo expresivo y todo lo asociado a lo femenino no está valorizado. “No solo por parte del sistema en sí, sino que desde nosotros mismos. Los artistas no sabemos cómo cobrar, muchas veces trabajamos por amor al arte y nos desvalorizamos, porque no sabemos cuánto valemos. Crecí escuchando que si me dedicaba al arte me iba a morir de hambre, pero abrió la Escuela Moderna de Música y Danza y postulé. Yo tenía una mezcla de intereses y técnicas, y una cosa no negaba la otra. Ahí iba a poder aprender de todo”.

La primera clase informal que tomó Brigitte de danza contemporánea fue cuando tenía 13 años. Aquella vez la hicieron correr y moverse al son de unos tambores y ella, extrañada, entendió que se trataba de algo distinto. En su imaginario pop, esta disciplina alternativa y performática llegó a irrumpir todo lo que hasta entonces ella creía saber sobre la danza. “Era chica y me daba vergüenza que mis compañeros me vieran hacer esto, entonces lo fui desarrollando para mí. Pensaba que no entenderían esta manera de expresividad. Pero con el tiempo perdí esa vergüenza y esos prejuicios. De a poco entendí que la danza contemporánea tenía que ver con la libre expresión, la improvisación y la disciplina, y permití que cambiara mis estructuras y formas de entenderme a mí misma”. Y desde entonces la danza ha sido para ella su lenguaje principal y una herramienta política.

“Desde mi concepción de la humanidad, lo político es todo lo que somos, más allá de la política en sí. Todo lo 29 que hacemos, desde la ropa que usamos a lo que decimos, es político. Porque es una póliza, que para mí se basa en la sincronía del círculo que construimos. Significa autovalorarse”, explica. Y es que, como ella misma dice, nunca ha sido de quedarse en casa criticando desde las redes sociales, sino que más bien ha optado por hacer su propia performance o compañía. “No me someto al sistema necesariamente, sino que lo uso a mi favor. Uso las plataformas y espacios que tenemos a disposición. En Bailando por un sueño pudimos hacer un opening con la canción de Anita Tijoux en el que bailamos puras mujeres, incluyendo las que trabajan detrás de la cámara. Hacer esos pequeños actos en un programa que es de entretención y que se ve como de farándula es fundamental”.

Hace dos años y medio Brigitte se fue a vivir a México, uno de los países con mayor tasa de femicidios a nivel mundial, y ahí ha podido profundizar su proceso de autoconocimiento y emprender un aprendizaje compartido junto a otras mujeres a las que les ha enseñado a empoderarse de su propio cuerpo a través del movimiento. “Fuimos criadas en un sistema patriarcal, pero actualmente estamos descubriendo la libertad de transitar sin miedo y entendemos que ya por existir valemos. Eso lo logramos a través del movimiento cuando materializamos lo que queremos”. Esa ha sido la principal bandera de lucha de Brigitte: conocerse a sí misma. Porque solo así, explica, nos acercamos a la posibilidad de actuar desde la voluntad propia y no desde lo impuesto. “Mi sensualidad y sexualidad la vivo por mí y para mí, porque amo mi cuerpo y sentirme sexy. Las mujeres tenemos que permitirnos ser auténticas y no entrar en paradigmas de lo que debemos o no ser, que a veces nosotras mismas reforzamos. Cada una tiene su forma de habitar y es importante poder conectar con el propio placer, conocer nuestros cuerpos y amarnos para así también poder sanar y romper la relación de víctima y victimario que tenemos con nosotras mismas, al entendernos como víctimas de nuestras propias creencias”.

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